ÉPALE 226 MITOS
POR ANDER DE TEJADA / ILUSTRACIÓN JESSICA MENA
Ernest Hemingway fue un hombre obsesionado con la idea de ser hombre. De hecho, una de las cosas que causa más interés, además de la obra misma, es su carácter de tipo rudo e inquebrantable. Él hacía parecer que la vida sólo valía la pena si era vivida plenamente, si se enfrentaban los días con entrega y algo como la productividad absoluta. El tiempo necesitaba ser aprovechado con pasión: no por algo era aficionado a la cacería furtiva y a las corridas de toros. Después de haber estado tan cerca de los espantos de la guerra, la intensidad era más que necesaria.
El estilo literario de Hemingway está caracterizado por la claridad, la limpieza, la utilización de oraciones simples, sin subordinaciones sintácticas, y por la suplantación de comas por la conjunción “y”, como una forma de presentar imágenes poéticas y contiguas de forma rápida. La oración anterior jamás hubiera sido escrita por Hemingway. La anterior tampoco: Hemingway es Hemingay y eso hay que tenerlo claro, pero para efectos de la ilustración puede funcionar. Véase que no tiene comas, que de ella no surgen incisos, que no hay por qué aclarar nada, y véase que en esta sí hay y, por ende, el señor Ernest, fiel a su tradición, tampoco la hubiera escrito.
Ese estilo buscaba representar las grandes emociones a través de las escenas y los diálogos, sin explicaciones alargadas de lo que se estuviera gestando alrededor o en lo interno de los personajes. Esto fue denominado por el mismo Ernest como la “Teoría del Iceberg”: los hechos son la punta visible de la estructura helada. Eso, lo que sobresale del agua, es lo narrado. En cambio, el plano simbólico que sostiene todo el relato es el fondo del iceberg, el pedazo más grande e invisible de hielo, pero que se va interpretando efectivamente por el lector debido a  la honestidad misma de la prosa.
Este novelista vivió la guerra. Diversos biógrafos sostienen que fue ella quien condicionó su vida. Como su vida, en gran parte, era la escritura, pues también la condicionó y la dotó no sólo de temas, sino de esa forma cruda, ruda y directa de decir las cosas. Su prosa suena como una explosión, como los gritos de una guerra, y sus efectos son estremecedores incluso si su relato habla de una gata bajo la lluvia o del paisaje selvático de Tanzania. Además, la ambivalencia es suculenta: se puede lamer la punta del hielo y disfrutar del efecto pegajoso de la resequedad del frío. Sin embargo, debajo de todo eso, queda el iceberg intacto para ser descubierto.
Hemingway participó en la primera guerra civil como miembro del Frente Italiano. Estando allí fue herido gravemente y, sin embargo, pudo socorrer a un soldado. Después fue reportero en la Guerra Civil española. Sucumbía fácilmente antes las mujeres bellas y disfrutaba de las peleas cuerpo a cuerpo. Le gustaba tener el pecho peludo y escribía parado y borracho para después editar desde la sobriedad. Tuvo cuatro esposas. Amó el mundo a pesar de que conoció de cerca sus escenarios más terribles. Amo el río parisino. Amó las ciudades españolas. Amó la sabana africana. Amó el mar cubano. Amó la costa de La Florida y el 2 de julio de 1961, tras no aguantar más, se pegó un escopetazo en la cara.