sábado, 19 de agosto de 2017

Luis Mariano Rivera, el cantor de Canchunchú


Grandes intérpretes de la música venezolana e internacional han tocado sus canciones inspiradas en la naturaleza que lo vio crecer


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Lorena Almarza
“Amo las flores, los retoños y las espigas, amo los árboles. Amo la pureza del nido cargado de pichoncitos que el pájaro arrulla con el calor de su inocencia. Amo el atardecer, cuando el sol en su agonía adorna el cielo en colores de amorosa tristeza; amo la franqueza que une a los seres en sana convivencia. Amo la música, las costumbres; mejor dicho, toda esa herencia espiritual que nos legó el pasado y que conforma nuestra verdadera identidad. Pero también es bueno decirlo, ¡amo ardorosamente la libertad!”
La canción de la esperanza
Fue un hombre de pueblo y amoroso de su tierra. Poeta, músico, cantor y dramaturgo que celebró cada capullo de flor silvestre que se asomaba por entre los monte, pues para él, ese brote, era una vida que se abría al mundo para mostrar la belleza. Cantó a la flora y fauna de su Canchunchú querido, y también, retrató de manera poética, la vida dura del campesinado así como las tradiciones gastronómicas patrias. Aprendió a leer y a escribir casi a los cuarenta años, y en breve le florecieron canciones de infinita ternura y sencillez. El mismo contó que su primer encuentro con la música fue por pura casualidad. “Fue un diciembre. Mis amigos querían cantar una nueva parranda, pero no tenían idea de por dónde empezar, así que escribí una canción para ellos”.
Gualberto Ibarreto, Mayra Martí, Morella Muñoz, Lilia Vera, Cecilia Todd, Magdalena Sánchez, Serenata Guayanesa y otras voces nacionales interpretaron sus canciones. Incluso, el músico francés Paul Mauriat hizo una versión orquestal de Juana Francisca que resultó ser todo un éxito. A su vez, la Orquesta Filarmónica de Londres interpretó Canchunchú Florido, tema por cierto que popularizó El Quinteto vocal venezolano Contrapunto, al igual que el aguinaldo La pascua es hermosa.
En 1991 obtuvo el Premio Nacional de la Cultura Popular y en 1994 fue designado Patrimonio Viviente del estado Sucre. A su vez, recibió en su primera clase, las órdenes: “Francisco de Miranda”, “Andrés Bello” y “Antonio José de Sucre”. Sin embargo, el maestro señaló que el premio más grande fue haber recibido el amor del pueblo.
Además de Canchunchú florido, otros hermosos temas que tienen su sello, coo son Carúpano tierra mía, Cerecita, La Guácara, El Piapoco, La Negra Juana, Lucerito, Mi comay Juana María y El Cundeamor. Alí Primera, le cantó al poeta, para él, “la canción de Luis Mariano es canción de la esperanza”.
Su Canchunchú
El 19 de agosto de 1906 nació en un pueblo del estado Sucre, en el Valle de Canchunchú. Tierra a la que el maestro amó y a la que elogió desde la música: “Nací en este rincón de tierra un 19 de agosto, entre siembra y conuco, cerecitas y florecitas silvestres, maizales en proceso de espiga y el canto dolorido del tutuel; mi padre era un mantuano de Carúpano y mi madre, María Rivera, una campesina de alpargata y remiendo, analfabeta, que cocinaba en fuego de leña y lavaba en batea”.
Luis Mariano quedó huérfano desde muy chiquito y su abuela fue quien lo cuidó junto a su tío, el indio Rivera. Vivían muy pobremente, así que el muchachito dejó la escuela para ayudar a poner el pan en la mesa. Creció con las manos en la tierra y agradeciendo cada día los frutos que el conuco y el trabajo en el campo generaban. Aprendió a leer la naturaleza a través de los ciclos de siembra, y a mantener a raya a los bichitos y plagas. Ya a los siete años tocaba el cuatro y cuentan que se la pasaba tarareando entre los matorrales. Sobre esos días el poeta y compositor refirió: “Allí empecé a crecer entre la pobreza y conmigo los piojos, la nigua y todos esos males que hicieron presa de mí. Pero pasaba algo en mis adentros: sentí amor por todas las cosas, nunca llegué a odiar, ni siquiera a mi padre, a quien todavía guardo respeto. Así crecí, entre el amor y el dolor porque el dolor es una escuela. Todo eso que yo viví hoy lo traduzco en mis canciones y en mis versos”.
Cuentan que fue a los 38 años, cuando decidió ir a la escuela para aprender a leer y escribir bien, “(…) yo estudié hasta tercer grado de primaria, por lo que, desde muy chiquito, me aparté de la escuela y me entregué a este mundo de siembra y conuco. A partir de ahí, mi vida no significaba nada. Tuve varios trabajos de muy poca importancia. Pero un día, cuando ya era adulto, me encontré con un niño que me corrigió un error ortográfico diciéndome: ¡Viejo Pendejo, depósito se escribe con s y no con c!.Luis Mariano, se entusiasmó con la escuela, y empezó a leer cada vez mejor. Su mano se soltó y entonces todas aquellas canciones que tarareaba y que llevaba como un tesoro en el alma, empezaron a emerger. Además de canciones, llegaron poemas y obras de teatro para niños y adultos para enseñar los valores de los campesinos. Sobre esa experiencia, Rivera relató que fue “siendo un viejo cuando logró meter un poco de luz en su pensamiento”. La verdad es que ya Luis Mariano era un ser de luz, y la escritura le permitió que esa llamarada creadora pudiera ser compartida: “Todo lo que digo lo percibí cuando era un muchachito (…) aun sin entender, pude captar la belleza de ciertas cosas que me conmovían”.
Defender y amar a Venezuela
Creó Alma campesina, agrupación de parrandas donde participaron muchos niños y adultos campesinos a los que enseñó a leer y a escribir. Desde allí, el poeta emprendió como tarea resaltar la vida pastoril, y la grandeza de la naturaleza. Luego fundó la agrupación Canchunchú Florido, donde continuó mostrando su poesía entretejida de arraigo popular, de sus recorridos por los montes y de la alegría del sol tibio acomodándose en el alma. Fue un hombre que amó profundamente a su patria, y en una oportunidad expresó: “que se quiten de la cabeza de estar creyendo que lo que viene de otra es superior a lo nuestro, Venezuela ante todo, todo lo que ella representa es lo que debemos defender y amar”.
El 15 de marzo de 2002, a los noventa y cinco años de edad, murió el maestro. Sin duda, con su cantar, “cantó a las cosas sencillas, y las dejó con sabor eterno”
El mango
¿Cuál me gustaría comer
entre el mango y la manzana?
contestaré amigo mío
que el mango me da más ganas.
El mango lo como yo
también lo comió mi abuelo
además tiene el sabor
que saca de nuestro suelo.
El sol que alumbra a mi campo
le da su bello color
la brisa pura del bosque
le impregna su grato olor.
La lluvia de nuestro cielo
desarrolla su hermosura
la noche con su silencio
le bendice su dulzura.
Que el chic galán a su novia
cuando quiere regalar
prefiere darle manzana
antes que el mango vulgar.
Amigo esta no es razón
se lo digo sin porfía
el galán procede así
por complejo y monería
Pa´una dama delicada
comer mango es indecente
porque se ensucian las manos
y hebras deja entre sus dientes.
Amigo esa no es razón
si el mango fuera importado
le aseguro lo comiera
sin tomar ese cuidado.

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