Crónicas de la pobreza
Noviembre 18 de 2017.- Hoy se celebra el Día de la Alimentación en Venezuela, se conmemora esta fecha a partir de la creación del Instituto Nacional de Nutrición (INN), el cual fue establecido en el año 1949 durante el mandato del presidente Rómulo Gallegos. Dos años después, se comenzó a celebrar por primera vez el Día de la Alimentación.
Sin embargo, a lo largo de estos últimos tres años, desde el 2014, Venezuela viene atravesando por una de las crisis alimentarias más alarmantes de su historia y a pesar de las políticas dirigidas por parte del estado para paliar la falta de alimentos, la población no logra cubrir sus requerimientos calóricos por habitante.
Lo que solía padecer con mayor rigor los sectores populares, ahora lo sufre en gran medida la clase media que no logra equilibrar su presupuesto que es devorado por una galopante hiperinflación y ahora se ve igualada a los sectores populares a merodear y buscar la ingesta en el mercado informal, así como en fuentes proteicas olvidadas o nunca consumidas en el país, como el higadito y patas de pollo, bofe, pajarilla, riñonada, papada y tiras de cerdo; nuevos nombres de pescados que han aparecido y que jamás se habían escuchado ni mencionar.
En cuanto a los vegetales y frutas ya se hacen tan inalcanzables para el bolsillo que se han convertido en todo un lujo para los consumidores, por lo que ya dejó de ser una alternativa para los bolsillos de los venezolanos, que no pueden adquirir, por ejemplo, un melón por 60 mil bolívares o un kilogramo de cebollas en 35 mil en supermercados o en 20 mil en mercados populares o con los vendedores informales.
La desaparición de los programas que protegían a las capas más vulnerables de la sociedad creados en los tiempos de Chávez, como las Casas de la Alimentación, Mercales, Pedevales y de los cada vez más ineficientes Abastos Bicentenarios llevó a los más necesitados, los últimos en la línea, a buscar alimentos en las bolsas de basura. A todo lo largo de la ciudad, se pueden ver grandes grupos de gente que desesperados por el hambre se desplazan desde dentro y de las afueras de Caracas a hurgar y buscar alimentos donde haya para mitigar el hambre. Más de uno, tanto en restaurantes, panaderías o tarantines de comida es interceptado por niños, hombres y mujeres con niños en brazos para rogar por un mendrugo de pan, un resto de pizza, un poco de jugo, cualquier pedazo de comida que pueda mitigar un poco el hambre atrasada.
Esta situación que comenzó durante el 2014 se fue agravando a partir del 2015, con la desaparición, acaparamiento y escasez de productos de la cesta básica, como la leche, harina de maíz, arroz, azúcar y aceite, que originaban grandes e interminables colas en los diferentes centros de abastecimientos los cuales colapsaban por la fuerte demanda de un pueblo acostumbrado a satisfacer sin problemas sus necesidades básicas de nutrición.
En la actualidad, los rubros de la cesta básica han comenzado a hacer presencia en los anaqueles, pero sin la protección de los precios regulados que beneficiaban al pueblo, ahora aparecen y desaparecen intermitentemente en mercados y supermercados a precios dolarizados.
Esto ha llevado al país a caer en peligrosos límites de desnutrición que agravan la situación de salud, pues un problema de necesidad básica como la alimentación deriva en el problema de la salud que es otro tema de gran preocupación para la población.
Según la Fundación Bengoa, en 3 años que se realiza esta evaluación, la desnutrición apareció en 3,9% de 6.413 hogares venezolanos y se le reconoce como un problema de salud, ocasionado por la falta de comida.
Y continúa este informe: Uno de los aspectos que calificó de preocupante es el salto en el número de comidas diarias. Mientras en 2014 solamente en 10,2% de hogares se hacían 2 comidas y en 2015 la cifra era 11,2%, en 2016 aumentó a 32,5%, es decir, 9,6 millones de personas hacen menos de 2 comidas al día: "Esto es parte de lo que observamos cuando en todos los ambulatorios y otros centros de salud llegan personas con signos importantes de desnutrición, y está subiendo en todos los niveles sociales pobres y de clase media, y se ve en niños, mujeres embarazadas y ancianos. Los venezolanos estamos consumiendo calorías de guerra: tenemos bajos niveles calóricos, la mayoría de la población está por debajo de 2.000 calorías bajas".
En algunos hogares se observó que alargan el horario para las comidas. 93,2% declaró que hacen solamente el almuerzo para ahorrarse el desayuno.
Al preguntárseles a los encuestados sobre calidad de alimentación, 24,9 –el rango más alto– consideró que es deficiente, mientras que 23,8% dijo que era monótona, lo cual significa que casi 49% de los hogares tiene una alimentación deficiente. "Ambas tienen una connotación similar. Un criterio nutricional es que la comida debe ser variada", indicó Landaeta-Jiménez.
Otro de los resultados fue el cambio drástico en el patrón del consumo del venezolano.
En la compra semanal, 84% de hogares adquiere harina de maíz, seguida de arroz (71,2%), harina de trigo (69,7%) y luego hortalizas (63,9%) y tubérculos (52%). Estas dos últimas desplazaron a las proteínas, como la carne, el pollo, y las grasas, que se redujeron en 34% en la ingesta y que son beneficiosas para el sistema endocrino.
Al analizar la diferencia en la compra semanal de alimentos en los últimos tres años, se determinó que en 2016 los tubérculos y las hortalizas son los más demandados en todos los niveles de pobreza, incluso en los recientes. "En la alimentación complementaria de los niños, los teteros se están haciendo con agua de ocumo y de yuca", dijo.
El desequilibrio en el consumo de productos tendría relación con el dinero disponible para adquirirlos. 93,3% afirma que el ingreso no le alcanza para comprar comida, lo cual indica la presencia de la inseguridad alimentaria en la vida del venezolano, según Landaeta-Jiménez. Solo 5,9% consideró que dispone de ingresos suficientes. 86% de las familias come en su casa, en contraste con 55% que el año pasado lo hacía.
"La alimentación en Venezuela se desplomó", aseguró la investigadora, y eso se refleja en la pérdida de peso. En 86,3% de hogares de pobreza extrema perdieron hasta 9 kilos y eso tiene que ver con el número de comidas. 72% perdió peso no controlado y, señaló, eso produce gran impacto en la salud: "Los nefrólogos dicen que están llegando personas con problemas renales. Igual pasa con la hipertensión arterial".
Y ya las alternativas de alimentación se van desplomando como naipes, pues pareciera que en la medida que comienzan a consumirse productos de bajo valor económico, los comerciantes y especuladores empiezan a subir dichos productos, como viene sucediendo con la yuca, el repollo, la auyama, el bofe, el higadito de pollo y otros rubros de la obligada dieta de muchos venezolanos.
Para rematar, las cajas del CLAP, que oxigenan un poco esta agonía, vienen apareciendo con un cambio significativo en el tamaño de la caja, que ahora viene de color blanco, más pequeña y una reducción en el número de productos, que apenas trae una harina de maíz mexicana y la desaparición de la pasta por kilos, ahora sustituida por bolsitas de pastina.
Por eso, no es un día para celebrar, todo lo contrario es un día triste que recuerda todo lo mal que está el sistema alimentario en Venezuela que no permite salida para trabajar en otros niveles, pues todos los recursos, tiempo y energía se va en la búsqueda de alimento, en la desesperación por proveer a la familia de al menos dos o una comida diaria y de calmar la mordida del hambre en el estómago.
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