sábado, 2 de septiembre de 2017

El país de los que se cansan


De los eslogans o lemas más pretendidamente combativos del antichavismo, quizá el que alcanza mayores resonancias épicas es aquel "El que se cansa pierde". El Caimán Careto, viejo coplero de los llanos orientales, tiene un verso que tal vez quiera decir lo mismo pero con el respectivo asterisco y la letra pequeñita allá abajo: "El llanero no se cansa, y si se cansa se sienta". Todo el que se mete a propagador de heroísmos debería admitir que es mentira tanta energía inagotable, tanto fervor sobrehumano, tanto "te amaré hasta más allá de la muerte" y tanto "ni un paso atrás". Los dirigentes del fascismo se cansaron y ahora están descansando, pero como por la boca mueren los bocones (su palabra vaya adelante) pues los dirigentes del fascismo no andan descansando nada sino rumiando otra derrota: se cansaron, cansaron a su jefe, cansaron al propio pueblo opositor, y perdieron.

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Cierto ex chavismo se cansó hace rato, y en su cansancio ha llegado al colmo de sostener posiciones más fascistas que las del fascismo. Los que llaman a sacrificar la revolución real en nombre de revoluciones alucinógenas y de librito están cansados desde siempre; esos son los que esperan que otros hagan por ellos las revoluciones perfectas de sus novelas y pornografías filosóficas.

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Hay quienes se cansan por hambre, por falta de plata, por nostalgia y añoranza del tiempo en que uno pedía por esa boquita para cualquier proyecto, y el Gobierno, abierto a apoyar cualquier experimento audaz, entregaba confianza y recursos para ver si de verdad le echábamos bolas. Llega un tiempo de bloqueos y cortes violentos de recursos, apenas se anuncia el comienzo de esta etapa de apretarse el cinturón y ya algunos se sienten mamados y con ganas de tirar la toalla. Menos mal que esos anuncios también han liberado lo mejorcito de nuestras conciencias colectivas y por ahí uno ve a varios críticos por convicción dejándose de huevazones y defendiendo lo que hay que defender. Desde la propia vida hasta el derecho a tener un gobierno no impuesto por las hegemonías mundiales.

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En una fecha tan cercana como el 13 de agosto de 2017, época aproximada en que la administración Trump le cortó el chorro de dólares a sus voceros y guachimanes activos en Venezuela y mandó a parar la ridiculez de los "libertadores" (vándalos y cobradores de peaje en las calles) la MUD tuvo un gesto que pareció gallardo en los titulares pero resultó gracioso en su desarrollo. Los titulares decían que la MUD rechazaba la amenaza norteamericana de intervención en Venezuela. Luego, en el cuerpo de la noticia, resulta que no se trataba de un rechazo a ninguna intervención sino una acusación a Nicolás Maduro: "Por su culpa Venezuela está aislada internacionalmente y nos van a intervenir". No fueron las gestiones y llorantinas internacionales de la oposición en pleno, no: el Gobierno es el culpable de no dejarse derrocar por el fascismo local y de estar amenazado por el fascismo mundial. Dos semanas después, esa misma vocería anuncia que apoya la intervención, lo cual ya no resulta gracioso sino asqueante por lo arrastrado y servil.

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El que se cansa pierde. Pierde entre otras cosas la agudeza, la capacidad para ser o parecer ingenioso sin perder el centro, el punto de equilibrio, el sentido de la ubicación. Julio Borges soltó hace un rato este patético tuit: "En Ecuador se volcó autobús, noticia es que iban 27 Vzlanos. Huyen por crisis". Cansado se nota Freddy Guevara, quien tiene días retuiteando frases de los demás, y se presenta en un foro en la sede del ku klux klan de Chacao diciendo que hay varias formas de deshacerse del Gobierno de Maduro: un golpe militar, una negociación (tú sabes: Nicolás de pronto se sienta con los vergajos a quienes acaba de derrotar y se rinde ante ellos y les entrega el gobierno) y una cosa que él llama "quiebre político institucional": una película en la que todo el país decide desconocer al Gobierno y entonces éste se cae. Lo dice un coñoemadrito que participará en las elecciones regionales y que buscará pellizcar su tajada en el reparto de las instancias del poder, ese poder establecido y reconocido por el chavismo. No se cansa Freddy Guevara de cometer estupideces; quienes se cansaron fueron los que esperaban de él un sacrificio acorde con su rol de ídolo, y terminaron viéndolo hablar abiertamente de pactos secretos con el Gobierno (con la dictadura, dicen).

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Una vez me agarraron cansado y se pusieron a hablarme acerca de la línea editorial de esta página. Dije que sí, que tal vez valdría la pena no apoyar todo cuanto hiciera el Gobierno y, en casos extremos, quedarse calladito y no fijar posición. Liberado del cansancio he vuelto a anotar en la agenda: en un tiempo en el que un gentío ha echado mano de su derecho a cansarse, a meterse autogoles y a traicionar; en un tiempo en el que tenemos un Gobierno asediado por todo el mundo y hay gente que no parece entender que cada temblequeo nuestro es un punto más a favor de ese asedio (los mismos que no entienden que una tarea fundamental del chavismo es evitar que el fascismo llegue al poder en Venezuela), lo más valioso y preciado con que puede uno toparse es con gente terca, que dice que no va a retroceder un milímetro y cumple al menos con parecer que lo logra. Los hay "indevolvibles" que se devuelven apenas intuyen que el chavismo se resquebraja y se derrumba; los hay irreductibles que se ganaron por sus cojones el "insulto" preferido del seudoanarquista: gobiernero. Me quedo con los segundos. Hasta que vuelva a cansarme y a sentarme otro rato para descansar.

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