Joseph A. Soto Márquez
Este mes nos convoca a mirarnos y, sobre todo, a celebrarnos. En principio, porque conmemora una fecha de lucha para la diversidad sexual y de género (aunque gringa): los disturbios de Stonewall. También nos invita a encontrarnos y visibilizarnos como población, para manifestarnos y dejar claro que aquí hemos estado, estamos y estaremos. Lo lastimoso de esto es que usualmente esta “movida” queda solo para este mes. No hay que desestimar para nada la alegría de apoderarnos de las calles por un día pero, vamos, que eso no es suficiente.
En Venezuela aún falta mucho en materia de reconocimiento y atención fáctica a la diversidad sexual y de género, en cosas esenciales en las que países hermanos como Bolivia y Cuba ya han avanzado. No voy a plantear que no se han dado avances jurídicos y culturales, pero a nuestra gente la siguen discriminando, señalando, marginando, agrediendo de diversas maneras y matando por razones de identidad y orientación sexual. Parte de la población sexo-género-diversa sigue enfermándose, reduciéndose su expectativa de vida gravemente, por no poder acceder a procesos de atención médica humanizados y especializados, de acuerdo con sus necesidades vitales (como sucede con las personas transexuales, por ejemplo). El pasado mes de abril quemaron viva a Ailin Silva, solo por ser lesbiana.
Igualmente, el discurso religioso, altamente discriminante y conservador para con nosotr@s, sigue intacto. A pesar de ser constitucionalmente un país laico, todavía desde la oficialidad ese discurso se sigue ejerciendo. Socialmente, e incluso dentro de la propia población sexo-género diversa, hay aún muchísimo desconocimiento: no tenemos claro qué es una persona homosexual, lesbiana, bisexual, transexual, transgénero, intersexual, no binaria. Estas categorías suenan a chino para much@s y apenas estamos empezando a apropiarnos de términos para definirnos y nombrarnos colectivamente.
De la mano con la exigencia de políticas públicas realmente eficientes para atender nuestra realidad, hay que hacer una autocrítica urgente. No podemos esperar pasivamente, la sexo-género diversidad tiene que incorporarse progresivamente al ring político: tiene que estudiar, empoderarse, organizarse, gestar sus propios espacios y proyectos; así como estar allí para hacer los llamados y la crítica debida a la institucionalidad y sus sujetos, cuando estos no funcionan ni gestionan como deberían.
Sí, son muchas cosas por hacer. Por eso no podemos sol@s, necesario es seguir constituyéndonos y fortaleciéndonos como movimiento, desde las bases, más allá de los espacios de poder y el hambre de protagonismo político que ha desviado a much@s en el camino. El gran reto es seguir manifestándonos y visibilizándonos, pero que esto sea un ejercicio cotidiano, no sólo en este mes del “orgullo”.
La Araña Feminista teje la red de colectivos de mujeres socialistas de Venezuela. Es un espacio reflexivo e informativo sobre nuestras luchas y conquistas. La unión de nuestras voces construye el socialismo feminista.
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