En las últimas semanas, medios financieros y expertos económicos de prestigio en todo el mundo vienen anunciando una brusca caída del valor del dólar estadounidense a causa de una letal combinación entre los efectos de la pandemia de Covid-19, la emisión descontrolada de billetes verdes por parte de la Reserva Federal y la guerra comercial de la Administración Trump.
Lo cierto es que desde principios de junio, Estados Unidos está oficialmente en recesión y se prevé que su economía se contraiga un 6% este año, según destaca un reporte del Banco Mundial.
La crisis económica actual en la potencia norteamericana cortó un ciclo de 128 meses de crecimiento continuo, a medida que el desempleo ya ha alcanzado a 40 millones de ciudadanos estadounidenses.
Se trata de una crisis mucho más potente que la ocurrida en 2008–2009, cuando la explosión de la burbuja inmobiliaria dinamitó millones de puestos de trabajo en Estados Unidos y precipitó una crisis financiera a escala mundial que hoy día sigue condicionando la economía de los países industrializados del mundo occidental.
A lo largo de estas semanas el valor del dólar estadounidense ha caído frente a la cotización de otras divisas internacionales. Se ha devaluado. Es un movimiento pocas veces visto en épocas recientes, ya que ante escenarios de crisis económicas internacionales el dólar se presenta como un instrumento de ahorro y refugio casi infalible.
Esta tendencia está cambiando con la crisis actual desatada por la pandemia de Covid-19, advirtiendo que grandes cambios en el funcionamiento de la economía mundial nos depararán en el mediano plazo.
Uno de los motivos de la pérdida del dólar como refugio seguro radica en las políticas tomadas por el gobierno actual en Estados Unidos.
A medida que Trump radicaliza los aranceles a las importaciones de China y otros países con los que el país norteamericano sostiene grandes volúmenes de intercambio comercial, crece la expectativa de que el dólar perderá terreno como divisa principal de reserva mundial y comercio.
A esta percepción se suma la crisis social y política actual en Estados Unidos y las nuevas condiciones geopolíticas que marcan una época multipolar. Los disturbios masivos, el creciente desempleo y el descontrol de la deuda pública, debilitan la confianza en el dólar y favorecen el uso de otras monedas e instrumentos muchos más estables, como el oro o el yuan.
La supremacía del dólar desde los años 70, a fin de cuentas, ha sido un símbolo de la posición dominante de Estados Unidos en el sistema internacional.
Pero al emerger nuevos polos de poder (China, Rusia, etc.) y al ser cuestionada la unipolaridad estadounidense, el dólar ha venido perdiendo su lugar como única opción para dirigir la economía mundial.
En un artículo publicado el día de ayer en Bloomberg, el veterano economista Stephen Roach alerta que la caída del dólar es inevitable.
Roach desarrolló su tesis en CNBC, y explicó que “La economía de los Estados Unidos ha estado afectada por importantes desequilibrios macros durante mucho tiempo, a saber, una tasa de ahorro interno muy baja y un déficit crónico en cuenta corriente”.
“El dólar va a caer muy, muy bruscamente”, remata el economista, no sin antes describir una de las razones que van a generar este declive: “Al mismo tiempo, Estados Unidos se aleja de la globalización y se enfoca en desacoplarse del resto del mundo”. Hay “la probabilidad de una mayor inflación a medida que importamos bienes extranjeros de mayor costo desde el extranjero, y eso es negativo para las tasas de interés”.
En resumen, Roach advierte de una caída del 35% en el valor del dólar en el mediano plazo.
Desde hace varios años, la investigadora Nomi Prins viene narrando el colapso de la economía estadounidense, fomentado por las prácticas delictivas de los grandes bancos de Wall Street y la permisividad del gobierno de Trump.
Prins suele ser muy pedagógica en sus artículos de investigación. Ha demostrado cómo, por ejemplo, la Reserva Federal presta billones de dólares a los grandes bancos y corporaciones privadas al 0% de interés, dinero que luego es utilizado para la compra de sus propias acciones en el mercado bursátil.
Con este esquema de corrupción y estafa, explica Prins, los peces gordos mantienen artificialmente alto el precio de sus acciones y logran atraer a miles de inversionistas que ven la oportunidad de tener ganancias seguras y en el corto plazo.
Este sistema amplía la ganancia de los ricos mientras el endeudamiento de familias de bajos recursos y empresas pequeñas aumenta vertiginosamente.
El horizonte lógico de esta forma de gestionar la economía es un colapso estructural que recae en la población estadounidense principalmente, quien debe asumir con rectores, empleos precarios e impuestos más altos el pago de una crisis generada por las grandes empresas.
La estafa piramidal en la que se ha convertido la economía estadounidense, sumada a la guerra fría comercial de Trump, están contribuyendo a una caída inevitable del dólar en el mediano plazo.
La debacle del dólar no sólo amenaza con explotar la burbuja de la deuda y de las acciones, sino con generar un ciclo inflacionario global y una catástrofe mundial sin precedentes.
Es una dinámica que incluso amenaza con el dominio del dólar sobre el comercio petrolero internacional (el petrodólar), ya que frente al colapso de la divisa muchos países exportadores pueden consensuar la venta de crudo en una moneda diferente que no los impacte negativamente.
Esto implicaría el debilitamiento del poder estadounidense en el mundo y todo un cambio de época, con alcances todavía insospechados.
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