Ylich Carvajal Centeno

La pregunta que nos seguimos haciendo la mayoría de los venezolanos a una semana del intento de golpe de Estado contra el presidente Nicolás Maduro del 30 de abril (30A) pasado es ¿por qué Juan Guaidó no está preso? Ni si quiera ha sido imputado por el Fiscal General de la República por rebelión civil, ni por los otros delitos que cometió ese día como ayudar a un reo de la justicia, Leopoldo López, a huir.
La pregunta no es para nada retórica y les voy a explicar por qué. En Venezuela y en el mundo mediático entero se debate algo básico ¿quién es el Presidente de Venezuela? El presidente Maduro fue electo en elecciones libres y juramentado por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para un nuevo periodo constitucional, pero la oposición no lo reconoce como tal y teniendo el control de la Asamblea Nacional designó al diputado Juan Guaidó como presidente encargado por 30 días en los que debía convocar a unas nuevas elecciones, cosa que 90 días después no ha hecho ni piensa hacer. Guaidó fue reconocido como presidente de Venezuela por el gobierno de los EEUU que a su vez ha movido todo su poder político y económico para que otros 40 países lo reconozcan.
Desde ese punto de vista ¿Guaidó y su mejor amigo, Leopoldo López, quien se sabe es su jefe político en Venezuela, cometieron o no el delito de golpe de Estado? Si usted cree que Guaidó es el presidente de la República aunque sea encargado la respuesta lógica es que no, que lo que pasó en el elevado de Altamira en Caracas no fue un intento de golpe de Estado, pues el diputado sólo intentaba ejercer sus funciones como jefe del Estado.
Pero la verdad es demasiado contundente para negarse a admitirla u obviarla o, peor aún, banalizarla. En Venezuela el presidente de la República es además el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y la prueba más evidente de que Juan Guaidó no es el presidente ni de carambola es que los militares no acatan sus órdenes.
Al fracasar tan olímpicamente como fracasó la intentona del 30A no hizo más que poner en evidencia que Guaidó no se manda ni él mismo porque para la acción requirió del apoyo de su mentor Leopoldo López, pero ni con ese refuerzo el llamado a la insurrección militar tuvo éxito.
Por si le queda alguna duda de que la oposición no puede derrocar a Maduro por la vía militar note que tras el estruendoso fracaso de la semana pasada y contradiciéndose una vez más, el fin de semana pasado Guaidó dijo a medios de los EEUU que la Asamblea Nacional y ojo que no dijo que él como Presidente sino la Asamblea Nacional puede aprobar una intervención militar del gobierno de los EEUU en nuestro país. ¡A ver! como los militares venezolanos no me hacen caso voy a pedirle a los de EEUU que me hagan la tarea completa, diría el interino.
El presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela es Nicolás Maduro y en consecuencia la acción que el 30A pasado lanzó Guaidó, López y otros diputados de la AN, junto a los militares que se prestaron para lanzar la finta, a ver si otros militares pisaban el peine, es un intento de golpe de Estado, un intento por quebrar el sistema democrático que nos hemos dado los venezolanos, por desconocer nuestra Constitución y nuestras leyes y por sus actos deben ser reos de la justicia y llevados a juicio.
Si el fiscal Tarek Williams Saab tiene dudas puede actuar la Fiscalía Militar pues fue obvio que también se incurrieron en delitos propios del ámbito castrense como el uso de las armas y vehículos militares, los disparos que se hicieron desde el elevado de Altamira, incluso, varios militares resultaron heridos.
El Gobierno ha vuelto a insistir en la necesidad del dialogo –que dada la injerencia violenta del gobierno de Donald Trump no parece posible- y quizás piense que poner preso a Guaidó en este momento no ayude mucho a promover el dialogo o que Guaidó se ha desinflado tanto que es mejor dejarlo morir de mengua y ahora más que López le arrebató el protagonismo, pero la impunidad ante delitos que son de alto riesgo para la paz, la vida y la seguridad de toda la nación no sé en qué puede ayudarnos.
Es hora de quitarle a Trump su marioneta, su muñeco de ventrílocuo y si va a ver dialogo que sea con el jefe del circo.

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