ALEJANDRO BRACHO
Cortesía
Levantarse a las 5:00 de la mañana, caminar más de una cuadra a tomar el bus que la lleve al centro, contar con la compañía de su mamá. Sus pasos estaban dirigidos por la rutina y la disciplina.
María Reyes, la estudiante asesinada en el barrio San Sebastián —cuyo cuerpo se encontró hace un mes, el Martes Santo 27 de marzo— era conocida en el barrio Estrella del Sur por su primer nombre, a secas: María.
“Es inocente, no tiene malicia”, decían los vecinos cuando aún la esperanza de encontrarla con vida se mantenía latente. “Hace un sacrificio diario para ir de su casa, a más de una hora de camino, a la Universidad del Zulia, donde estudia artes”, recordaron.
“Ella metió tres carreras cuando se postuló, quería estudiar ingeniería civil o arquitectura, pero le salió artes”, recordó su madre Judith Sanjuan.
“Al principio no le gustaba mucho, pero le fue agarrando amor a la carrera y terminó gustándole”, contó su mejor amigo, Alex, desde la Feda.
Dibujar no era novedoso para María. Su mamá dijo que “desde niña le gustaba hacerlo, pero que en la universidad aprendió a desarrollar el talento”.
En una carpeta que guarda en el clóset de su hija están las decenas de retratos de su familia, hechos a mano y este tipo de dibujos era lo que buscaba perfeccionar.
En una carta que escribió María, una noche en la que se celebró el Espíritu de la Navidad, dejó claro a Dios, —ser supremo a quien dirigió sus letras—, lo que deseaba.
“Dios, quiero terminar mi carrera que es artes, con buenas calificaciones, graduarme, quiero ser una excelente retratista y ese va ser el sustento de mi hogar y de mi otra carrera que tengo en mente, ingeniería civil”, plasmó en una hoja blanca reciclada. Era su forma de hacer una petición cercana a la fecha de Nochebuena.
A sus 18 años, María también puso en manos de Dios, presentarle un novio que tuviese buenas intenciones para con ella y que la amara de verdad, pero solo si así estaba destinado para una joven de su edad.
Dentro de sus retratos, está la cara de Daddy Yankee, de quien era fanática, pero también la del actor Robin Williams, su hermana Nathaly, su mamá y sus sobrinas. Las paredes de su casa se sienten vacías, hace falta su presencia.
“Se ofrecía como facilitadora para enseñar a los niños técnicas de arte y se quedaba hasta de noche haciendo lo que le gusta y desde aquí la llevábamos hasta su casa”, recordaba un amigo.
Veintisiete días desaparecida pasó la estudiante. Su cuerpo lo hallaron en el último sitio donde la vieron con vida: el barrio San Sebastián, equidistante de los dos lugares más frecuentados por la estudiante: su casa y la universidad.
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