EXPERIENCIA PANORAMA
12:54 PM / 30/04/2018
Un perro abandonado, amputado, mutilado o con defectos congénitos es candidato a la vacuna que lo hará “dormir”. La eutanasia es la opción que recomiendan en su mayoría los veterinarios y la más usada por criadores, para quienes un canino de cuatro patas representa una “carga”.
La eutanasia en animales, explican los veterinarios, solo se debe aplicar en extremos casos, pero en la cotidianidad representa una rara “solución o escape” de los amos. Ana González, la única humana de una manada de casi 45 mascotas, entre gatos y animales, quiso romper este paradigma y emprender una campaña de conciencia por redes sociales para “decirle no a la eutanasia animal por discapacidad”.
La iniciativa voluntaria e independiente de Ana, conocida como “Ann”, fomenta una mejor solución para estas mascotas; se trata de proveerlos con sillas de ruedas que les permita tener una vida normal, activa y sin padecimientos. Una silla fabricada en Estados Unidos o Europa puede oscilar alrededor de los $600, pero esta caraqueña ofrece una alternativa por menos de $20.
Con tubos de PVC y de metal, tuercas, puntos de soldadura y ruedas de coches, carritos y bicicletas, Ana González se aventuró a crear sus propias sillas de ruedas para los animales rescatados.
“En menos de seis meses vendí casi 100 unidades. La gente las pedía para mascotas sin extremidades que tenían en casa. Me di cuenta de que existen personas que ante la oferta de eutanasia, prefieren conservar a sus animalitos como yo. Eso me motivó aún más”, recuerda.
Desde el 2011, Proyecto Nala, creado por Ana, atiende a los animales con alguna discapacidad motora. Su idea en rechazo al sacrificio de las mascotas comenzó con el rescate de una perra que sirvió de inspiración para este movimiento que ya cuenta con siete años: Nala. “La echaron a la calle porque tenía una gusanera en la pata. Por las redes sociales supe del caso, la rescatamos y cuidamos. Estos casos se repitieron en varias oportunidades por lo que decidí hacer el proyecto”, dice.
La Golden Retriever era una especie de saco de huesos en su lecho de muerte en el momento de su rescate, olía a podrido, tenía un trapo atado a una pata, sus huesos estaban expuestos y presentaba una enorme miasis que llegaba desde los dedos hasta la rodilla.
“Documentamos todo el rescate, lo subimos a las redes y la comunidad respondió a manos llenas, se pudo costear todo lo necesario para salvarle la vida a este animal que recibió dos transfusiones y luchó hasta lograr superar aquella adversidad con nuestra ayuda”, comenta la mujer que antes de dedicarse al proyecto Nala, hacía cortes y baños para perros a domicilio. Actividad que según ella, disfrutaba bastante.
En la manada de Ana hay otros perritos y gatos con discapacidades, además de Nala, quien quedó sin una de sus patas después del rescate. Todos, tienen sus respectivos equipos que facilitan su traslado.
“Mi manada cuenta con 45 individuos, entre perros y gatos; más de la mitad de ellos en condición de discapacidad. El aventurarse a rescatar un animal no es solo sacarlo de las calles, en ese momento apenas comienza un compromiso que uno adquiere y pacta con ese ser”, explica a PANORAMA.
Ana se encarga de la evaluación veterinaria de cada animalito rescatado. Los lleva a hacerse sus estudios, laboratorio, placas, tratamientos y se encarga de la alimentación. Luego, les busca un hogar en adopción, aunque confiesa que esto último no es fácil.
Una casa prestada en el estado Miranda es el refugio para la pandilla canina y felina de Ann. Para poder costear todos los gastos operativos que genera el cuidado de cada uno de los animales, creó una pensión para mascotas en esa misma residencia.
Después del rescate de Nala, la operación se replicó en varias oportunidades rescates similares a Nala. “Por discapacidad adoptamos a Ruffo y Catire que son animales con condiciones especiales; sobre todo Ruffo que necesita una silla de ruedas para poder desplazarse en espacios abiertos”.
La idea no es lucrarse a través de la venta de sus sillas, es por eso que Ana tiene tutoriales en YouTube para que cualquiera, con cierta agilidad manual, pueda fabricarlas en casa, con materiales de bajo costo. Para quienes no tienen habilidades, ella las ofrece y promociona a través de sus redes sociales.
“Decidí hacer un tutorial para que cualquier persona en el mundo pudiera hacer una silla de ruedas en casa, de tal forma que esa opción fuera un derecho y no un lujo para el amo. Tener esta herramienta no solo le da calidad de vida al animal sino a su humano”, comentó la creadora del proyecto.
El video que explica el paso a paso para la construcción de la silla fue colgado en Youtube desde el 2014 y cuenta con más de 200 mil reproducciones.
Ana González afirma que los animales se adaptan rápidamente al uso de la silla de rueda, sobre todo si se trata de una mascota activa o joven. Pero, la presentación del producto al perro o gato debe ser adecuada. La experta recomienda no hacer alborotos al ponerles la silla, pues podrían asustarse y sentir temor cada vez que la vean. Aclara que: “las sillas son una herramienta recreacional para ser usada por pocos minutos y siempre bajo supervisión”.
“Nala apenas fue el comienzo del proyecto que cada día suma más casos, cada uno con su particularidad, desde aquellos que son resultado del abandono y maltrato humano, hasta los que tienen condiciones especiales desde su nacimiento. Por ejemplo Catire, un perro que nació sin patas delanteras, condición que no le ha impedido disfrutar de su vida.
Caminando sobre sus patas traseras, él se aproxima con buen humor a saludar a personas que no conoce, siempre con el mismo objetivo en mente: engancharlos para jugar con una pelotita, esperando que se la lancen para él devolverla o atraparla con el hocico. Sin lugar a dudas, algo muy distinto a lo que la mayoría de la gente pensaría al verlo. Nala y Catire tienen algo en común: ambos pueden desplazarse por sus propios medios, una suerte que no todos los animales tienen”.
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