La libertad es un alimento suculento pero de difícil digestión, recordaba hace dos siglos exactos el Libertador Simón Bolívar parafraseando a Rousseau, en su extraordinario Discurso en Angostura, hoy Ciudad Bolívar.
Y nos señalaba algo más: que la libertad se ejerce sólo si se practica la justicia, y que para que exista esa justicia es necesario cimentarla sobre las leyes; leyes que son más el reflejo de las buenas costumbres que del uso de la fuerza.
Justamente la decisión que hoy celebramos, dejar atrás la experiencia de la Organización de Estados Americanos, se fundamenta en nuestro deseo de que se nos respete nuestra libertad.
Libertad para tomar nuestras propias decisiones, para elegir un modelo de sociedad más humano, más justo, el que más se parezca a nosotros, para decidir el destino de nuestras riquezas naturales siempre a favor de todo el pueblo y para establecer relaciones de respeto con los vecinos del mundo.
En ese sentido, necesario es destacar que el Padre de la Patria se preguntaba en su discurso: ¿No dice el Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias para el Pueblo que las hace? ¿Que sería una gran casualidad que las de una Nación le puedan convenir a otra? ¿Que las Leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida delos Pueblos?
Luego agregaba el Libertador que nosotros ni somos Europa ni Estados Unidos. Le explicaba a los constituyentistas allí reunidos que para poder construir una carta de ruta, una Constitución, era necesario entender que resulta imposible asignar, con propiedad, a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha ligado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma Madre, nuestros Padres, diferentes en origen y en sangre, somos extranjeros, y todos diferimos visiblemente en la epidermis: esta diferencia trae un reto de mayor trascendencia.
Cuánta sabiduría en la palabra de nuestro máximo líder. La suya era una radiografía por adelantado de nosotros, sus herederos, quienes continuamos enriqueciéndonos con la genética, las costumbres, tradiciones y hábitos de otros pueblos como el asiático y el musulmán.
Fue ese crisol el que nos hizo convertirnos en un pueblo libertador y jamás dominador. Eso está tan dentro de nuestra sangre como el indómito espíritu de construir sin detenernos a copiar a otros. Sin aceptar imposiciones de ningún tipo.
No está en nosotros aceptar gustosos una moneda ajena que se nos oferta como una opción para resolver problemas, pero que no podríamos controlar los venezolanos, lo cual nos pondría a merced de los deseos y las necesidades de otros gobiernos. Tampoco queremos que se continúe mintiendo sobre supuestas donaciones que son en verdad una gran hipocresía. Tenemos con qué comprar lo que necesitemos en cualquier parte del mundo, es el bloqueo asesino impuesto por los Estados Unidos lo que nos impide adquirirlos, exigimos nuestro derecho a hacerlo sin restricción alguna.
Como pueblo único y especial, tenemos y ejerceremos siempre el derecho irrenunciable de seleccionar nuestra forma de vivir, nuestros criterios de logro y bienestar, nuestra organización social, sin tener que justificar ante nadie ajeno el porqué de cada una de nuestras decisiones. Nadie puede imponernos con quién podemos o no podemos relacionarnos. Ésa es nuestra soberana decisión.
La coincidencia de que nuestra separación de la OEA se produzca cuando nos estamos acercando a mayo nos retrotrae a otro hecho histórico: el de aquel ejército de andinos que encabezado por Cipriano Castro inició su camino hacia Caracas en 1899, luego de ir dominando a todos los caudillos de aquel cuero seco que era Venezuela. Se conoció como la Revolución Liberal Restauradora. Ya instalado en la capital, Castro decidió hacer varias cosas: modernizar el ejército, reordenar las finanzas del Estado, consolidar la visión centralista y, principalmente, pagar la Deuda Externa.Así con mayúscula. Pero eso no le gustó a los países imperialistas como Inglaterra, Alemania, Holanda y Estados Unidos. ¿Por qué? Porque a los prestamistas no le interesan tanto el dinero de vuelta, como el poder que pueden ejercer sobre el endeudado. Igual que hoy, el interés de esas potencias no era otro sino el de apropiase de nuestra riqueza petrolera; que hoy sigue siendo ambicionada junto con una otra gran variedad de recursos desde el oro y otros minerales fundamentales para la vida moderna, hasta el insustituible oro azul: el agua.
Nos bloquearon, bombardearon La Guaira y Puerto Cabello. Y por eso hasta José Gregorio Hernández salió a defender la Patria, porque en los momentos de crisis, sólo hay dos bandos posibles: el de los leales a la patria, y el otro… el de los traidores.
En eso consiste nuestra libertad, en elegir el destino que más se parezca a nosotros, y no el que se nos quiere obligar a aceptar.
Bolívar lo dijo, lo repitió Zamora, lo volvió a decir Castro, luego lo confirmó Chávez, y nosotros con Maduro lo sostenemos: somos un pueblo soberanamente libre, independiente, no aceptamos tutelaje de nadie, ni de la OEA ni de Estados Unidos. Elegimos a nuestros amigos y construimos nuestra propia felicidad.
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