Agencias
Cortesía El País de España
Durante años, Holly y Bakhari repitieron el mismo comportamiento para disfrute de los visitantes del zoo de San Luis, Estados Unidos. Sin que se llegasen a conocer las causas, sin que nadie les enseñara, las dos chimpancés se coordinaban de forma extraordinaria para caminar por su recinto en lo que los humanos llamaríamos una conga.
Andaban una detrás de otra, sincronizando al milímetro el ritmo y la velocidad de sus pasos, aunque encontrasen obstáculos en su camino.
Los primatólogos que ahora las han estudiado --una de las chimpancés murió en 2018-- consideran que es "extraordinario" y que ofrece claves muy interesantes sobre la evolución humana más allá del regocijo que provocaba verlas en acción.
Los especialistas consideran que estos balanceos son mucho más que un juego. Dado que humanos y chimpancés nos separamos de un ancestro común hace unos seis millones de años, es probable que las raíces del baile y el ritmo nos acompañen desde entonces.
Una hipótesis
Holly y Bakhari nacieron en 1998 con solo un par de semanas de diferencia, en zoos distintos, y fueron trasladadas al de San Luis sin sus respectivas madres, lo que les provocó indudables carencias sociales y afectivas. Solas y de la misma edad, las chimpancés tejieron una fuerte relación.
De ahí pudo surgir esta conga: es habitual que animales con este tipo de carencias reproduzcan gestos estereotipados y movimientos repetitivos. Esa danza sería, por tanto, un comportamiento que las reconforta y proporciona cierta paz: el baile tendría una función reparadora y de fortalecimiento de lazos sociales.
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