Un abrazo fraterno y militante
Fuente: A.E.TEMAS ABORDADOS
TEMAS: ESCENARIO POST ELECTORAL, ECONOMÍA
MATRICES: Fraude / Crisis humanitaria / Hambre / Corrupción / Cambio de gobierno
BALANCE GENERAL
EDITORIAL DE EL NACIONAL “…el fraude electoral es un hecho consumado. Ya no tiene sentido seguir dilapidando lo que no se tiene, de modo que, de aquí en adelante, no hay cómo satisfacer la mendicidad con que el gobierno humilló, ofendió y extorsionó a los más necesitados (…) Hay quienes acuden todavía a la banca pública con la esperanza de cobrar lo que le prometieron el 20 de mayo...”
RUBÉN OSORIO CANALES: “…nunca como ahora una población que sufre las penurias de una crisis humanitaria que el régimen se niega a reconocer estuvo tan frustrada y abandonada a su propia suerte (…) ni el gobierno ni la oposición tienen modo de resolver los problemas que nos aquejan (…) la caída, antes de Chávez y ahora de Maduro, es inminente…”
RAMÓN HERNÁNDEZ: “…la solución, es una caja con unos pocos productos de mala calidad que no sacian el hambre de nadie y enriquecen a los pocos de siempre (…) El anuncio de que los mercados municipales pasan al control de los consejos comunales es como cantar ´Bella ciao´ en la selva a medianoche, no espanta los miedos y los tigres identifican dónde está la presa…”
JOSÉ DOMINGO BLANCO: “…Para salir de la situación actual requerimos, con carácter de urgencia, algo que no tenemos (Dinero)…No hay dinero porque ha caído la producción petrolera…”
ARTÍCULOS DE OPINIÓN
CANDANGA CON BURUNDANGA (EDITORIAL, EL NACIONAL)
Hizo mal Cabello al desmentir la existencia, en el país, del plan “ubica tu casa”. Y lo hizo con habla cantinflera y falaces argumentos como este: “Ahora la derecha anda con una campaña de miedo de ubica tu casa, como que si este gobierno, luego de que le ha dado al pueblo más de 2 millones de casas, ahora le vamos a quitar la casas a los que se fueron de viaje”. Un cursillo de sintaxis no le vendría mal.
Debemos precisar que, de acuerdo con serias investigaciones al respecto, el número de viviendas construidas por el chavismo en sus 20 años de regencia difícilmente alcance las 500.000 unidades, pues, según estimaciones del Colegio de Ingenieros y la Cámara de la Construcción, basadas en los materiales consumidos por la misión correspondiente, a duras penas se podría hablar de 50.000 moradas anuales, menos de la mitad del promedio construido durante los denostados 40 años de república civil.
Por otra parte, centenares de personas han sido interpeladas por supuestos encuestadores y supervisores que estarían realizando catastros de disponibilidad de casas, apartamentos y solares desocupados y ociosos, lo cual resulta extremadamente sospechoso, de modo que no se trata de un rumor, cual sostiene el engarrotado capitán, sino de una infundada inquietud ante el amenazante acoso de aves carroñeras prestas a precipitarse sobre algún cadáver.
Hay otro elemento que se debe tener en cuenta para entender por qué cunde el pánico entre gente que trabajó buena parte de su vida para asegurarse un techo y, con sudor y esfuerzo adicionales, un llegadero vacacional: ya el fraude electoral es un hecho consumado. Ya no tiene sentido seguir dilapidando lo que no se tiene, de modo que, de aquí en adelante, no hay cómo satisfacer la mendicidad con que el gobierno humilló, ofendió y extorsionó a los más necesitados, para obligarlos, carnet de la patria mediante, a votar por Nicolás Maduro. Hay quienes acuden todavía a la banca pública con la esperanza de cobrar lo que le prometieron el 20 de mayo. Invariablemente se encuentran con la seña del mudo, ¡por aquí! Se acabó lo que se daba y a comerse un cable que esto se pone color de hormigas.
Ante la imposibilidad de seguir subsidiando la pereza, e incapacitados para reactivar una economía en desintegración, el gobierno y la plana mayor del psuv (minúsculas aposta) han comenzado a hacerse los locos y escamotear las expectativas de sus seguidores: ¡arréglenselas como puedan!
Y ya sabemos que ese arreglárselas como puedan se traduce en irrespeto a la propiedad privada, especulación desmedida en la prestación de servicios, como el transporte, exacerbación del estraperlo y el bachaqueo, compra y venta de efectivo para sacar de la nada lo que hasta pocos días antes del arrebatón comicial se tenía más o menos asegurado. Pero, ahora, camaradas, no hay cobres para repartir.
Eso no sería problema, si hubiese empleo bien remunerado; pero, ¿quién puede trabajar por un salario que no alcanza para comprar media docena de huevos? ¿Será esto una fabulación de la derecha? Claro que no. El capitán del mazo sabe que lo que viene es candanga con burundanga.
EL 20 DE MAYO PERDIMOS TODOS (RUBÉN OSORIO CANALES, EL NACIONAL)
Nunca fue tan difícil para la oposición el camino a recorrer en la búsqueda de una ruta que conduzca a una unidad de propósitos. Nunca, como ahora, los desencuentros fueron tan irreconciliables, y nunca como ahora una población que sufre las penurias de una crisis humanitaria que el régimen se niega a reconocer estuvo tan frustrada y abandonada a su propia suerte. Mientras 80% de la población se debate entre luchar o resignarse, recuperar la fe perdida o rescatarla, quedarse o irse, el país se derrumba ante un hecho por ahora inevitable, ni el gobierno ni la oposición tienen modo de resolver los problemas que nos aquejan. La razón es muy sencilla, estamos ante un régimen que no reconoce sus errores y una oposición dividida, desorientada, sin saber qué hacer y son sus contradicciones las que la sumen en la derrota continuada que viene sufriendo desde el triunfo electoral de 2015, oh paradoja, a manos de un gobierno que tiene el rechazo de más de 85% de la población, algo que solo tiene explicación en un altísimo grado de irracionalidad.
En el momento de mayor debilidad de un régimen dictatorial como el que tenemos, acosado como está por sus propios errores, y con el repudio mayoritario de todos los países democráticos del mundo, sancionados gran parte de sus funcionarios por la comunidad internacional, ver a un presunto liderazgo opositor inmerso en contradicciones y espejismo, en una guerra de descalificaciones que no hacen otra cosa que abonar en el discurso dictatorial del régimen y despertar sospechas graves en el pueblo que termina sin verse representado ni por el gobierno ni por la oposición, es algo que solo nos puede llevar a una sombría perplejidad, cuando no a un estado de frustración general transformable en una muy peligrosa resignación.
A estas alturas del juego y después de esa búsqueda de una unidad nunca alcanzada porque han sido más fuertes los proyectos personales que el interés de la nación, es necesario reconocer que la oposición yace, si no sepultada, extraviada e irreconocible, fracturada en varias fracciones, cada una con la pretensión de ser reconocida y buscando su espacio, lo cual indica que quien tiene todavía el sartén por el mango con todo y su aislamiento, con todo y las sanciones, con todo el repudio nacional e internacional que tiene sobre sus espaldas y su pésima gestión, es el régimen, que, vuelvo a repetir, no está solo.
Lo que no han entendido quienes vienen predicando cada día con una preocupante insistencia autista “que el gobierno tiene sus días contados, que la caída, antes de Chávez y ahora de Maduro, es inminente”, es que con toda esta división que los ha llevado a lavar los trapos sucios a toda hora públicamente y con lenguaje vulgar y atropellado, es que a quien le han dejado que imponga sus reglas, cuestión desde todo punto de vista inexplicable, es, precisamente, al enemigo de todos, y en esas condiciones y estando a este punto las cosas es necesario reconocer que el 20 de mayo, después de las derrotas sufridas a lo largo de 2017, cuando la división oposicionista no pudo impedir la constitución de la espuria constituyente, y se impuso sin anestesia el imperio de facto sobre el de jure, o sea, de las hechos sobre el derecho, sucedió que el país democrático amaneció derrotado, que perdió la MUD, perdieron los abstencionista, perdió Falcón, perdimos quienes creemos que todo proceso electoral es un acto de unificación y animación de la protesta, perdió el pueblo y con ello perdió Venezuela y lo peor es que no hay excusas para este desastre y, si queremos ser honestos, tendríamos que decir que en materia de culpas nadie se salva.
Perdieron las voces que desde el día 21, atrincheradas en la ilusión de una victoria, celebraron el “estruendoso silencio de las urnas” cantando loas a “la rebelión del pueblo que se negó a votar”, mientras, vaya paradoja, el CNE proclamaba ganador a Maduro, sin que el organismo fuese acosado, como debía serlo, por su comportamiento durante todo el proceso, por su evidente acoplamiento con la voluntad del régimen, al no poner reparos en la inconstitucionalidad de esos comicios y otros detalles habituales de su conducta que todos conocemos.
Perdimos los que defendimos la vía electoral al no poder convencer a la gente de que ese era camino indispensable para enfrentar al gobierno en la calle con un discurso capaz de descubrirlo en sus más íntimos errores, injusticias, contradicciones y fechorías, que dejaban al descubierto el inmenso desprecio que este régimen comunista tiene por la gente. Perdió el pueblo porque su suerte con esta realidad prolongada no tiene mejora alguna y sus penurias serán mayores.
También perdió el gobierno cuando su conducta chantajista, hecha a base del carnet de la patria, las bolsas CLAP, las amenazas de despojo a quienes habitan en la llamada misión vivienda si no votaban por él, no les funcionó y más de 2 millones de sus ex partidarios prefirieron abstenerse en señal de rechazo inequívoco a la mala conducta del régimen. Ese es el escenario real en el que está montado este largo período que llegó a tener forma de sainete y terminó por convertirse en una tragedia en la que ha triunfado el mal sobre el bien, la irracionalidad sobre lo racional, que nos arrastrará por mucho tiempo si las oposiciones no toman el camino de la unidad en un tiempo que ya pareciera estar pasando, si es que tomamos en cuenta que mientras hay un Frente Amplio y otros grupos que quieren lograr condiciones justas para ir a unas elecciones este mismo año, hay un frente abstencionista que dice que pensar en nuevas elecciones es una falta de respeto.
Ahora tenemos a una MUD fracturada en el campo de batalla, una nueva coalición formada por Henri Falcón, un frente dirigido por Vente Venezuela y el partido de Ledezma, líder que en el mejor momento de su lucidez declaró que si la Coordinadora Democrática no existiera era necesario crearla, y una mujer como María Corina Machado que en mayor momento de su euforia opositora declaró “somos mayoría”. Y ante esta división opositora este cronista se pregunta: ¿a cuál de esos grupos escuchará la comunidad internacional que ha sentenciado al gobierno como una dictadura? ¿Quiénes llevarán la voz cantante en este reinicio de la lucha? ¿Quiénes acudirán a la OEA, la ONU y demás organismos internacionales a exponer la inaguantable situación venezolana? ¿Quiénes serán los que se sentarán al llamado al diálogo planteado por Maduro con la cartilla ya preparada por Rodríguez Zapatero? ¿Cuán atendible será el discurso opositor irracionalmente fracturada? Las preguntas son muchas más, pero esta son suficientes y configuran una realidad negativa y perversa de donde tiene que partir una oposición irracionalmente fracturada como está y sin fuerza visible, a la hora de buscar un reencuentro unitario que ayude a levantar el ánimo de una sociedad frustrada, con los sueños rotos y una voluntad de lucha francamente mermada, si es que quiere permanecer en la lucha y definir sus estrategias para el futuro inmediato. Pienso que si alguna lección pudo haber dejado este 20 de mayo es que sin unidad y pensando solamente en Venezuela sin sentimientos e intenciones subalternas, no será posible derrotar a un régimen que abusa de su falta de escrúpulos, a la hora de defender el poder. Lamentablemente, los caminos tomados por las oposiciones cada día se alejan más y eso sí conduce a una perdición definitiva del país, de la democracia y por supuesto de la libertad. A no dudarlo esta historia continuará y veremos si es cierto aquella consigna lanzada desde el Frente Amplio, según la cual “Venezuela no se rinde”.
LLEGÓ LA HAMBRUNA Y NO SABE CHA-CHA-CHÁ (RAMÓN HERNÁNDEZ, EL NACIONAL)
Nunca vi a mis abuelos bailando; ella no sabía hacerlo o no le gustaba y él prefería acompañar a los músicos sonando un par de cucharillas. No había tocadiscos ni iPod y bailar con la radio no se acostumbraba. Habría sido como meterse en una fiesta ajena. Metódico y certero con los números, el abuelo sabía cómo serían las lluvias ese año y cuál sería la mejor siembra. Se iba al amanecer al campo y regresaba cuando el sol se plegaba. También viajó y fue víctima de los desastres económicos de los políticos en tierra propia y ajena. Un sobreviviente de las guerras, tanto de las que se hacen a cañonazos como las de los embustes, que son más y tienen consecuencias similares: sufrimiento y millones de muertos.
No conoció a Jorge Giordani ni habrían tenido nada de qué hablar, pero había sido víctima de su discurso en otras bocas y variadas circunstancias: inflación, devaluación, control de cambio, reparto equitativo de la riqueza y hasta democratización del capital. Cada una de esas palabras afectó de alguna manera su vida y también su cuerpo, que son iguales y distintos a la vez. Con la inflación y la escasez, dejó de fumar, sin café no tenía sentido hacerlo. Rompió la pipa y botó el tabaco. Las otras calamidades no fueron tan fáciles de superar, las más resultaron imbatibles.
Salvo en sus días de muchacho, nunca fue un militante político. Entendió y se desencantó muy rápido del socialismo; se quedó con una consigna elemental y equivocada: “Si no trabajo no como”. La verdad es otra, si no te metes en la política, la política se mete contigo, y solo para perjudicarte con las equivocaciones de los otros.
Fue así cuando conoció la palabra devaluación y todos sus ahorros se volvieron sereta. Ganaba bien en el puerto cargando barriles de cemento de 500 kilos; aunque se llenó de hernias y las rodillas se le desconflautaron aceptó el sacrificio por el bien de la familia, pero todo lo que tenía guardado lo perdió. Después le tocó el control de cambio y le dieron 3 lochas por la finca. A los 75 años de edad, y con 2 bastones, tuvo que trabajar otra vez como obrero, de 6:00 am a 6:00 pm, a cambio del salario mínimo, 8 bolívares diarios, poco menos que 2 dólares, con una producción mínima.
Hoy los obreros venezolanos, después de 20 años de retórica socialista y con las medidas económicas de Giordani, no hay que olvidarlo, ganan mucho menos de 2 dólares al mes, y poco hay en el mercado que cueste por debajo de 50 centavos de dólar. El remedio, no la solución, es una caja con unos pocos productos de mala calidad que no sacian el hambre de nadie y enriquecen a los pocos de siempre.
Los que sustituyeron a Giordani como cerebro económico tampoco leyeron a Marx ni saben mucho de economía, son marxistas creyentes: rezan para que Dios provea. Ignorantes. En su histórico nominalismo insisten en que basta no nombrar los problemas para que estos desaparezcan o se invisibilicen.
Salvo la tardía y costosa medida de quitarles tres ceros a los billetes, ninguna otra decisión o idea se le ha escuchado a la camarilla asida al poder. El anuncio de que los mercados municipales pasan al control de los consejos comunales es como cantar “Bella ciao” en la selva a medianoche, no espanta los miedos y los tigres identifican dónde está la presa. Si desconocen cómo funciona el capitalismo, la ley de la oferta y la demanda; si su propia actividad de enriquecimiento es tramposo mercantilismo, mucho menos saben de producción socialista. Nunca la estudiaron. Si hubieran hecho la tarea se habrían dado cuenta de que es una gran equivocación, que hasta las novelitas de Corín Tellado tienen más lógica.
Teniendo los testimonios de la Unión Soviética, de la China de Mao, del rotundo fracaso cubano, que de ser el primer productor mundial de azúcar pasó a sobrevivir con “carne” enlatada rusa, estos teóricos de bulín escogieron el peor de todos los caminos: el hambre, la miseria, la desolación y la ruina absoluta del país. No tienen cerebro, ni perdón, solo agallas para robar. Sin inventario ni efectivo.
SOPLAN VIENTOS A FAVOR (JOSÉ DOMINGO BLANCO, EL NACIONAL)
—Sabemos lo que hace falta para salir de esta crisis; pero, ya no lo tenemos
—¿Y qué es mi pana?, le pregunté
—Dinero
Así me respondió mi amigo el economista Orlando Ochoa, a quien tenía tiempo sin ver y con quien, casualmente, me crucé hace pocos días. No titubeó para darme su diagnóstico, rápido, simple y certero, de la situación. Le bastó una sola palabra y no necesitó fórmulas complejas que solo entienden los expertos en la materia. Para salir de la situación actual requerimos, con carácter de urgencia, algo que no tenemos. Algo que no aparecerá imprimiendo más billetes ni ofreciendo una reconversión, ni remarcando, ni sacando de circulación todos los billeticos de 100 o inventando un nuevo cono monetario que, antes de entrar en marcha, ya huele a devaluado.
No hay dinero porque ha caído la producción petrolera. Y ni con decretos de autonomía, ni otorgando plenos derechos, la industria se reactivará y comenzará a extraer el petróleo que se necesita para llenar los miles de barriles que tenemos que vender para obtener algo de ingresos; ingresos que urgen para salvar la economía del país. No hay dinero para pagar las deudas del régimen con los acreedores internacionales, que tienen todo listo y están a escasos minutos de embargarnos. No hay dinero para echar a andar la maquinaria productiva o poner a funcionar otros sectores estratégicos con los que, antes, obteníamos algún dinerito. No hay dinero porque el que había, que resulta que era mucho –muchísimo–, fue a parar a “otros fondos” y se lo están gozando algunos inescrupulosos sin remordimientos, que hicieron de la corrupción su jugoso y rentable modo de vida.
El dinero se esfumó y dejó, en su ausencia, un deterioro inocultable. Sin embargo, en medio de esta oscuridad, algunos sectores del país se reinventan para soportar el vendaval que nos azota. Lo vi en la XLVIII Asamblea Anual de Consecomercio, donde, pese a las dificultades, los empresarios se las ingenian para surfear el tsunami y aportar sus experiencias de supervivencia para el futuro que no tarda en llegar. Ese al que apuestan y en el que confían, aún cuando son conscientes de que el momento actual les adversa. Y, sin embargo, pese al escenario, ajustan sus ofertas de servicios para satisfacer la demanda de los consumidores locales: y lo hacen convencidos de que es ahora, que es en este momento cuando Venezuela los necesita sacando el pecho por ella.
Durante el evento tuve la oportunidad de compartir tribuna con importantes empresarios, cuyos negocios suman en años más de cien: escuchar sus experiencias que no estuvieron exentas de momentos clave y tensos que pusieron en riesgo sus operaciones; pero que, no obstante, lograron superar. Escuché el paseo por la historia que nos hizo el académico Rafael Arráiz Lucca, que magistralmente describió la vida comercial de una Venezuela que, en algún momento de su pasado, ocupó los primeros sitiales en el ranking de la prosperidad económica del continente.
Tampoco faltó el diagnóstico de la situación política y económica actual del país, exposiciones que estuvieron a cargo de Benigno Alarcón y Henkel García. Y como podrán suponer, el escenario no es alentador. Venezuela vive un momento inédito, muy difícil; pero, no insuperable, según la opinión de estos expertos. Es verdad que la situación política parece un juego de dominó trancado. Es muy cierto que la hiperinflación nos tiene al borde de un serio colapso. Incluso, según los cálculos de Econométrica, la inflación de mayo cerrará en 99,2%. Y, sin embargo, la buena noticia para quienes nos aferramos al país es que, una situación tan asfixiante como la actual, no será eterna. Y será, desde todo punto de vista, la que impulse la aplicación de los correctivos urgentes e inmediatos que se requieren.
La situación económica será, muy probablemente, la que propicie los cambios políticos. Cambios para salir de este modelo inservible y nefasto. Cambios no para radicalizarlo, sino para erradicarlo y dejarlo como un capítulo desventurado de nuestra historia, que jamás debemos volver a procurar. Es lo que aspiramos los venezolanos que no dependemos de una caja Clap o un bono de la patria, sino que hemos construido nuestras hojas de vida con el producto de puro esfuerzo y trabajo. Pero, aún el tránsito por este túnel oscuro, peligroso y miserable, no termina. Sin poder precisar cuánto falta para salir de esta crisis, situaciones similares en otras regiones demuestran que, tarde o temprano, esta caída libre en algún momento se detiene y toca fondo. Y comienza a reflotar lo bueno del país. A poner en marcha las oportunidades que hoy, incluso en medio de la crisis, se están ideando y engendrando.
No es hora de echar para atrás, y eso lo percibí en cada uno de los empresarios que siguen metiéndole el hombro a Venezuela y no pierden la confianza en ella. El tiempo es relativo cuando lo que está en juego es el futuro de un país. Y nuestra esperanza es que ese tiempo, el de los vientos a favor, el que se llevará las malas vivencias, pronto comenzará a soplar con más fuerza.
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