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Llegó como un adolescente desaliñado con un uniforme que apenas se le ajustaba y cabellos rizados saliendo por debajo de una gorra a menudo torcida.
Se va como uno de los mejores jugadores que haya lucido el uniforme de los Marineros de Seattle tras una carrera merecedora de su apodo de “King Félix” (Rey Félix).
Félix Hernández hará el jueves su última apertura de la campaña cuando los Marineros reciban a los Atléticos de Oakland. Es un partido importante para los Atléticos en sus aspiraciones de obtener un comodín en la Liga Americana. Pero lo de Oakland será eclipsado en Seattle por lo que suceda en el montículo, cuando el número 34 casi seguramente tendrá la pelota por última vez para los Marineros.
Una carrera que comenzó en 2005, cuando Hernández era un joven de 19 años con toda la promesa del mundo, va a llegar casi seguramente a su fin _ al menos en lo que se refiere a Seattle. El contrato de Hernández expira tras la campaña y ambas partes parecen listas para tomar vías distintas.
Si Hernández vuelve a lanzar no está claro. Él quiere hacerlo.
Pero luego de 15 temporadas y más tiempo en la lista de lesionados que en la lomita en años recientes, pudiera no haber muchos que cortejen los servicios de un pitcher de 33 años con velocidad reducida y más de 2.700 innings en su brazo derecho. Hernández tiene marca de 1-7 en 14 aperturas esta temporada, con un promedio de carreras limpias de 6.51. No ha ganado más de 10 juegos desde 2016, que fue la última vez que tuvo una efectividad menor de 4.00.
“Yo no quiero retirarme todavía”, dijo Hernández tras su apertura previa en Baltimore. “Pienso que puedo competir con cualquiera. Fue un día difícil con mi hombro. Pero si estoy saludable, puedo competir”.
No importa lo que suceda después, Hernández será para siempre un ícono de los Marineros mencionado junto con Griffey, Ichiro y Edgar. Fue sin dudas el mejor lanzador en la Liga Americana durante gran parte de su tiempo en Seattle. Ganó un Cy Young y probablemente debió haber ganado un segundo. Lanzó además un juego perfecto, uno de apenas 23 en la historia de las mayores.
En sus mejores años, era cautivante verle en el montículo. Era el rostro de una franquicia que lo necesitaba desesperadamente y amaba a Seattle como pocos. Rechazó una oportunidad de lanzar para otros equipos _ Nueva York, Los Ángeles, ciudades de más brillo _ pero les instruyó a sus representantes que le mantuviesen donde estaba.
Esa historia es la razón por la que el jueves por la noche será emotivo, de seguro para los fanáticos. Hernández pudiera ser capaz de contener las emociones del momento.
“Mira, no sé lo que va a pasar”, dijo. “No sé si me voy a emocionar. No sé si voy a estar callado. No sé si voy a estar feliz. No lo sé”.
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