¿Qué se esconde detrás de la temida epidemia, originada por un nuevo coronavirus en China, que con su propagación está atemorizando a la población mundial?
El mundo está siendo testigo de una histeria colectiva que se está extendiendo con una gran virulencia en cualquier rincón del globo terráqueo a causa de la propagación rápida y descontrolada del brote del nuevo coronavirus denominado COVID-19 que se originó en la ciudad china de Wuhan en diciembre de 2019.
Desde entonces, más de 82 452 personas han sido diagnosticadas a causa de esta enfermedad en varios países del mundo, de las cuales unas 2809 han fallecido y 32 756 se han recuperado de este virus que infecta las vías respiratorias y causa síntomas que van desde un cuadro leve de tos seca o fiebre a insuficiencia respiratoria aguda y neumonías potencialmente mortales como se viene registrándose hasta el momento.
No se sabe a ciencia cierta cómo llegó este virus a contagiar a los afectados en la urbe china de Wuhan, pero aparentemente, según las autoridades del gigante asiático, el primer contacto del citado virus con sus víctimas se habría producido en un mercado local de esta gran metrópoli con 11 millones de habitantes. De tal modo que la causa de la dolencia diagnosticada en los afectados fue identificada el 7 de enero como un nuevo coronavirus.
Las autoridades sanitarias chinas comunicaron días más tarde que el patógeno podía transmitirse de persona a persona, es decir, a través del contacto y a través pequeñas gotas de saliva que el portador del virus excreta al toser y contagia a personas de su entorno más cercano que se encuentran a una distancia de aproximadamente un metro como máximo.
Antes de nada, es necesario explicar que un coronavirus pertenece a una extensa familia de virus que afectan al ser humano y a varias especies de animales. Hasta ahora había seis conocidos que podían enfermar a una persona de las cuales cuatro causan el resfriado común, entre ellos está el del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) surgido en 2002 también en China y el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS, sus siglas en inglés) aparecido en 2012 en Arabia Saudí.
Cabe destacar que los coronavirus que solo afectan a algunas especies pueden sufrir mutaciones genéticas que les permiten saltar a otras y volverse virulentos para el ser humano, como es el caso del SARS que causó más de 800 muertes y del MERS que mató a 850 personas. Las investigaciones realizadas en su momento apuntaron que el origen de ambos síndromes respiratorios está en los murciélagos y esta es la principal hipótesis que se baraja también para el nuevo coronavirus denominado COVID-19.
Hasta aquí los datos y las cifras de víctimas mortales publicadas y conocidas a causa de este brote de nuevo coronavirus por sí solas no deberían generar pánico entre la población mundial sino no fuera porque no existe tratamiento específico ni vacuna para curar a los diagnosticados con este patógeno.
Es de tal magnitud el temor generalizado entre la población mundial de llegar a contagiarse, en concreto, en los de aquellos países en los cuales se sabe de fuentes oficiales de la existencia y la propagación del brote entre sus habitantes, que las autoridades locales de estas naciones han decidido impulsar una campaña informativa a gran escala a fin de tranquilizar y calmar los ánimos de sus conciudadanos que se encuentran en alerta por las posibles consecuencias letales de la infección.
Son muchos los que están atemorizados por lo que pueda surgir en un futuro no muy lejano, debido a que la epidemia aparecida en Wuhan se convierta en una pandemia mortal a nivel mundial, que contamine a un mayor número de la población global dado que no existe a día de hoy un tratamiento específico para su cura, y eso a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha venido apuntando que la tasa de mortalidad del nuevo patógeno COVID-19 es baja, entre el 2 % y el 3 %, en comparación con virus similares, según los primeros datos disponibles. De hecho, al virus del SRAS se le atribuye una mortalidad de entre el 10 % y el 18 %, y el del MERS alcanza al 35 % de los enfermos notificados, según la OMS.
Llegados a este punto, a uno se le viene a la mente estas películas del género de ciencia ficción y terror producidas en su mayoría en la meca del cine hollywoodense que tratan sobre la extinción de la raza humana sobre la Tierra provocada por una apocalíptica pandemia originada por un patógeno que fue creado en algún laboratorio científico que investiga sobre las mutaciones genéticas de los seres vivos con patrocinio de los gobiernos.
Los guiones de los largometrajes apocalípticos de la industria filmográfica estadounidense describen un escenario terrorífico que en el mejor de los casos muestra a una gran parte de la población mundial diezmada por el contagio del patógeno, es decir que han muerto en masa, mientras que los supervienes buscan como sobrevivir en esta circunstancia y en el peor de los casos estos guiones enseñan una situación mucho más aterradora si cabe al mostrar las megas metrópolis vacías de gente y coches abandonados en medio de sus vías cuando a continuación en otra escena se ve a un grupo de personas huyendo de una avalancha enloquecida de individuos con caras ensangrentadas que les persiguen con el objetivo de alcanzarles para luego matarles solo para alimentarse, es decir, zombis que han sido infectado por el virus engendrado en los laboratorios antes mencionados.
Volviendo al caso del pánico mundial por la propagación del nuevo coronavirus denominado COVID-19 no es difícil de imaginar la situación descrita en el párrafo anterior y más cuando hay bulos que van pasando de mano a mano entre los usuarios de las redes sociales que apuntan a la posibilidad de que los gobiernos de Estados Unidos y China han estado de algún modo vinculados con la aparición de este patógeno.
No se sabe a ciencia cierta el origen de estas noticias que solo aumenta la angustia mundial, pero lo que es cierto es que quien haya inventado tal bulo habrá basado sus suposiciones sobre los hechos que todos conocen de sobra por los medios de comunicación, es decir, la imparable ansias de las superpotencias, como es el caso de EE.UU. y China, de querer avanzar en los sectores tecnológico, económico, industrial y militar para ponerse por delante del adversario que no dudan en emplear cualquier medio para lograr sus objetivos.
A nadie se le escapa que EE.UU. invierte una ingente suma de su presupuesto anual para financiar programas científicos que investigan sobre agentes patógenos que puedan ser producidos para usarlos como armas biológicas. Y como es obvio, las otras superpotencias tampoco se quedarían con los brazos cruzados contemplando sin más de como Washington le sacaría ventaja en este estratégico campo.
Es por ello que algunos usuarios de las redes sociales conjeturan con que este nuevo coronavirus se habría producido en algún laboratorio militar chino que por algún motivo a los científicos se les habría escapado de entre sus manos la cepa del virus que infectó a posteriori la ciudad de Wuhan, mientras que otros internautas sostienen que la fuente del brote se habría originado en un laboratorio bioquímico estadounidense, ya que, según estos últimos usuarios, el Departamento de Defensa de EE.UU. (el Pentágono), bajo órdenes de la Casa Blanca, estaría detrás del proyecto de este engendro mortal con el único fin de instrumentalizarlo a niveles propagandísticas en contra de sus adversarios extranjeros tanto si se trata de usarlo en el campo de batalla como si se trata de explotarlo en el campo político, en este último caso a través de la poderosa maquinaria administrativa del Gobierno de Estados Unidos.
De hecho, Washington ha querido aprovecharse políticamente de los casos de contagio habidos en Irán que las autoridades persas han venido informando de ello desde que se conociera los primeros infectados entre la población por el nuevo coronavirus que a fecha de hoy la cifra de contaminadas es de 245 personas, de las cuales han muerto unas 26 y otras 61 que han sido dadas de alta de los hospitales donde estaban bajo cuarentena.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, en su habitual retórica antiraní, ha querido transmitir el pánico entre la población persa al alegar que el Gobierno de Irán, presidido por su homólogo Hasan Rohani, ha estado escondiendo la verdadera magnitud de la catástrofe que supone el contagio del virus a su pueblo.
Mientras Trump ha buscado generar un miedo generalizado entre el pueblo persa, sin que revelara las cifras de los propios infectados dentro de su país, resulta que una empresa de biotecnología de EE.UU., llamada Moderna Inc. con sede en Norwood, Massachusetts, ha enviado hace unos tres días el primer lote de su vacuna de coronavirus, denominada mRNA-1273, rápidamente desarrollada y experimental, al Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés) para que los investigadores efectúen las primeras pruebas en humanos para analizar si podría ayudar a suprimir la epidemia originada en China.
Teniendo en cuenta que solo han pasado menos de dos meses desde que Pekín alertara sobre el contagio del este nuevo coronavirus es muy sorprendente que en tan poco tiempo una compañía farmacéutica estadounidense haya podido dar con la vacuna que pudiera salvar la vida de los infectados con este patógeno.
Desde luego, lo que está claro es el hecho de que las empresas bursátiles de EE.UU. no han perdido ni un minuto por interesarse para adquirir acciones de Moderna Inc, puesto que una hora y media después de la apertura de la bolsa neoyorquina el pasado 25 de febrero, los títulos de la farmacéutica, que cotiza en el mercado tecnológico de Nasdaq, subían un 13,50 % hasta situarse en los 21,36 dólares por acción.
De allí que, a uno le surge la idea de que en realidad la cepa de este temido coronavirus que su propagación se ha extendido en más de 40 países, en qué laboratorio del mundo podría haber sido creado a partir de la manipulación genética de alguna célula animal, en uno de EE.UU. o de China, o simplemente su transmisión habrá sido producto de puro azar de la madre naturaleza.
krd/rha/mjs
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