26-01-18.-La Administración de Donald Trump ha puesto sobre la mesa una oferta para conceder la ciudadanía a 1.8 millones de inmigrantes indocumentados a cambio de 25.000 millones de dólares para construir el muro en la frontera con México, restricciones a la reunificación familiar y carta blanca para endurecer la política inmigratoria.
La oferta es una versión con anabolizantes de la que ya planteó durante las recientes negociaciones para extender la financiación al Gobierno y evitar su cierre, pero después de que aquella intentona fracasara, ha optado por mejorar la puja para tratar de convencer a los demócratas. A primera vista es un caramelo tentador, pero como ya han dicho varios senadores demócratas, su precio es prohibitivo.
La propuesta de la Casa Blanca se presentará formalmente el lunes, pero ya se han adelantado sus detalles a la prensa y los congresistas. Por un lado, ofrece una vía para regularizar a los 690.000 inmigrantes indocumentados que llegaron a Estados Unidos siendo unos niños y se acogieron en su día al programa lanzado por Barack Obama para protegerlos de la deportación. Aquí se les conoce como ‘dreamers’ (soñadores), jóvenes plenamente integrados en la sociedad estadounidense que sirven en el Ejército, tienen contratos de trabajo o están estudiando. El resto del cupo se cubriría con 1.1 millones de inmigrantes que nunca llegaron a solicitar la protección del programa, pero que también entraron en el país ilegalmente cuando eran menores de edad. Para ninguno de ellos sería, sin embargo, un camino de rosas porque tendrían que esperar 12 años para obtener la ciudadanía.
Esa oferta es significativamente más generosa de lo que había planteado hasta ahora Trump, pero también sus contrapartidas son mucho más onerosas. Detrás del embalaje humanitario se esconde un plan para blindar las fronteras y alterar significativamente la política inmigratoria para hacerla mucho más restrictiva. La Casa Blanca quiere 25.000 millones de dólares para construir el muro de México, una de las grandes obsesiones del presidente, a pesar de que su efectividad la han llegado a cuestionar hasta sus asesores más cercanos.
Pero las demandas no acaban ahí. También se quiere restringir el derecho a la reunificación familiar que permite a los ciudadanos estadounidenses traerse a sus familiares y cancelar el programa que reparte anualmente por sorteo 50.000 permisos de residencia para extranjeros, principalmente entre los países menos representados en el mosaico demográfico estadounidense. Fue durante una discusión sobre este último programa, cuando Trump dijo aquello de “agujeros de mierda” para referirse a Haití, El Salvador o los países africanos, los más beneficiados por la “Diversity Visa Lottery”, el nombre oficial del programa que quiere eliminar.
A estos tres pilares habría que añadir una serie de medidas y prerrogativas para “incrementar radicalmente los arrestos de inmigrantes, acelerar las deportaciones y detener a aquellos que permanecen en el país cuando expiran sus visas”, según informa The New York Times. La primera reacción de los demócratas ha sido furibunda. Sus senadores han descrito el plan como un “chantaje”, la “lista de la compra de un supremacista blanco” o una “broma de mal gusto”. Habrá que ver qué sucede en los próximos días, pero todo apunta a que la ‘reforma inmigratoria’ de Trump nacerá muerta.
La oferta es una versión con anabolizantes de la que ya planteó durante las recientes negociaciones para extender la financiación al Gobierno y evitar su cierre, pero después de que aquella intentona fracasara, ha optado por mejorar la puja para tratar de convencer a los demócratas. A primera vista es un caramelo tentador, pero como ya han dicho varios senadores demócratas, su precio es prohibitivo.
La propuesta de la Casa Blanca se presentará formalmente el lunes, pero ya se han adelantado sus detalles a la prensa y los congresistas. Por un lado, ofrece una vía para regularizar a los 690.000 inmigrantes indocumentados que llegaron a Estados Unidos siendo unos niños y se acogieron en su día al programa lanzado por Barack Obama para protegerlos de la deportación. Aquí se les conoce como ‘dreamers’ (soñadores), jóvenes plenamente integrados en la sociedad estadounidense que sirven en el Ejército, tienen contratos de trabajo o están estudiando. El resto del cupo se cubriría con 1.1 millones de inmigrantes que nunca llegaron a solicitar la protección del programa, pero que también entraron en el país ilegalmente cuando eran menores de edad. Para ninguno de ellos sería, sin embargo, un camino de rosas porque tendrían que esperar 12 años para obtener la ciudadanía.
Esa oferta es significativamente más generosa de lo que había planteado hasta ahora Trump, pero también sus contrapartidas son mucho más onerosas. Detrás del embalaje humanitario se esconde un plan para blindar las fronteras y alterar significativamente la política inmigratoria para hacerla mucho más restrictiva. La Casa Blanca quiere 25.000 millones de dólares para construir el muro de México, una de las grandes obsesiones del presidente, a pesar de que su efectividad la han llegado a cuestionar hasta sus asesores más cercanos.
Pero las demandas no acaban ahí. También se quiere restringir el derecho a la reunificación familiar que permite a los ciudadanos estadounidenses traerse a sus familiares y cancelar el programa que reparte anualmente por sorteo 50.000 permisos de residencia para extranjeros, principalmente entre los países menos representados en el mosaico demográfico estadounidense. Fue durante una discusión sobre este último programa, cuando Trump dijo aquello de “agujeros de mierda” para referirse a Haití, El Salvador o los países africanos, los más beneficiados por la “Diversity Visa Lottery”, el nombre oficial del programa que quiere eliminar.
A estos tres pilares habría que añadir una serie de medidas y prerrogativas para “incrementar radicalmente los arrestos de inmigrantes, acelerar las deportaciones y detener a aquellos que permanecen en el país cuando expiran sus visas”, según informa The New York Times. La primera reacción de los demócratas ha sido furibunda. Sus senadores han descrito el plan como un “chantaje”, la “lista de la compra de un supremacista blanco” o una “broma de mal gusto”. Habrá que ver qué sucede en los próximos días, pero todo apunta a que la ‘reforma inmigratoria’ de Trump nacerá muerta.
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