Óscar Morales
Desgraciadamente, se han consumido muchos años en un enfrentamiento inútil, estéril y completamente improductivo, pues, solo ha servido para desmembrar el país y obstruir todo lo que pueda ser provechoso para el progreso nacional.
Sin embargo, afortunadamente, la comunidad internacional, la opinión pública y la ciudadanía en general, están enfilando su discurso hacia la necesidad de lograr una solución pacífica a la crisis política, lo cual convergería –finalmente- en unas negociaciones que lleguen a un proceso electoral con amplias garantías.
Aunque el proceso electoral no lo es todo, sí es condición necesaria para destrabar la crisis. No obstante, después de las elecciones debe pactarse un esquema de convivencia nacional, de manera que se deje establecido un marco de coexistencia. Incluso, me atrevería decir que, dicho esquema, debería firmarse en compañía de los acuerdos que se produzcan en el proceso de negociación en Barbados para darle mayor probabilidad de éxito al gobierno futuro, es decir, un mayor piso de gobernabilidad con una ruta clara, definida y previsible. Un ejemplo sobre el cuadro que intento explicar, lo resume muy bien la transición política chilena:
Después de que la oposición democrática chilena se unió para ganarle el plebiscito en 1988 al dictador Augusto Pinochet (en el cual le preguntaron a la población si querían que se extendiera la permanencia del dictador en el poder por 8 años más), esa misma oposición –junto al gobierno- convocaron otro plebiscito en julio del año 1989 para acordar 54 reformas a la Constitución de 1980 y, de esta forma, darle estabilidad democrática al próximo gobierno. Las mencionadas reformas fueron ratificadas con categórica mayoría. Finalmente, se organizaron unas elecciones presidenciales y parlamentarias en diciembre del año 1989, donde resultó electo Patricio Aylwin Azócar, candidato por la Concertación de Partidos por la Democracia.
Pero no todo quedó ahí. El dictador Pinochet, entregó la banda presidencial en marzo del año 1990, pero no fue removido como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas sino hasta el año 1998. Y, por si fuera poco, Pinochet fue nombrado Senador vitalicio después de dejar el mando de las Fuerzas Armadas. Lección, reflexión, moraleja o como quiera llamarle: Vea usted cuánto tuvo que ceder la oposición democrática de la época para superar la cruel dictadura (sin mencionar que también se aprobó una Ley de Amnistía).
Ahora bien, ¿vale la pena llegar a convenios y acuerdos políticos nacionales? El ejemplo chileno nos dice que sí. Negociemos con espíritu nacional, por favor.
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