Agencias
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La escritora italiana Rosella Postorino se topó con el caso de Margot Wölk: decidió escribirlo, narrarlo y hacerlo novela.
Fue en 2012 cuando la alemana reveló su verdad oculta: era la única sobreviviente de las 15 mujeres que cataban los platos de Adolf Hitler para comprobar que no estuvieran envenenados.
Lo hacía tres veces al día: desayuno, almuerzo y cena. Cada bocado que probaba —manjares que escaseaban en el resto de Alemania— podía ser el último.
Pastorino se contactó con ella y pactó una reunión. Pero una semana antes de que el calendario marque la ansiada cita, Wölk murió. Corría el año 2014, tenía 96. Pero pese a la intempestiva muerte, la buena historia se impuso. Durante más de tres años recolectó información, investigó y escribió todo lo que pudo. Ahora, finalmente, Pastorino acaba de publicar el libro: una biografía novelada bajo el título de "La catadora" (editada por Lumen) donde revela hasta qué punto el nazismo sembró el terror, incluso dentro de sus propias filas.
¿Y qué comía Hitler? La carne no era su plato favorito. No es que era vegetariano por su amor a los animales —aunque sí tenía una especial simpatía por los perros—, sino porque su organismo no lograba digerirla con facilidad. Tenía indigestión, flatulencia y fuertes dolores estomacales. Todo ésto potenciado por el consumo de pastillas.
"Ella mantuvo vivo el nazismo y a Hitler. No era de las SS pero estuvo en contacto con el mal absoluto. Se enamoró de un nazi, perdió a personas a las que amaba y que no supo proteger y sentía una culpa enorme por todo eso. Al final sobrevivió, como hicieron tantas mujeres de ese siglo, pero para vivir como una persona que no tenía redención posible", le dijo Postorino al diario español El País.
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