A raíz de nuestro artículo anterior, hemos recibido mensajes en torno a la desafección política y su relación con la estructura afectiva imperante, señalando específicamente el miedo.
Un miedo que, silencioso e invisible, ha ido internalizándose y comienza peligrosamente a cercar el ámbito existencial de la ciudadanía y su cotidianidad.
El miedo constituye una experiencia privada y socialmente invisible; sin embargo, cuando importantes sectores poblacionales se sienten amenazados, el miedo permea las relaciones sociales y afecta el comportamiento de las personas. Suerte de amenaza que, dado su carácter permanente, deriva en un miedo crónico.
En un contexto de crisis multidimensional no hay que obviar, desmeritar o negar la significación subjetiva de la amenaza y del miedo generalizado en la sociedad venezolana.
Es incuestionable la relación entre procesos psicológicos, sociales, culturales, económicos y políticos, en los que el miedo y la amenaza en una dinámica relación, cual baile siniestro, dan significado a la actual coyuntura política. La relación entre la percepción subjetiva del miedo y la amenaza “política” está condicionada por la crítica situación actual.
La difícil vivencia cotidiana de la crisis pasa por el tamiz de las campañas de miedo y terror emprendidas por medios tradicionales y, especialmente por redes sociales, peligrosamente polarizadas y al servicio de causas políticas.
Las planificadas campañas de terror, nacionales e internacionales, se dirigen a las debilitadas defensas psicológicas de la población y, en consecuencia, comienza a ser difícil distinguir entre fantasía y realidad.
Aquello que llamamos realidad social es realmente una realidad percibida bajo determinadas categorías perceptuales, suerte de marco que condiciona los fenómenos que podemos percibir y el sentido e importancia que le asignaremos. El miedo es tanto un proceso psicológico como político.
Desde el ámbito político-comunicacional, es inminente reconocer el miedo generalizado y el nivel de angustia ante amenazas “políticas”, que nos dibujan una realidad aterradora afectando nuestras defensas y, cual prisión, nos encierra en “un mundo ajeno e ingobernable”.
Una angustiosa interrogante recorre el ambiente político ¿Quién podrá defenderme?
@maryclens
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