31-10-18.-En un lujoso hotel en Caracas, abrió en septiembre una discreta tienda de vinos y rones que en otros anaqueles también exhibe desodorantes, pañales y fórmulas infantiles importadas.
Al otro extremo de Venezuela, en la calurosa ciudad de Maracaibo, otro negocio muestra en sus vitrinas jabones de tocador o sales trufadas, y en ambos las marcas que ofrecen son en su mayoría estadounidenses con precios en la moneda de ese país o su equivalente a la tasa de cambio paralela, que duplica la oficial.
La escena era impensable meses atrás por el férreo control cambiario vigente desde 15 años en la nación de régimen socialista.
Pero una reforma legal que promovió en agosto el equipo del presidente Nicolás Maduro despenalizó —al derogar la ley que definía los delitos cambiarios y reformar parcialmente el convenio cambiario— “la libre convertibilidad de la moneda”, medida que alentó el auge de estos negocios que suelen llevar la firma de “bodegones”.
“Aquí vendemos en dólares”, dijo Lourdes Torres, la encargada del local de Maracaibo, mientras atendía a los clientes que hacían fila para pagar. “Recibimos efectivo y también por transferencia de bancos americanos”, apuntó desde el mostrador donde aceptan billetes con próceres de Estados Unidos.
En estos negocios, ofrecen productos casi imposibles de encontrar en las grandes redes de supermercados, que aún bajo la crónica escasez y la primera hiperinflación que sacude al país, se les exige vender la mercancía a precios regulados.
Y violar esta exigencia puede implicar la cárcel. En septiembre unos 30 gerentes de esas cadenas renunciaron a sus cargos apenas quedaron libres de la última ola de arrestos en la que eran acusados de boicot por mantener anaqueles vacíos, indicaron dos fuentes del sector comercio.
Ahora a los supermercados se les complica reemplazar a los gerentes y surtirse de la poca mercancía que sus proveedores despachan cada semana, cuyos precios ajustan continuamente al cumplirse el primer año de la hiperinflación, dijeron las fuentes.
Medidas gubernamentales similares se han aplicado sin éxito en años anteriores hasta en tiendas de electrodomésticos o farmacias del país, con la idea de combatir una inflación desbocada que según el Congreso llegó a 488.000 por ciento en septiembre, y el gobierno, sin dar cifras, atribuye a una “guerra económica” que libran los empresarios especuladores.
“Las detenciones son un show para culpar a los comerciantes de la situación”, dijo María Carolina Uzcátegui, presidente del mayor gremio que los agrupa en el país.
“Es por eso que visitan las grandes cadenas y no los negocios pequeños o esos nuevos bodegones”, explicó antes de advertir que las ventas en dólares de sus colegas se hacen “a su propio riesgo”.
Las nuevas normas cambiarias no indican claramente que las tiendas puedan vender mercancía en otras monedas, según advirtieron abogados locales. “Existe ahora un área gris sobre el dólar como moneda de pago”, dijo uno de los juristas consultados, Leonardo Palacios.
En un recorrido por seis grandes ciudades del país fue posible encontrar pequeñas tiendas repletas de mercancía importada y hasta kioscos que en la capital venden pasta de dientes o champú de marcas que no se producen en la nación.
La mayoría lo hace aún discretamente y ofrece también pagos en moneda local pero con la referencia del dólar paralelo.
Son productos traídos de Colombia, Panamá, Estados Unidos o Turquía por nuevos actores del sector comercio y los venden hasta por el triple del precio que en esos países.
La gerente de un bodegón que abrió hace unas pocas semanas en un hotel en Caracas dijo que los productos de bebés, que están al lado de los aparadores con champaña, se vacían en una semana.
Reuters no pudo definir inmediatamente cuántas tiendas de este tipo se han abierto ni por qué el gobierno no exigía que las tiendas cumplieran con los controles de precios estatales que se aplican en las principales cadenas de supermercados.
El Ministerio de Información no respondió a una solicitud de comentarios.
CLIENTES CON REMESAS
Si bien los encargados consultados incluyen entre su lista de clientes a diplomáticos o turistas extranjeros, los bodegones no son una alternativa para quienes dependen de un salario mínimo equivalente a unos 30 dólares a la tasa oficial, en un país donde al menos 80 por ciento de la población se salta una comida al día.
Entre los compradores que llegan por azúcar o vitaminas se cuentan ejecutivos, que reciben alguna bonificación periódica en dólares, y también jubilados que subsisten gracias a las remesas que envían sus familiares, tras el éxodo de millones de venezolanos que provocó la crisis humanitaria.
Es el caso de Sonia Ramírez, una exjueza de 52 años, que en la fronteriza ciudad de San Cristóbal acude a estos bodegones cuando recibe unos 120 dólares que envían cada mes sus dos hijos desde República Dominicana y España para evitarle hacer colas en los abastos tradicionales por sus dolencias de espalda.
“Siempre están muy surtidos, pero no con los precios que dice el Gobierno”, dijo la abogada que también cobra en divisas por las asesorías que ofrece ocasionalmente.
Su hijo William, que llegó este año a España, se impresiona de cómo suben los precios en su país natal.
“Va a llegar un punto que esos dólares no le alcancen (...) aquí los sueldos y los precios no aumentan”, comentó el diseñador de 37 años vía telefónica desde Barcelona.
Bajo la virulenta hiperinflación venezolana, quienes reciben divisas tienen que cambiar más dólares que antes para comprar.
En 2017 un dólar permitía comprar 3,5 veces más bienes en el país que en el exterior, una relación que en agosto de este año se redujo a 1,4 veces, según cálculos de la firma local Ecoanalítica, que espera una inflación que supere el millón por ciento al cierre de 2018, al igual que lo pronosticó el Fondo Monetario Internacional.
Médicos, odontólogos, entrenadores deportivos y hasta taxistas han comenzado a cobrar sus servicios en dólares para intentar protegerse del caos de precios y eso explica por qué los pequeños locales tienen compradores dispuestos a pagar sus precios.
“En Venezuela los esquemas de pago en divisas van a crecer”, asegura Luis Vicente León, director de la firma encuestadora local Datanálisis, bien porque es de las pocas alternativas que encuentran los negocios para protegerse de la hiperinflación o porque cada vez más dependerán de las remesas de sus cercanos.
Al otro extremo de Venezuela, en la calurosa ciudad de Maracaibo, otro negocio muestra en sus vitrinas jabones de tocador o sales trufadas, y en ambos las marcas que ofrecen son en su mayoría estadounidenses con precios en la moneda de ese país o su equivalente a la tasa de cambio paralela, que duplica la oficial.
La escena era impensable meses atrás por el férreo control cambiario vigente desde 15 años en la nación de régimen socialista.
Pero una reforma legal que promovió en agosto el equipo del presidente Nicolás Maduro despenalizó —al derogar la ley que definía los delitos cambiarios y reformar parcialmente el convenio cambiario— “la libre convertibilidad de la moneda”, medida que alentó el auge de estos negocios que suelen llevar la firma de “bodegones”.
“Aquí vendemos en dólares”, dijo Lourdes Torres, la encargada del local de Maracaibo, mientras atendía a los clientes que hacían fila para pagar. “Recibimos efectivo y también por transferencia de bancos americanos”, apuntó desde el mostrador donde aceptan billetes con próceres de Estados Unidos.
En estos negocios, ofrecen productos casi imposibles de encontrar en las grandes redes de supermercados, que aún bajo la crónica escasez y la primera hiperinflación que sacude al país, se les exige vender la mercancía a precios regulados.
Y violar esta exigencia puede implicar la cárcel. En septiembre unos 30 gerentes de esas cadenas renunciaron a sus cargos apenas quedaron libres de la última ola de arrestos en la que eran acusados de boicot por mantener anaqueles vacíos, indicaron dos fuentes del sector comercio.
Ahora a los supermercados se les complica reemplazar a los gerentes y surtirse de la poca mercancía que sus proveedores despachan cada semana, cuyos precios ajustan continuamente al cumplirse el primer año de la hiperinflación, dijeron las fuentes.
Medidas gubernamentales similares se han aplicado sin éxito en años anteriores hasta en tiendas de electrodomésticos o farmacias del país, con la idea de combatir una inflación desbocada que según el Congreso llegó a 488.000 por ciento en septiembre, y el gobierno, sin dar cifras, atribuye a una “guerra económica” que libran los empresarios especuladores.
“Las detenciones son un show para culpar a los comerciantes de la situación”, dijo María Carolina Uzcátegui, presidente del mayor gremio que los agrupa en el país.
“Es por eso que visitan las grandes cadenas y no los negocios pequeños o esos nuevos bodegones”, explicó antes de advertir que las ventas en dólares de sus colegas se hacen “a su propio riesgo”.
Las nuevas normas cambiarias no indican claramente que las tiendas puedan vender mercancía en otras monedas, según advirtieron abogados locales. “Existe ahora un área gris sobre el dólar como moneda de pago”, dijo uno de los juristas consultados, Leonardo Palacios.
En un recorrido por seis grandes ciudades del país fue posible encontrar pequeñas tiendas repletas de mercancía importada y hasta kioscos que en la capital venden pasta de dientes o champú de marcas que no se producen en la nación.
La mayoría lo hace aún discretamente y ofrece también pagos en moneda local pero con la referencia del dólar paralelo.
Son productos traídos de Colombia, Panamá, Estados Unidos o Turquía por nuevos actores del sector comercio y los venden hasta por el triple del precio que en esos países.
La gerente de un bodegón que abrió hace unas pocas semanas en un hotel en Caracas dijo que los productos de bebés, que están al lado de los aparadores con champaña, se vacían en una semana.
Reuters no pudo definir inmediatamente cuántas tiendas de este tipo se han abierto ni por qué el gobierno no exigía que las tiendas cumplieran con los controles de precios estatales que se aplican en las principales cadenas de supermercados.
El Ministerio de Información no respondió a una solicitud de comentarios.
CLIENTES CON REMESAS
Si bien los encargados consultados incluyen entre su lista de clientes a diplomáticos o turistas extranjeros, los bodegones no son una alternativa para quienes dependen de un salario mínimo equivalente a unos 30 dólares a la tasa oficial, en un país donde al menos 80 por ciento de la población se salta una comida al día.
Entre los compradores que llegan por azúcar o vitaminas se cuentan ejecutivos, que reciben alguna bonificación periódica en dólares, y también jubilados que subsisten gracias a las remesas que envían sus familiares, tras el éxodo de millones de venezolanos que provocó la crisis humanitaria.
Es el caso de Sonia Ramírez, una exjueza de 52 años, que en la fronteriza ciudad de San Cristóbal acude a estos bodegones cuando recibe unos 120 dólares que envían cada mes sus dos hijos desde República Dominicana y España para evitarle hacer colas en los abastos tradicionales por sus dolencias de espalda.
“Siempre están muy surtidos, pero no con los precios que dice el Gobierno”, dijo la abogada que también cobra en divisas por las asesorías que ofrece ocasionalmente.
Su hijo William, que llegó este año a España, se impresiona de cómo suben los precios en su país natal.
“Va a llegar un punto que esos dólares no le alcancen (...) aquí los sueldos y los precios no aumentan”, comentó el diseñador de 37 años vía telefónica desde Barcelona.
Bajo la virulenta hiperinflación venezolana, quienes reciben divisas tienen que cambiar más dólares que antes para comprar.
En 2017 un dólar permitía comprar 3,5 veces más bienes en el país que en el exterior, una relación que en agosto de este año se redujo a 1,4 veces, según cálculos de la firma local Ecoanalítica, que espera una inflación que supere el millón por ciento al cierre de 2018, al igual que lo pronosticó el Fondo Monetario Internacional.
Médicos, odontólogos, entrenadores deportivos y hasta taxistas han comenzado a cobrar sus servicios en dólares para intentar protegerse del caos de precios y eso explica por qué los pequeños locales tienen compradores dispuestos a pagar sus precios.
“En Venezuela los esquemas de pago en divisas van a crecer”, asegura Luis Vicente León, director de la firma encuestadora local Datanálisis, bien porque es de las pocas alternativas que encuentran los negocios para protegerse de la hiperinflación o porque cada vez más dependerán de las remesas de sus cercanos.
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