viernes, 4 de octubre de 2019

¿Qué pasó con la Constituyente?

   
Antonio Pérez Esclarín/ (pesclarin@gmail.com)
 ¿Qué ha pasado con la Constituyente y los constituyentistas? ¿Todavía se siguen reuniendo? ¿Para qué? ¿Dónde está la nueva constitución que  iban a elaborar? ¿Cuál es el producto de todos esos  meses y años, en que supuestamente estuvieron reunidos, trabajando y produciendo?  ¿Han pagado ellos de su bolsillo  el alojamiento y las comidas? ¿Han recibido algún tipo de salario por ese trabajo cuyos frutos no hemos visto todavía?  Los ciudadanos tenemos derecho a saber si han utilizado apropiadamente los recursos del país que pertenecen a todos nosotros. ¿No resulta hoy evidente que con toda esa alharaca de la Constituyente solo pretendían crear una especie de  poder supraconstitucional para atornillar al gobierno en el poder y seguir frenando y debilitando a la Asamblea Nacional, único poder legítimo en Venezuela? ¿En algún momento creyeron  que la Constituyente iba a ser un lugar para el debate libre y la solución de los problemas como pretendieron hacernos creer?
 ¿Qué ha sido de todas esas personas  que, en las propagandas obligadas, nos pedían el voto y nos prometían soluciones a los problemas? ¿Dónde están las soluciones prometidas?  Se nos dijo y repitió hasta el cansancio que la primera tarea de la Constituyente era enfrentar el problema económico y mitigar el desabastecimiento, la inflación y la escasez. ¿Qué han hecho para ello?
Recuerdo cómo los constituyentistas   insistían, con una seriedad de neoconversos y como si estuvieran descubriendo el agua tibia,   en la necesidad de superar el modelo rentista y sustituirlo por un modelo productivo. Pero no parecen haber hecho nada por detener la destrucción del aparato productivo y por imponer un giro radical a la economía que acabe con el saqueo del país. En todos estos meses en que han estado dedicados a tiempo completo a salvar el país, no han sido capaces de señalarnos ni una sola medida eficaz para resolver alguno de los problemas esenciales, sino que más bien se han mantenido callados ante la  agudización de todos ellos. ¿Acaso no hay entre los constituyentistas algún espíritu libre y valiente que denuncie tanta incompetencia y tanto engaño? ¿Ninguno tiene el coraje suficiente para denunciar, por ejemplo, los crímenes ecológicos que se están realizando con el arco minero y la profundización de la economía rentista y extractivista que está destruyendo la cuenca del Orinoco y amenaza la propia vida de los pueblos indígenas que habitan allí?
Siempre me ha impresionado el silencio cómplice de ciertas izquierdas que,  por miedo a ser considerados  reaccionarios o de hacerle juego al imperio,  son incapaces de analizar críticamente la realidad, y se callan los abusos y errores que  cometen los gobiernos que se autodenominan de izquierda.  Su ideología es un cristal deformante que produce toda clase de aberraciones morales. Históricamente, siempre han sido muy rápidos en denunciar con fuerza  los crímenes de los fascismos  y los dictadores  latinoamericanos, pero ni una sola palabra para denunciar los crímenes en la Unión Soviética, Camboya, Corea, Europa Central y Cuba.  ¿Acaso, como pensaba Trostky,  hay una represión o incluso un exterminio   lícito  si favorece una supuesta revolución? ¿Acaso Stalin no ocasionó tantos o más muertos que Hitler? ¿No son acaso fascistas los procedimientos de los colectivos y grupos armados cuando cargan con fuerza contra manifestaciones pacíficas?
Es hora de mayor coherencia y valor para denunciar los abusos vengan de donde vengan.

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