La India revive esta semana el trauma del asesinato hace 30 años de Indira Gandhi por dos guardaespaldas sijs y la ola de violencia que se desató contra esta minoría, entre anhelos de justicia y el recuerdo sin cicatrizar de las matanzas.
El 31 de octubre de 1984, la por entonces primera ministra india, Indira Gandhi, fue asesinada por dos de sus guardaespaldas sijs, lo que desencadenó la matanza en Nueva Delhi de 2.733 miembros de esta minoría en tan solo tres días.
Los sijs -fácilmente reconocibles por sus turbantes, melena y luenga barba- tenían todavía presente la orden dada por Indira en junio de 1984 de asaltar el Templo Dorado de Amritsar, una especie de Vaticano para esta religión, cuando cinco meses después los dos guardaespaldas asesinaron a la mandataria en el jardín de su casa.
Tras confirmarse la muerte de Indira Gandhi a última hora del día, turbas encolerizadas salieron a las calles para clamar venganza por la muerte de "la madre", un tsunami que causó entre el 1 y el 3 de noviembre la muerte de 2.733 sijs.
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