martes, 30 de agosto de 2016

Montarse en un bus en Maracaibo y escuchar: 'carteras y celulares son suyos, pero deben colaborar'


Credito: Panorama Digital

30-08-16.-“Buenas tardes señores pasajeros...gracias por esas buenas tardes...¿Buenas tardes?”, saluda con acento ‘caraqueño’, mirada vidriosa, los labios resecos y aspecto descuidado, un hombre no mayor de 30 años que espera, sin hacer pausas, que los pasajeros del autobús de la ruta Km 4-Polar-Callao, le contesten en voz alta.

Pero, fastidiados del desfile de vendedores, enfermos y desempleados que piden a diario ayuda para sus casos, solo algunos pasajeros le contestan, con el ánimo propio de la hora pico de las 6:00 de la tarde.

En la mano derecha, el “desocupado” que pide ‘ayuda’ económica lleva una vieja botella de “Old Parr” vacía, que balancea al mismo ritmo que mueve sus ojos escaneando a los pasajeros del autobús, a quienes le cuenta la historia de su vida, o mejor dicho, su prontuario.

“Quiero pedirles un poquito de atención, ¿sí? Yo vengo de ‘Caraca’ donde ‘tuve’ preso cinco años por robo, yo atracaba con pistolas y cuchilllos, pero bueno, el tribunal me dio una medida ‘cautelaria’ y por eso ‘toy en la calle ahorita, como no consigo trabajo, ¿ves?, me encuentro en la penosa necesidad de pedirles a ustedes su colaboración ¿ves?, que no es un compromiso ni una casualidad ¿ves?, para poder sacar las copias del expediente. Yo con esta botella voy a trabajar porque voy a construir barquitos miniatura pa’ meterlos adentro y venderlos allá afuera ¿ves?, para ganarme la vida”.

Y, acto seguido, pasa por cada uno de los asientos. Uno, dos, tres o cuatro pasajeros le dan lo que pueden y el “necesitado” se baja y con el mismo impulso se lanza sobre otra unidad de las tantas que transitan —sin las mejores condiciones para hacerlo— por la avenida Libertador de Maracaibo, un corredor vial que a cualquier hora del día parece un hervidero de gente, tarantines, basura, vehículos y autobuses contaminantes y delincuencia cada dos pasos.

“Buenastardes’ señores pasajeros...gracias por esas ‘buenastardes’...¿Buenastardes? Gracias a la señora de aquí ‘alante’ por esas ‘buenastardes” Y de nuevo, los pasajeros, agobiados por el calor, el hambre de una cena que cada vez luce más lejana, responden a coro desanimado el saludo que, a pesar de todo, no dejan de ofrecer.

Ahora los “necesitados” son dos, y de peor aspecto y actitud, si es que puede medirse con alguna escala el grado de deterioro de una sociedad. Portando lentes oscuros, gorras a mitad de la frente y movimientos de balanceo nervioso, están a punto de solicitar una “colaboración” a quienes se dirigen de Maracaibo a San Francisco.

“Nosotros somos de ‘Caraca’, estuvimos pagando cana en la cárcel por “micidio” (homicidio), robo y ‘lesione’, y ahora vivimos aquí en Maracaibo, y ‘bla, bla, bla’. No les cuento más porque bueno, les voy a ser claro: Vamos a lo que vinimos: ¡Carteras, celulares monederos, cadenitas de oro... — y una larga pausa recorre de pies a cabeza como un frío intenso los huesos de los pasajeros, quienes recobran el aliento solo cuando el hombre termina su frase con un—: “...tooodo eso es suyo! Pero nosotros vamos a pasar por cada uno de sus asientos para que nos den una “colaboración”, lo que sea lo que tengan nos lo van a dar, ¿amén? ¿Cuántos dicen amén?”.

Y entonces las manos de los pasajeros, entre el susto, la angustia y la impotencia de estar allí en ese momento de zozobra cotidiana, buscan y rebuscan entre sus carteras, monederos y bolsillos, lo que tienen o pueden “aportar a tan ‘noble causa”.
De principio a fin, en la plataforma rodante se escuchan unos “gracias” entre dientes y el paso rápido de los “necesitados” que, con las mismas que entraron, se bajan por la puerta trasera dejando a más de 70 personas recobrando el aliento después del momento de terror que acaban de padecer.

Y así, en un lento recorrido por la avenida, el chofer del bus sigue permitiendo, tolerando o consintiendo —nunca queda claro de qué lado de la historia están algunos conductores— que entren y salgan vendedores, enfermos, indigentes y, lo más grave, delincuentes que se jactan de su pasado y de su presente en una suerte de ruleta rusa en la que los pasajeros juegan, literalmente, forzados.

En el interín, los usuarios del autobús en cuestión han desembolsillado no menos de 500 bolívares por el temor de no pasar por “mezquino” ante el supuesto ser que quiere ‘reinsertarse en la sociedad’ a costa del salario y la paz mental de estudiantes, trabajadores y amas de casa que no tienen más opción que movilizarse a sus destinos en unidades del transporte público.

“La próxima vez vamos a tener que irnos en taxi”, murmura con ironía la pareja que va casi al final de la unidad y que ya falló el presupuesto de la semana.

Aquella especie de réquiem de quienes pedían “100 bolívares que no enriquecen ni empobrecen a nadie”, se convirtió en una retahíla autoritaria, una ráfaga verbal que los delincuentes, con su solo aspecto amenazante descargan a los usuarios de un servicio que no tiene dolientes, ni autoridad que valgan.

Hoy, el usuario—víctima del transporte público— debe cerciorarse, antes de tomar un autobús que lleva algo más que los 100 bolívares del pasaje (el corto de 60 bolívares no existe), además de una dosis extra de paciencia y nervios de acero para soportar que lo conminen a “colaborar” con una causa incierta.

“Lo que deberían hacer las policías municipal y regional, que nunca vemos en la Libertador, es dedicar un operativo especial para el transporte porque todos los días se cometen asaltos contra los pasajeros de las diferentes rutas y se quedan así, sin castigo; la impunidad está haciendo que cada día se vean más personas practicando este peligroso modus operandi”, denuncia Richard Méndez, usuario de la ruta sureña.

Desde el lado policial, la respuesta ha sido que los efectivos se mantienen desplegados en labores constantes de patrullaje.

Y sí, los hay, pero el transporte público escapa de una acción específica que atienda al ciudadano común, que quizá con suerte escape del secuestro y el robo de su vehículo (porque no tiene) pero no del acoso cotidiano de antisociales de todas las edades que usan como arma el miedo de la gente, al que le arrancan con engaños todos los días un triste “buenastardes”.

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