La encrucijada de los grandes actores políticos de Venezuela en
su complejidad trae consigo el factor social de la violencia,
especialmente la que protagonizan y quieren seguir protagonizando los
seguidores del antichavismo, principalmente en reductos (partidistas y
territoriales) reincidentes, que en 2014 participaron en las llamadas
"guarimbas".
Octubre 28 de 2016, 12:54 pm
Para
la derecha venezolana, la violencia de sus partidarios implica la
consolidación de un estado de caos que debilita la institucionalidad
formal del chavismo, tributa al relato de la destrucción nacional,
inhibe la gobernanza, trae consigo los llamados "muerticos necesarios"
con los que se hacen carroña política.
Para el chavismo, la violencia fascista implica los dilemas de la aplicación proporcionada y diferenciada de la fuerza institucional y formal, el contener al propio chavismo empleando la paciencia estratégica, evitar la confrontación, emplear la acción quirúrgica frente a grupos que generan daños indiferenciados contra propiedades y personas, el desactivar dispositivos pre-bélicos, encarrilar a los actores políticos beneficiarios de la violencia en las vías de la política y el diálogo.
Pero más allá de la diatriba y los grandes actores, el problema social de la violencia en contextos sociales y políticos, como es el caso de Venezuela, es de alta densidad. En el caso del antichavismo y su dirigencia, promotores específicos de una nueva escalada política golpista, han sido rebasados evidentemente por grupos neurotizados entre sus filas, creando con ello un escenario no-político claro y supremamente peligroso. Explicaremos eso.
Algunas de las consideraciones vienen desde Max Weber, quien la ubica en el contexto de las relaciones sociales de lucha, entendidas esas donde "la acción (violenta) se orienta por el propósito de imponer la propia voluntad contra la resistencia de la u otras partes".
Ese es el hito fundamental de la violencia, la cual es reconocida como una situación patológica producto de una constante enajenación (en términos marxistas), conjugada con tensiones creadas en el ordenamiento social.
En el caso de la política venezolana, existen factores claros de tensión.
Para la alta burguesía venezolana, la pérdida del poder político desde 1999 ha significado el momento de inicio de acciones, que, junto a las reacciones del poder político emergente chavista, han significado serias tensiones entre las principales instituciones políticas y económicas del país. Un chavismo que persiste en el poder político frente a una elite económica que intenta recapturar el poder político. El nudo crítico apunta a Miraflores.
El ordenamiento social devenido desde el bolivarianismo en ejercicio de poder implica la consolidación de un conjunto de pautas de vida en sociedad, en lo económico, en las formas de hacer política, en lo identitario, lo simbólico y lo cultural, que dio de frente contra la otra identidad, la escuálida, la opositora, empresarial, autodenominada democrática, con el tufo adeco-copeyano a cuestas, muchas veces goda, sifrina y recalcitrante.
En ese contexto de tensión, ocurrió el desgaste progresivo entre liderazgos tradicionales en la derecha venezolana, abrieron con ello paso a nuevos factores beligerantes de la política con una semiótica y praxis más violenta, más cruenta, más abiertamente fascista. La debacle política adeco-copeyana, cofradías políticas de la alta burguesía durante décadas, devino en sujetos como Primero Justicia, Voluntad Popular, Vente Venezuela, entre otros.
Estas organizaciones y otros actores representativos de la godarria progresivamente introdujeron un relato mucho más confrontacionista en la dinámica política venezolana.
Han neurotizado a gran parte de sus seguidores. Esto ha creado nuevos actores con los que hay que lidiar: la dirigencia del antichavismo es violenta, pero ha habido situaciones en las que elementos del antichavismo actúan como lobos solitarios, por propia iniciativa, siendo ellos expresión de un comportamiento social patológico, violento, difícil de controlar políticamente y que son no sólo caldo de cultivo para la violencia política coyuntural, son además blanco fácil para la cooptación y formación de células terroristas.
Neil Smelser y sus tesis del "comportamiento colectivo" sobre la violencia ofrece algunas explicaciones. Se refiere a un conjunto de factores que contribuyen a desencadenar comportamientos colectivos violentos como "la permisibilidad estructural", "la expansión de una creencia generalizada", "factores precipitantes", "la movilización de los participantes" y "la puesta en marcha de mecanismos de control social", siendo estos últimos muy diversos.
Los elementos señalados por Smelser tienen lugar en Venezuela. La inexistencia en la actualidad (diga lo que se diga) de un Estado absolutamente violento y represor, sumado a ello la permisividad de la autoridad (cosa de muy vieja data en Venezuela), la expansión de la creencia de que el derrocamiento del chavismo es "La Salida", de que sí es posible darle un golpe al chavismo y será "fácil" lograrlo, la idea de que el chavismo ha estado perennemente derrotado y sólo se impone por las vías de fraude electoral, son cuestiones palpables en nuestro devenir político.
Sumemos a ello las cuestiones del revocatorio como factor precipitante del enfrentamiento, la conmoción como gasolina de la agitación política.
Incorporemos, además, la acción de la dirigencia antichavista en movilizar "a la calle" a sus seguidores, todo esto, en un contexto de malestar social producto de los mecanismos de control social gestados en la coyuntura económica.
Es decir, una enorme masa golpeada consistentemente por la caotización de los sistemas de abastecimiento y precios, que es víctima de acciones de control social y reingeniería de pisos electorales, es guiada en medio de su malestar a la confrontación "pacífica" a sabiendas que sobresalen entre esa masa grupos altamente violentos y no sujetos a controles político-partidistas ni institucionales. El caldo de la violencia de Smelser está listo para servir.
Si aceptan la ilegalidad del revocatorio dándolo por perdido, tendrán un gran costo político, pues entre sus seguidores (guiados por una expectativa engañosa creada por la misma MUD), habrá una enorme sensación de pérdida de la oportunidad política.
Un grupo nada desestimable de seguidores del antichavismo aupa a su dirigencia a la acción contundente, frontal, coquetean con la violencia y el golpismo, con el enfrentamiento total. Se trata de sectores regidos por la ansiedad, por el falso triunfalismo, con expectativas frustradas luego de la victoria de la derecha el 6 de diciembre.
Son factores que hasta incluso quieren el enfrentamiento cruento entre las dirigencias para ellos colocarse de frente en el terreno contra chavistas, colectivos, fuerzas policiales u otras fuerzas asociadas al chavismo.
La MUD toma para jugar la carta de la confrontación controlada, la calle como mecanismo de presión, pero eso no es novedad y de hecho es contraproducente si se desboca y hay muertos. Lidiaron con ello acarreando un alto costo político en 2014, no sólo debilitando su base de apoyo, también fragmentando a su dirigencia, la cual debería (en teoría) mantenerse unida en el preámbulo de elecciones regionales que vendrán en sólo meses y por las cuales ya hay enormes disputas internas.
En ese laberinto, la MUD ha improvisado: juicio político al Presidente, remoción del CNE, remoción del TSJ, todas estas fórmulas legalmente inviables, mamparas politiqueras y fórmulas para darle "formalidad política e institucional" a un intento de golpe de Estado. Irán a la OEA para posicionarse en el frente externo.
Han convocado a un paro de 12 horas el día viernes 28 de octubre, que esperan que sea exitoso por ser prácticamente el decreto de un puente vacacional. Pero también afirman que irán a diálogo el 30, sin embargo irán a Miraflores el 3 de noviembre, es lo que dicen que harán si no se les reactiva el revocatorio.
Juegan con todas las fórmulas en simultáneo, incapaces de actuar tácticamente en una única estrategia contundente que les unifique, ese ha sido un denominador que les ha caracterizado en 2016.
En medio de esa situación políticamente caótica, desordenada, improvisada y sobre todo densa por la rapidez de los eventos, irrumpe un factor de violencia escuálida fascista. Es brutal, es indiferenciada, tiene un componente de clase y odio visceral que es notable. La escalada del 26 de octubre vino con un muerto. Paradójicamente, para ser Venezuela una "dictadura", el asesinado a balazos fue un policía que dispersaba junto a sus compañeros una tranca violenta en el estado Miranda.
La dirigencia de la MUD está fragmentada. En ese contexto de desarticulación interna habrá pugna por quienes intenten capitalizar espacios políticos (como en el diálogo con el Gobierno) y quienes intenten capitalizar "la calle" junto a manadas de desaforados, y este es un grupo que debemos observar.
Pese a las pugnas en la MUD, cuentan con un importante grupo de seguidores con una neurosis intacta, que no se fragmenta ni se desarticula. De hecho, parte de esa neurosis recrudecida es resultado de la falta de cohesión política en la MUD. No hay quien amarre a esos locos, para decirlo en cristiano.
El escenario entonces se vuelve impredecible. Una decena de muertos ya será bastante para empinar la situación venezolana a superiores estados de inestabilidad interna. El otro escenario sería la imposición de la política, la contención de reacciones violentas y la paciencia estratégica que sabe imponer el chavismo.
Para el chavismo, la violencia fascista implica los dilemas de la aplicación proporcionada y diferenciada de la fuerza institucional y formal, el contener al propio chavismo empleando la paciencia estratégica, evitar la confrontación, emplear la acción quirúrgica frente a grupos que generan daños indiferenciados contra propiedades y personas, el desactivar dispositivos pre-bélicos, encarrilar a los actores políticos beneficiarios de la violencia en las vías de la política y el diálogo.
Pero más allá de la diatriba y los grandes actores, el problema social de la violencia en contextos sociales y políticos, como es el caso de Venezuela, es de alta densidad. En el caso del antichavismo y su dirigencia, promotores específicos de una nueva escalada política golpista, han sido rebasados evidentemente por grupos neurotizados entre sus filas, creando con ello un escenario no-político claro y supremamente peligroso. Explicaremos eso.
Tensión, comportamiento colectivo y violencia
La sociología ha elaborado un conjunto de explicaciones al hecho social de la violencia.Algunas de las consideraciones vienen desde Max Weber, quien la ubica en el contexto de las relaciones sociales de lucha, entendidas esas donde "la acción (violenta) se orienta por el propósito de imponer la propia voluntad contra la resistencia de la u otras partes".
Ese es el hito fundamental de la violencia, la cual es reconocida como una situación patológica producto de una constante enajenación (en términos marxistas), conjugada con tensiones creadas en el ordenamiento social.
En el caso de la política venezolana, existen factores claros de tensión.
Para la alta burguesía venezolana, la pérdida del poder político desde 1999 ha significado el momento de inicio de acciones, que, junto a las reacciones del poder político emergente chavista, han significado serias tensiones entre las principales instituciones políticas y económicas del país. Un chavismo que persiste en el poder político frente a una elite económica que intenta recapturar el poder político. El nudo crítico apunta a Miraflores.
El ordenamiento social devenido desde el bolivarianismo en ejercicio de poder implica la consolidación de un conjunto de pautas de vida en sociedad, en lo económico, en las formas de hacer política, en lo identitario, lo simbólico y lo cultural, que dio de frente contra la otra identidad, la escuálida, la opositora, empresarial, autodenominada democrática, con el tufo adeco-copeyano a cuestas, muchas veces goda, sifrina y recalcitrante.
El caldo de la violencia fascista está listo para servirPero la política es la política, a veces se rige por designios de liderazgos que no siempre actúan acorde a las aspiraciones de los gruesos en su base y ocurren paulatinamente desvinculaciones entre unos y otros.
En ese contexto de tensión, ocurrió el desgaste progresivo entre liderazgos tradicionales en la derecha venezolana, abrieron con ello paso a nuevos factores beligerantes de la política con una semiótica y praxis más violenta, más cruenta, más abiertamente fascista. La debacle política adeco-copeyana, cofradías políticas de la alta burguesía durante décadas, devino en sujetos como Primero Justicia, Voluntad Popular, Vente Venezuela, entre otros.
Estas organizaciones y otros actores representativos de la godarria progresivamente introdujeron un relato mucho más confrontacionista en la dinámica política venezolana.
Han neurotizado a gran parte de sus seguidores. Esto ha creado nuevos actores con los que hay que lidiar: la dirigencia del antichavismo es violenta, pero ha habido situaciones en las que elementos del antichavismo actúan como lobos solitarios, por propia iniciativa, siendo ellos expresión de un comportamiento social patológico, violento, difícil de controlar políticamente y que son no sólo caldo de cultivo para la violencia política coyuntural, son además blanco fácil para la cooptación y formación de células terroristas.
Neil Smelser y sus tesis del "comportamiento colectivo" sobre la violencia ofrece algunas explicaciones. Se refiere a un conjunto de factores que contribuyen a desencadenar comportamientos colectivos violentos como "la permisibilidad estructural", "la expansión de una creencia generalizada", "factores precipitantes", "la movilización de los participantes" y "la puesta en marcha de mecanismos de control social", siendo estos últimos muy diversos.
Los elementos señalados por Smelser tienen lugar en Venezuela. La inexistencia en la actualidad (diga lo que se diga) de un Estado absolutamente violento y represor, sumado a ello la permisividad de la autoridad (cosa de muy vieja data en Venezuela), la expansión de la creencia de que el derrocamiento del chavismo es "La Salida", de que sí es posible darle un golpe al chavismo y será "fácil" lograrlo, la idea de que el chavismo ha estado perennemente derrotado y sólo se impone por las vías de fraude electoral, son cuestiones palpables en nuestro devenir político.
Sumemos a ello las cuestiones del revocatorio como factor precipitante del enfrentamiento, la conmoción como gasolina de la agitación política.
Incorporemos, además, la acción de la dirigencia antichavista en movilizar "a la calle" a sus seguidores, todo esto, en un contexto de malestar social producto de los mecanismos de control social gestados en la coyuntura económica.
Es decir, una enorme masa golpeada consistentemente por la caotización de los sistemas de abastecimiento y precios, que es víctima de acciones de control social y reingeniería de pisos electorales, es guiada en medio de su malestar a la confrontación "pacífica" a sabiendas que sobresalen entre esa masa grupos altamente violentos y no sujetos a controles político-partidistas ni institucionales. El caldo de la violencia de Smelser está listo para servir.
Callejón sin salida o crear "La Salida"
La encrucijada de la derecha venezolana se basa al día de hoy en que cada paso que den tiene un costo político. Si aceptan que la AN está en desacato, tendrían costo político, pues un grueso de sus seguidores los señalarán como políticamente débiles.Si aceptan la ilegalidad del revocatorio dándolo por perdido, tendrán un gran costo político, pues entre sus seguidores (guiados por una expectativa engañosa creada por la misma MUD), habrá una enorme sensación de pérdida de la oportunidad política.
La MUD toma para jugar la carta de la confrontación controladaSi van al diálogo, para gran parte de sus seguidores habrá acuerdos, domesticación, concesiones a presiones y se impondrá la formalidad de la política en sus sanos rediles, en consecuencia, habrá un alto costo político. ¿Qué fórmula les queda? La violencia.
Un grupo nada desestimable de seguidores del antichavismo aupa a su dirigencia a la acción contundente, frontal, coquetean con la violencia y el golpismo, con el enfrentamiento total. Se trata de sectores regidos por la ansiedad, por el falso triunfalismo, con expectativas frustradas luego de la victoria de la derecha el 6 de diciembre.
Son factores que hasta incluso quieren el enfrentamiento cruento entre las dirigencias para ellos colocarse de frente en el terreno contra chavistas, colectivos, fuerzas policiales u otras fuerzas asociadas al chavismo.
La MUD toma para jugar la carta de la confrontación controlada, la calle como mecanismo de presión, pero eso no es novedad y de hecho es contraproducente si se desboca y hay muertos. Lidiaron con ello acarreando un alto costo político en 2014, no sólo debilitando su base de apoyo, también fragmentando a su dirigencia, la cual debería (en teoría) mantenerse unida en el preámbulo de elecciones regionales que vendrán en sólo meses y por las cuales ya hay enormes disputas internas.
En ese laberinto, la MUD ha improvisado: juicio político al Presidente, remoción del CNE, remoción del TSJ, todas estas fórmulas legalmente inviables, mamparas politiqueras y fórmulas para darle "formalidad política e institucional" a un intento de golpe de Estado. Irán a la OEA para posicionarse en el frente externo.
Han convocado a un paro de 12 horas el día viernes 28 de octubre, que esperan que sea exitoso por ser prácticamente el decreto de un puente vacacional. Pero también afirman que irán a diálogo el 30, sin embargo irán a Miraflores el 3 de noviembre, es lo que dicen que harán si no se les reactiva el revocatorio.
Juegan con todas las fórmulas en simultáneo, incapaces de actuar tácticamente en una única estrategia contundente que les unifique, ese ha sido un denominador que les ha caracterizado en 2016.
En medio de esa situación políticamente caótica, desordenada, improvisada y sobre todo densa por la rapidez de los eventos, irrumpe un factor de violencia escuálida fascista. Es brutal, es indiferenciada, tiene un componente de clase y odio visceral que es notable. La escalada del 26 de octubre vino con un muerto. Paradójicamente, para ser Venezuela una "dictadura", el asesinado a balazos fue un policía que dispersaba junto a sus compañeros una tranca violenta en el estado Miranda.
La dirigencia de la MUD está fragmentada. En ese contexto de desarticulación interna habrá pugna por quienes intenten capitalizar espacios políticos (como en el diálogo con el Gobierno) y quienes intenten capitalizar "la calle" junto a manadas de desaforados, y este es un grupo que debemos observar.
Pese a las pugnas en la MUD, cuentan con un importante grupo de seguidores con una neurosis intacta, que no se fragmenta ni se desarticula. De hecho, parte de esa neurosis recrudecida es resultado de la falta de cohesión política en la MUD. No hay quien amarre a esos locos, para decirlo en cristiano.
El escenario entonces se vuelve impredecible. Una decena de muertos ya será bastante para empinar la situación venezolana a superiores estados de inestabilidad interna. El otro escenario sería la imposición de la política, la contención de reacciones violentas y la paciencia estratégica que sabe imponer el chavismo.
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