Cuarta revolución industrial, tecnologías
e impactos
Silvia Ribeiro
ALAI AMLATINA,
31/10/2016.- Según los más ricos y poderosos del
planeta, la cuarta
revolución industrial ya está en marcha y es resultado de la
convergencia de robótica,
nanotecnología, biotecnología, tecnologías de información y
comunicación,
inteligencia artificial y otras. El
Foro
Económico Mundial, que reúne cada año en Davos a las mayores
empresas del
planeta, produjo en 2016 un informe donde
afirma que con la “tormenta
perfecta” de cambios tecnológicos junto a lo que llaman
asépticamente “factores
socio-económicos”, al 2020 se perderán 5 millones de empleos,
incluso contando los
nuevos que se crearán por las mismas razones.
Si ellos hablan de una pérdida de 5
millones de empleos, seguramente
serán muchos más. Y es
sólo uno de los
impactos de esta revolución tecnológica, que no se define por
cada una de estas
tecnologías aisladamente, sino por la convergencia y sinergia
entre ellas. Nombran
entre las diez tecnologías claves –y
más disruptivas- la ingeniería de sistemas metabólicos para
producir sustancias
industriales (léase biología sintética para remplazar
combustibles, plásticos, fragancias,
saborizantes, principios activos farmacéuticos derivados de
conocimiento
indígena); el internet de las nano-cosas (además de usar
internet para
producción industrial, agrícola, etc., también nano-sensores
insertados en seres
vivos, incluso nuestros cuerpos, para captar y recibir estímulos
y
administración de drogas y farmacéuticos); ecosistemas abiertos
de inteligencia
artificial (integrar máquinas con inteligencia artificial al
internet de las
cosas, a las redes sociales y a la programación abierta, con
potencial de
cambiar radicalmente nuestra relación con las máquinas y entre
éstas mismas) y
varias otras, como nuevos materiales para almacenar energía,
nano-materiales
“bidimensionales”, vehículos autónomos y no tripulados (drones
de todo tipo con
mayor autonomía), optogenética (células vivas manipuladas
genéticamente que
responden a ondas de luz), producir órganos humanos en chips
electrónicos.
En el año 2000, desde el Grupo ETC
llamamos a esta convergencia
BANG (Bits, Átomos, Neurociencias, Genes), un especie de Big
Bang
tecno-socio-económico, mejor llamado “Little Bang” porque las
tecnologías a
nano-escala (aplicadas a seres vivos y materiales) son la
plataforma de
desarrollo de todas las otras. Avizoramos
entonces que este “Little Bang”, estaba formando un tsunami
tecnológico que tendría
impactos negativos de grandes dimensiones en medio ambiente,
salud, trabajo, en
producción de nuevas armas para guerra, vigilancia y control
social de todas y
todos, entre otras. Todo
en un contexto
de la mayor concentración corporativa de la era industrial,
oligopolios con
cada vez menos empresas que controlan inmensos sectores de
producción y
tecnologías.
Así está sucediendo, pero para cada uno de
nosotros
separadamente es difícil percibirlo en totalidad y en las
dimensiones de sus
impactos que se complementan. Los
gobiernos, mayormente controlados por intereses corporativos y
con el mito de
que los avances tecnológicos son beneficiosos de por sí, han
dejado que casi
todas estas tecnologías prosigan, se usen, vendan, estén
diseminándose en el
ambiente y en nuestros cuerpos, sin siquiera mínimas
evaluaciones de sus posibles
impactos negativos y sin regulaciones, mucho menos aplicación
del principio
precautorio. Un ejemplo
claro es la
industria nanotecnológica, que con más de 2000 líneas de
productos en los
mercados, muchos presentes en nuestra vida cotidiana (alimentos,
cosméticos,
productos de higiene, farmacéuticos), no está regulada en
ninguna parte del
mundo, pese a que aumentan los estudios científicos que muestran
toxicidad en
ambiente y salud, especialmente para los trabajadores expuestos
en la
producción y uso de materiales con nanopartículas.
Pero el Foro de Davos sí elabora
anualmente un amplio informe
sobre riesgos globales, porque esos riesgos afectan sus
capitales e
inversiones. En la
edición 2015 afirman que
“El establecimiento de nuevas capacidades fundamentales que está
ocurriendo,
por ejemplo, con la biología sintética y la inteligencia artificial, está
particularmente
asociado con riesgos que no se pueden evaluar completamente en
laboratorio. Una vez que
el genio haya salido de la
botella, existe la posibilidad de que se hagan aplicaciones
indeseadas o se
produzcan efectos que no se podían anticipar al momento de su
invención. Algunos de
esos riesgos puedes ser
existenciales, es decir, poner en peligro el futuro de la vida
humana”. A
confesión de partes, relevo de pruebas. Pero aunque lo reconozcan, no
tomarán ninguna
medida que coarte sus ganancias.
En este contexto, desde hace algunos años,
estamos
trabajando junto a otras organizaciones, movimientos sociales y
asociaciones de
científicos críticos, en la construcción de una red de
evaluación social y
acción sobre tecnologías (Red TECLA), para buscar por un lado
informarnos y comprender
el horizonte tecnológico, sus conexiones, impactos e
implicaciones desde muchas
perspectivas (ambiente, salud, ciencia, género, trabajo,
consumo) y fortalecernos
para actuar sobre ellas.
Para avanzar en estas ideas y en el
cuestionamiento de la
tecnociencia al servicio del lucro, con experiencias concretas
desde varios
países latinoamericanos, se realizará el seminario internacional
“Ciencia,
tecnología y poder: miradas críticas”, el 8 de noviembre, de
9.30 a 14 horas,
en la Hemeroteca Nacional, Ciudad Universitaria, México,
convocado por la Red
TECLA, la Unión de
Científicos Comprometidos
con la Sociedad y el Grupo ETC (http://www.etcgroup.org/es). Tenemos
que apropiarnos, desde abajo, de la consideración y acción sobre
estos temas.
- Silvia Ribeiro es investigadora
del Grupo ETC
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