sábado, 27 de agosto de 2016

Frustraciones de la intelectualidad antichavista sobre el 1 de septiembre


La intelectualidad escuálida sin dudas vive la resaca de su propia rumba post electoral: creyeron anticipar la fecha en la que el chavismo moriría como fuerza política en Venezuela y todavía los astros no se alinean en su exclusivo y excluyente beneficio.
Decimos resaca porque después del 6 de diciembre para nadie fue un secreto que el resultado electoral fue vivido por esta clase, afín al lelismo político desde siempre, como un hecho bisagra que resignificaba sus tesis, y les daba supuestamente la seguridad de quien había visto el futuro antes de tiempo.
Ocho meses después de que nada de lo que dijeran hubiese sucedido, y con una burbuja especulativa de pronósticos que se desinfla como la del dólar paralelo, nuevamente los sabiondos de cafetín se ven en la obligación de recoger las cartas y barajar de nuevo para intentar reconectar con una realidad de la que se han aislado repitiendo chavismo, chavismo, Maduro, Maduro, referéndum, referéndum, hasta el punto de hartarse de ellos mismos y darse cuenta que todavía no han salido del frasco que viven desde la llegada de Hugo Chávez.
Tal es así que El Estímulo se pregunta: "¿Por qué la gente odia al gobierno pero no se mueve?", en una nota en la que se desarrollan las angustias y las carencias afectivas de los que se suponen saben leer la realidad venezolana. Pero no entienden por qué "la gente es reacia a participar en las movilizaciones de protesta convocadas por la oposición", según lo afirma el propio medio insignia de la escualidez 2.0.

El gobierno utiliza el hambre como herramienta de dominación

Una de esas angustias, como lo refiere el título de la nota, es que la gente no se moviliza, en un momento en el que el psicólogo social Axel Capriles sostiene que el "hambre y la supervivencia son armas de dominación", en un claro ejercicio de transferir la culpa al chavismo de esconder los alimentos y dañar las condiciones de vida de los venezolanos para dominar más eficazmente a la población. Por lo visto Maduro ha decidido estos tres años esconder los alimentos por su propia supervivencia política y nadie se ha enterado más que esta lumbrera.
Como vemos, el hambre como "herramienta de dominación" maquiavélica de Maduro además angustia al sociólogo Carlos Hernández, también consultado por El Estímulo, quien le atribuye la inmovilidad opositora al sostener que: "Varios estudiosos de la política han argumentado que en los momentos de profundización del hambre, de la miseria, de la carencia de bienes, la gente dedica su tiempo a conseguir proteínas y no a la protesta política. La tesis de que el hambre genera revoluciones es falsa y se ha señalado más bien que los grandes procesos revolucionarios se han generado en momentos de auge económico".
Más allá del error histórico y la falta de imaginación para usar la palabra revolución, Caracazo y revolución francesa mediante, esta serie de malabares declarativos, poniendo en el gobierno y el chavismo su incapacidad de conectar con la realidad venezolana, son sin dudas sinónimos del vacío político que existe en el antichavismo y la falta de planes concretos que proponerles a la población, más allá de la estéril consigna condensada en el referéndum revocatorio como síntesis y solución a todos los problemas, como si fuera que pudiesen ir a la farmacia, pedir un poco de revocatorio y terminar con ese indescifrable dolor llamado chavismo que les aqueja la cabeza.
Ni siquiera los intelectuales opositores saben interpretar lo que sucede en Venezuela

La falta de liderazgo y el 1 de septiembre

Misión Verdad no dice esto livianamente ya que hasta el propio Alex Capriles remarca que "falta un nuevo liderazgo efectivo que pueda canalizar el descontento, dar significado a la lucha política y motivar otra vez a la población". Uno que en su opinión "articule el descontento y convierta la falta de pan en movilización política", uno que sin dudas caiga del cielo y les haga capitalizar una de las pocas oportunidades que han tenido en los últimos 17 años para terminar con el chavimo. Una oportunidad, dicho sea de paso, que se les escurre entre los dedos y los hace más desesperados todavía.
Por esto es que surgen dudas en sus propias filas sobre el alcance de la movilización del 1 de septiembre, como las de la académica Iria Purosa, quien sostiene que una de las "fallas de la convocatoria es que hay muchas dudas de lo que se busca" cuando cada "actividad debería tener un objetivo específico y que la gente evalúe cuál es la recompensa del riesgo que está tomando" al salir a la calle.
Lo que se refleja en que ningún escuálido sepa si la movilización terminará en presionar por el referéndum revocatorio, la enmienda para acortar el periodo de Maduro, ya descartada por el Tribunal Supremo de Justicia, o en un proceso desobediencia civil, como pretende Voluntad Popular. Una confusión premeditada por la MUD.
Sin embargo, el escepticismo sobre la marcha alcanza al ex rector del CNE Vicente Bello, quien confiesa a Prodavinci no tener mucho optimismo sobre su repercusión en los tiempos del referéndum. Y no es el único que piensa lo mismo sino que en el mismo reportaje su ex colega en el CNE Luis Salamanca afirma dudar sobre las posibilidades reales de la movilización y atribuye que la oposición tendría que recurrir a una suerte de caballo de Troya para "triunfar".
Como vemos, el desosiego de la intelectualidad antichavista no replica la supuesta euforia de la dirigencia de la MUD, porque si nos llevamos por las declaraciones del ya citado sociólogo Carlos Raúl Hernández la suerte del revocatorio está atada a la de un "cisne negro, un evento imprevisto que tenga la fuerza para cambiar la posición del gobierno y conducirlo a su entrega incondicional".
Justamente una especie de cambio de juego total que de vuelta a la realidad tal cual la han descripto y la conduzca mágicamente a sus aspiraciones y pronósticos desbocados de comienzo de año, como si fuese que estuviesen con un billete de lotería rezando que por favor saliese su número en la quiniela de turno.
Esta serie de angustias y existencialismo, de nuevo, los coloca, tal lo confiesan, en un espacio de irrelevancia y aislamiento político luego de un breve periodo de euforia post electoral. El peligro justamente no reside en que se reconozcan en su posición histórica de lelismo político y falta de conexión con el sentir venezolano, sino en la desmedida conducta psicótica y disociada que se apodera de ellos cuando agotan sus mecanismos políticos para intervenir en la realidad.
No son los mismos, ya sabemos, nerds con teclados con Salida que sin Salida, con Leopoldo que sin Leopoldo, y ahí en esa imposibilidad, en esa cobardía disfrazada de racionalismo ilustrado, es donde radica la disociación que los define.
Aún más cuando saben que tanto el chavismo, como el Gobierno Bolivariano, se están recomponiendo frente a sus ojos y solo un evento imprevisto, pre fabricado por ellos mismos, puede salvarlos de la irrelevancia y volver a inyectar un poco de aire a la burbuja especulativa que les está explotando frente a su cara.
Lo demás es danzarle al dios Almagro y esperar que llueva una santa intervención militar que los agarre sanos y salvos en Miami, o Nueva York, o en algún otro paraíso del capitalismo global. Y más allá de sus preocupaciones existenciales, existe un dato de fondo detrás de toda esta tiradera de flechas que no se puede perder de vista: ni siquiera los individuos que sirven de guía intelectual para la oposición saben interpretar lo que está sucediendo hoy en Venezuela. Y peor aún: como el 1 de septiembre tiene mucho de operación de márketing y publicidad, tampoco saben cómo vendérselo a sus propios seguidores.
Su crisis de pensamiento y acción es culpa suya. ¿O también dirán que esos análisis de cartón piedra son resultado de una nueva "arma de dominación" del chavismo?
Peleles.

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