miércoles, 30 de marzo de 2016

MIRADAS Creer o no creer



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ESTA SEMANA SANTA NOS PUSIMOS CABALÍSTICOS Y ESCOGIMOS SIETE PASAJES BÍBLICOS SOBRE LOS QUE RECAE “LA SOMBRA DE LA DUDA”. LA IDEA ES VER, DE UNA MANERA AMPLIA Y DESPREJUICIADA, ALGUNOS HECHOS QUE SIEMPRE HEMOS DADO POR CIERTOS. LAS TROMPETAS DEL APOCALIPSIS COMO SONIDO DE FONDO
La manzana de la discordia
Siempre hemos asociado la manzana con el “fruto prohibido”. Según la tradición popular, Eva le ofreció esta fruta a Adán, se la comieron, los expulsaron del Paraíso y “recojan los vidrios”. Sin embargo, en la Biblia leemos esto: “Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer (…) tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió” (Gn. 3: 6). La ausencia del vocablo “manzana” ha sido explicada de distintas maneras: algunos dicen que fue un error de traducción, pues en latín manzano es malus pumila, por lo que erróneamente se conoció como “árbol del mal”; otros dicen que cada religión tiene su “fruto prohibido”: para los hebreos es el higo, para los ortodoxos la naranja y para los musulmanes una copa de vino. Tal vez para los venezolanos cuadraría más el mango o el mamón.
En el libro 101 mitos de la Biblia, su autor, Gary Greenberg, dice que las Sagradas Escrituras hicieron su versión libre de un mito mesopotámico en el que también se habla de un fruto prohibido, de un paraíso terrenal y de una maldición tras haber quebrantado las reglas de papá Dios. Copy-paste bíblico.
Finalmente, es a partir del Renacimiento cuando se empezó a pintar la manzana, que es bastante común y barata por esos lados, en las reproducciones del pecado original. Por ahora sigue siendo un fruto prohibido, pero por su alto precio.
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Caín y Abel
La historia de la competencia de dos hermanos por el amor del padre, con matazón incluida, no es exclusiva de las telenovelas mexicanas. La Biblia también echa mano de esa historia. De forma resumida: Adán —que vivió 930 años— y Eva tuvieron 33 hijos y 23 hijas, incluidos los tres más famosos: Caín, Abel y Set. Todo iba bien hasta que Dios decide premiar por su trabajo a Abel y no a Caín. A partir de allí, movido por la envidia, Caín mata a su hermano, Dios se da cuenta y, como era normal en el Antiguo Testamento, le cae la maldición, algo así como chikungunya con zika. Greenberg cree que, nuevamente, la Biblia se basó en mitos antiguos. En este caso remasterizó el asesinato de Osiris, dios egipcio de la resurrección, por parte de su hermano Seth, deidad de la fuerza bruta. Resulta curioso que en las escrituras hablen de Set y en la mitología egipcia de Seth. El narrador se confundió con tantos vínculos familiares.
Otro punto curioso es que nunca se menciona la supuesta quijada de burro con la que Caín cometió su fratricidio. De nuevo es obra de los pintores renacentistas, quienes representan la escena con huesos de animales, piedras, lanzas o ramas.
El Arca de Noé 2.0
Llegado a este punto, está claro que el Dios del Antiguo Testamento tenía muy malas pulgas y que optaba por la destrucción cada vez que veía en peligro su magna obra. Como a su alrededor solo había lacritas descendientes de Adán y Eva, le dijo a Noé, un viejito de 600 años, lo siguiente: “He decidido el fin de toda carne, pues la Tierra está llena de violencia a causa de los hombres, y voy a exterminarlos de la Tierra” (Gn. 6: 11-13). Así, tipo relajado, pues. El único que se salvaría sería Noé, quien tendría que construir un arca para garantizar que algunas especies sobrevivieran al diluvio que mandaría Dios, pero no nos adelantemos.
Nuevamente la Biblia usó Wikipedia, pues resulta que Zeus, “el padre de los dioses y los hombres” en la mitología griega, también castigó a los hombres por su mal comportamiento con una gran inundación. En esta historia —según el blog iesmiralcamp.wordpress.com—, casualmente, Deucalión (rey de Ptía) fue avisado por su padre Prometeo de lo que se les venía encima y construyó un arca donde subió a su esposa y a su hija. Tras el diluvio, el arca estuvo a la deriva por nueve días. ¿A que no saben? Deucalión también envió una paloma para confirmar el fin de la ira de Zeus.
Greenberg compara la historia del diluvio universal con la explicación egipcia de la Creación que, precisamente, se inició con una gran inundación.
“Y de todo ser viviente de toda carne meterás parejas en el arca para que tengan vida contigo; serán macho y hembra” (Gn. 6: 19), le dijo Dios a Noé. Según algunos, existe discrepancia sobre el número necesario para garantizar la descendencia, pues también se debían sacrificar a algunos animales. Otros se preguntan por qué Dios pide a Noé que haga ese esfuerzo si él es el Padre Creador y podría sacar cualquier especie de la chistera, del agua o de la tierra.
Moisés no se llama Moisés
El pueblo hebreo había sido esclavizado por Egipto. Ramsés I había decretado que todos los hebreos varones fueran asesinados, por lo que Jocabed, madre de Moisés y esclava, metió a su hijo de tres meses en una cesta embetunada y lo echó Nilo abajo. Según los testigos, Bithiah, la hija del faraón, que casualmente se bañaba en ese momento, vio la cesta con el niño, lo rescató y lo hizo su heredero. ¿No les suena de alguna telenovela?
En la página www.egiptologia.com se señala que resulta incongruente que necesitando el faraón mano de obra esclava para sus grandes construcciones, decidiera, precisamente, acabar con los varones. Lo otro que ponen en duda es que Bithiah se bañara a orillas del Nilo, como cualquier hija de vecina. Ella tendría en sus aposentos el mobiliario preciso: piscinas y lagos artificiales.
Igualmente dudan que Jocabed tuviera el dinero necesario para comprar betún, artículo de lujo traído de Mesopotamia y al que una esclava no tenía acceso.
Como si fuera poco, hasta del nombre hay pocas certezas, pues según el Éxodo se trata de un nombre hebreo derivado del verbo mashah, que significa sacar, y por haber sido “sacado de las aguas” lo llamaron así. Sin embargo, es raro que una princesa egipcia le pusiera a su heredero un nombre en el idioma de sus esclavos.
A estas alturas surge la pregunta: ¿Por qué este invento con locaciones en exteriores? Y surge una posible respuesta. “Este relato, inventado por los aliados de Moisés, fue diseñado a partir de un mito egipcio sobre el nacimiento de Horus (el único rey legítimo de Egipto) para otorgarle a Moisés una pretensión válida al trono de Egipto”, recoge el libro 101 mitos de la Biblia.
Nada de cochino frito
Por si los asiduos a El Junquito y sus alrededores no lo sabían, en Deuteronomio 14 puede leerse lo siguiente: “Nada abominable comerás (…) tampoco comerán carne de cerdo, que tiene la pezuña partida, pero no rumia. Ustedes lo tendrán por impuro: no comerán su carne ni tocarán su cadáver”.
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Cualquiera podría pensar que el Dios del Antiguo Testamento, además de malhumorado y vengativo, era fitness, cardiólogo o vegetariano, pero no. El antropólogo estadounidense Marvin Harris, padre del materialismo cultural, tiene una explicación para esa prohibición que podría venir acompañada de morcilla, chorizo, chinchurria, hallaquitas y guasacaca. Los hebreos eran pastores nómadas que criaban cabras, reses y ovejas. Incluir en los rebaños a los puercos representaba una complicación, puesto que estos animales no se adecúan a terrenos áridos, no recorren largas distancias, su sistema de regulación, ante el calorón del desierto, son sus propias heces como material refrescante; además, pueden comer lo mismo que un humano, lo que representa una fuerte competencia por el alimento, escaso en ese contexto. Esto hace que su cría en el Oriente Medio se considerara un lujo imposible de costear. Recordemos que la Biblia se erigió como un escrito para garantizar el control social.
El Niño Jesús
El 25 de diciembre es asociado por los católicos, y por los comerciantes, con el nacimiento de Jesús. Ese día los pequeños estrenan sus juguetes, traídos por el Niño Jesús, y la familia se reúne para compartir. Después de esta línea es prudente alejar a los infantes de la revista, para no “espoilear” la cosa. Según algunos estudiosos del tema, que podrían considerarse bastante grinchs, ocurre lo siguiente: “En Roma (…) la Iglesia designó el 25 de diciembre (…) para celebrar la Natividad, porque había sido el día de la festividad pagana del Sol Invicto, momento en que el invencible sol triunfaba anualmente sobre la oscuridad del invierno, y los días volvían a alargarse”, explica W. R. F. Browning en el Diccionario de la Biblia.
Otros apelan al sentido común, pues si Jesús hubiera nacido en esa fecha, se estaría en pleno invierno y, según (Lc. 2: 8), “había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño”. Además, en el libro Celebraciones, de Robert J. Myers, citado por la página www.planetacurioso.com, aparece lo siguiente: “Jesús debió nacer en el verano o a principios del otoño. Ya que diciembre es un mes frío y lluvioso en Judea, lo más probable es que por la noche los pastores hubieran buscado refugio para sus rebaños”. Niño Jesús y “pacheco” no cuadran.
El último que apague la luz
Bien lo dijo Héctor Lavoe: “Todo tiene su final”. En este caso, el sugerido por Juan no escatima en efectos especiales, símbolos, matazón y destrucción. Se conoce que este libro bíblico fue escrito en el siglo I de nuestra era, momento en que los cristianos eran cruelmente perseguidos por los romanos.
Los escritos están cargados de símbolos que han sido interpretados de innumerables maneras. Allí se habla, entre otras cosas, de la apertura de los siete sellos y de las calamidades que causaron (no muy distintas a las que sufre el planeta actual), del surgimiento de las bestias, de la gran Babilonia y del dragón y de su derrota, que comienza en la batalla final llamada Armagedón y que termina con la aparición de Jesús en un caballo blanco. Luego de esto pasan mil años, los malos vuelven a ser vencidos y la paz vuelve “como era en un principio, ahora y siempre”.
El filósofo Mircea Eliade considera que “estos mitos del fin del mundo, que implican más o menos claramente la recreación de un universo nuevo, expresan la misma idea arcaica, y extraordinariamente extendida, de la ‘degradación’ progresiva del cosmos, que necesita su destrucción y recreación periódicas”.
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En el portal www.20minutos.es aparece lo siguiente: “Todo hace suponer que este texto se compuso integrando símbolos y mitos más antiguos, de inspiración griega, egipcia y mesopotámica, entre otras, que por error o por razones políticas a menudo se han interpretado, y todavía se leen así, sin tener en cuenta sus significados simbólicos y míticos tradicionales. Así pues, esta célebre historia del fin del mundo del Nuevo Testamento solo es un texto simbólico y poético que cuenta una experiencia mística individual, que puede ser actualizada o vivida en todo momento, escrita en términos escogidos y en un estilo propio de la época”.
Las explicaciones no cabrían en esta revista. Todos se han aferrado a la idea del final del mundo para escapar de situaciones comprometedoras o “para que esto se acabe”. En el año 1000 lo esperaron y no pasó nada; en 2000 el juicio final iba a ser cibernético y nada; Nostradamus habla de la llegada del Papa negro, que presagiará el acabose; los evangélicos dicen que ya está muy cerca y que “las señales se están viendo”; algunos creen que ya lo estamos viviendo. En alguna parte de Caracas, en este preciso momento, una doñita estará diciendo: “¡Fin de mundo, chica!”.
POR NATHALI GÓMEZ• @LAESPERGESIA / FOTOGRAFÍAS MICHAEL MATA

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