EPALE 212 MITOS
POR ANDER DE TEJADA / ILUSTRACIÓN JESSICA MENA
Hugo Trejo no solo se llamaba, curiosamente, como Hugo Chávez, sino que además fue su general en el Ejército cuando aquel todavía se formaba. Además de eso, la historia lo hizo de una tendencia política que no sé bien si describir de izquierda, pero que sí estaba incómoda ante las formas represivas en que se ejerce el poder. En tiempos de Pérez Jiménez, fue este primer Hugo una de las más influyentes catapultas de la rebelión que vendría después.
Todo sucedió el 1° de enero de 1958. Vaya manera de recibir el año la de este señor: organizado en una de las células desplegadas en el territorio nacional, cada una de cinco integrantes, para emprender la arremetida contra el Gobierno. También hubo un despliegue de la Fuerza Aérea, pero a pesar del sonido y las capacidades de los aviones, la insurrección no contó con un presupuesto digno de la hazaña, por lo que el armamento empleado no fue suficiente para acabar con las fuerzas del Estado. Quizás sea más fácil resistir como un vietcong que derrocar como un vietcong.
Otras fuentes indican que el abandono de algunos miembros insurgentes imposibilitó que el golpe prosperase. De todos modos, Hugo dirigió su rebeldía a Los Teques con el fin de tomar la ciudad, ya que suponía un punto estratégico de comunicación entre las guarniciones de Caracas y Maracay. Cayó preso el 2 de enero, en los sótanos de Miraflores, pero lo hizo con la chispa echada sobre el suelo seco de la Venezuela de esos años, cuyo fuego tuvo su mejor tamaño el famoso 23.
Después de su corta estadía en la cárcel, el comandante Trejo asumió la subjefatura del Estado Mayor General. Como todo aquel que pone en juego el pellejo por una causa, después fue dejado a un lado por los que saben gerenciar los asuntos. Así, pues, cuando el primer Hugo, inconforme con la reestructuración política del país, levantó la consigna “Democratización de las Fuerzas Armadas e integración al pueblo de Venezuela’’, fue alejado del pequeño sartén lleno de agua sucia llamado Pacto de Punto Fijo, que posteriormente se convirtió en el tremendo guiso que todos conocemos y que parece seguir hirviendo en la sangre que humedece los cerebros de los políticos del país.
La forma de alejarlo del caldero fue a través de la elegancia, pues a un tipo así no solo se le elimina, como se haría en este caso con un agitador cualquiera. Con individuos así hay que actuar discretamente, hacer ofrecimientos, expulsar con el silencio. Por eso a Trejo lo enviaron ese mismo año a Costa Rica como embajador. Dio brincos de nación en nación hasta volver al país, alrededor de diez años después. No se fue, a pesar de todo, sin dejar una huella en otros militares, que sospechaban, como había que sospechar, que el país que nació el 23 de Enero no era el país que deseaban.
El segundo Hugo lo recordó en un acto en febrero de 2008, refiriéndose a su relación profundamente unida, no solo por la Academia Militar sino por las aspiraciones políticas: “Recuerdo que me decía: ‘Tienes que ser un buen capitán’, un capitán bolivariano. Por eso hoy rindo tributo a mi general Hugo Trejo, general bolivariano de los soldados revolucionarios de esta patria”.
Trejo, tras el alzamiento del 4 de Febrero, defendió a sus sucesores y asumió la vocería de sus demandas. Murió el 16 de febrero de 1998 en el Hospital Militar.