Es difícil no impresionarse con las imágenes de la caravana de migrantes centroamericanos que camina por México rumbo a Estados Unidos.
Son miles de personas que una vez llegada la noche duermen con sus niños pequeños sobre el pavimento. Los que tienen suerte, sobre un plástico o cartones.
De cerca se les ve exhaustos de caminar por kilómetros y kilómetros bajo un sol abrasador y un calor de justicia.
Tienen las caras llagadas, los pies con ampollas.
Caminan kilómetros y kilómetros cada día y comen lo que la gente les regala a su paso.
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