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AGOLPE DE CONTROL POR POR CARLOS COVA @CARLOSCOBERO
No es verdad que “todo tiempo pasado fue mejor” (un dicho tonto que ofrezco en bandeja a mi compañero de página). Lo que sí parece indiscutible es que todo tiempo pasado genera nostalgia. Para ello nada tan a la mano como la televisión. Como lo han de saber a estas alturas los lectores de esta columna, su autor no es otra cosa que un evocador de la vieja tele, y no precisamente, como lleva dicho, porque fuera mejor que la de hoy. Sucede que constituye una fuente de inagotable riqueza nuestro recorrido vital medido en horas catódicas, en particular el acumulado durante la primera infancia, cuando contamos con licencia para mirar.
Según un registro realizado por este escribidor, el número de series de televisión transmitidas en el país desde los años 60 hasta mediados de los 90 —momento en que la televisión satelital se entroniza en nuestro ámbito geográfico— superaba las quinientas producciones, sin incluir las llamadas “comiquitas” (esta otra lista, descomunal, aguarda por su acopiador definitivo). Aquella larga lista, por sí sola, evidenciaría el carácter cíclico de las modas y del star system, la oportunista introducción de nuevos géneros televisivos y el finito universo de esquemas narrativos. Un cuidadoso escrutinio de este volumen audiovisual corroboraría una serie de isotopías o constantes en la cultura occidental, implantadas muchas de ellas desde el mismo medio.
El repaso memorístico alcanzará entonces características de introspección. Recuerdas Maya (serie sobre una elefanta india) y caes en trance de regresión. Miras el mundo desde tus 7 años y todo adquiere una dimensión diferente, sosegada y jovial. Perdidos en el espacio, Blue Angels, Superman, El llanero solitario, Agente Fantasma, Monstruos del espacio, Ultraman, Banana’s Splits, Señorita Cometa, El hombre nuclear, Los Ángeles de Charlie, El planeta de los simios… Encerrado en una pequeña habitación en mitad de la noche, sesenta años de televisión os contemplan.