“A los que creían que no teníamos pueblo en Barinas, aquí está el pueblo”, dijo Capriles, encendiendo la algarabía entre sus seguidores que llenaron cinco cuadras de una avenida en el centro de la capital homónima de Barinas.
Ataviado con los colores del equipo de fútbol local, el líder resaltó que en esta campaña electoral de diez días no solo se enfrenta al candidato oficial y presidente interino, Nicolás Maduro, sino al poder del Estado.
“Es una lucha contra un grupito que está enchufado (en el gobierno) y pretenden someter a Barinas y a Venezuela”, afirmó Capriles, que se apartó de su cargo como gobernador del estado Miranda para postularse por segunda vez a la presidencia.
Los miles de opositores asentían con la cabeza mientras Capriles enumeraba los problemas de esta región llanera y también del país: fallas eléctricas, inseguridad, alta inflación y escasez de productos básicos.
“Lo que tenemos es fe, esperanza y valentía para sacar este país adelante”, afirmó poco antes de acabar el acto bajo una estruendosa lluvia de fuegos artificiales.
Capriles puso un pie en Barinas un día después de que Maduro inaugurara su campaña en ese Estado, considerado por los chavistas como la “cuna de la revolución”.
“Eso se llama romper el miedo”, dice Darling Sayago, una docente de 46 años, que esperó por más de cinco horas para ver a Capriles bajo el intenso calor de los llanos venezolanos.
Desde las azoteas o sobre el asfalto, la muchedumbre se entretuvo bailando y cantando música llanera o ilusionándose con una posible victoria de Capriles con 55% de votos, como dijo uno de los animadores en la tarima.
“A pesar de ser la cuna de la revolución es la que necesita más apoyo, más progreso y más trabajo”, señala Jesús González, con la gorra tricolor que popularizó el líder opositor.
“Queremos un cambio, estamos cansados”, dijo a la AFP Yelimar Hidalgo, una joven licenciada en educación desempleada.
Capriles, que fue derrotado por Chávez por 11 puntos porcentuales en octubre, llegó a Barinas deseoso de los votos de este Estado que ha sido adverso a la causa opositora.
“Barinas lo aplaude a él”, dice Raquel Ramírez, que está “resteada” con Capriles, incluso, dice, si está en riesgo su empleo como educadora en una escuela pública.
Lo acompaña sin dudarlo porque, señala, el líder opositor “se está jugando su carrera política”, señala esta mujer de 41 años, de la mano de su hijo.
“La fe es lo último que se pierde, tenemos que ser perseverantes”, dijo Hidalgo.
Foto: Reuters
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