domingo, 29 de marzo de 2015

El negocio poco saludable de las farmacéuticas

Con estrategias corporativas privan de medicamentos a las mayorías.


 
Las ganancias cuantiosas parecen ser la prioridad de su actividad
 
.- Las medicinas son parte importante de la vida de todos. Acceder a estas es muchas veces garantía de vida, pero tras ellas se esconde un negocio poco saludable.
 
Las farmacéuticas son gigantescos conglomerados dedicados al desarrollo, producción y comercialización de medicamentos entre los que destacan compañías como Pfizer, Novartis, Merck y Roche, entre otras.
 
Con presencia mundial y especializadas en el manejo del negocio corporativo, son propietarias de numerosas patentes con las que se reservan el derecho exclusivo de fabricar y comercializar millones de costosos medicamentos, de los que se priva a la mayoría de la población mundial. 
 
Basadas en criterios mercantilistas y empresariales, los grandes laboratorios o corporaciones farmacéuticas apuestan a tácticas orientadas a ganar capital.
 
Para Yajaira Bastardo, jefa de la Cátedra de Farmacoeconomía en la Facultad de Farmacia de la Universidad Central de Venezuela, “en la industria farmacéutica siempre se va a atender el desarrollo de productos que ofrezcan ventajas con respecto a los otros que hay en el mercado, y del mismo derivan ganancias económicas”. Como en cualquier otra industria, destaca Bastardo, “su finalidad es obtener ganancia y si no lo hace sale del mercado. Ella mantiene su posición comercial por el desarrollo de estos mismos productos”.
 
El negocio
 
Las grandes empresas de fármacos confían en las patentes que adquieren por lustros y extienden gracias al cabildeo político. A través de estas y las normas de certificación a las que apelan frecuentemente, se reservan el derecho exclusivo de producir, comercializar y obtener ganancia de los medicamentos que investigan. Dinámica que niega el acceso a gran parte de la población mundial a las medicinas, aunque buena porción de las investigaciones que se atribuyen son costeadas principalmente por los gobiernos o dineros públicos (84%) y no por los laboratorios, que solamente aportan 12%, según revelaron estudios independientes de 2008 presentados por la Organización Internacional de Consumidores y Usuarios (OCU) en su web ocu.org.
 
Cuestión de prioridades. El profesor de la Facultad de Farmacia de la UCV y ex ministro de Comercio, Eduardo Samán, señala que las grandes farmacéuticas “invierten pocos recursos en las enfermedades reales o padecidas por la mayoría de las personas, pero invierten más en aquellos problemas que pueden considerarse que son poco relevantes para la salud o vida de la gente, como los asuntos estéticos”.
 
Para ello acuden a prácticas como restar importancia a los problemas más comunes de los países pobres como las enfermedades tropicales y la tuberculosis, mientras enfocan su investigación en las “enfermedades rentables” de los países ricos (afecciones cardiovasculares), según reportó la organización Médicos sin Fronteras (MSF) en su informe de septiembre de 2001 titulado Desequilibrio mortal. Así ha sucedido con el ébola, que se conoce desde hace décadas (1976) y cuya cura o tratamiento no se había buscado por ser una enfermedad endémica del África pobre, región donde incluso la transnacional Pfizer realizó ensayos clínicos del antibiótico trovafloxacino o Trovan, que de acuerdo con organizaciones internacionales y funcionarios nigerianos, reseñados por la BBC, en 1996 ocasionó graves efectos y la muerte de 50 niños en su país.
 
Estas empresas se asisten de prácticas monopólicas como la reducción de impuestos y protección de mercados, que aplican EEUU y la Unión Europea sobre ciertos fármacos como el costoso Sofosbuvir (Sovaldi), indicado para el tratamiento de la hepatitis C y el cual no permiten comercializar en su forma genérica en sus territorios para resguardar a las corporaciones del avance de productos más económicos e igualmente eficaces, provenientes de países como India, Brasil o Suráfrica.
 
La campaña
 
"Las farmacéuticas apelan a la difusión de datos falsos para crear paranoia colectiva y promover el uso exclusivo de medicamentos de eficacia dudosa”, afirmó el médico gastroenterólogo e investigador Felipe Guzmán, quien recordó el caso del Oseltamivir o Tamiflu de laboratorios Roche, cuyos ensayos clínicos fueron “maquillados” para justificar su uso en el tratamiento de la “gripe aviar” o AH1N1. En otras ocasiones, agregó Guzmán, los laboratorios han puesto en el mercado productos peligrosos para la salud como la Talidomida, un fármaco del laboratorio alemán Grünenthal Gmbh indicado para las náuseas en embarazadas entre los años 1958 y 1963 y que causó el nacimiento de miles de bebés sin extremidades.
 
Señala Felipe Guzmán que las farmacéuticas hacen lobby y “apuestan a la conquista de mercados y la obtención de ganancias de la mano con una visión perversa de la medicina, la cual forma a los médicos para que muchas veces funjan como vendedores de los productos de los laboratorios”.
 
De acuerdo con la Lista 2013 de las primeras 50 empresas publicada por la revista especializada PharmExect en su sitio pharmexec.com, los diez mayores laboratorios acumularon 324 mil 700 millones (MM) de dólares ($) en ventas mundiales durante 2012. Cifras que superan el presupuesto 2015 de países como Argentina ($153,104 MM), Chile ($62 MM), Perú ($45,621 MM), Colombia ($104,067 MM) o Venezuela ($117,731 MM), reflejando las grandes dimensiones del lucrativo negocio farmacéutico.
 
El mismo cuyas ganancias ascienden a 47 mil 499 millones de dólares, considerando solo los balances de las cinco primeras empresas farmacéuticas descritas en la Lista Fortune 500 del año 2014, publicada en Fortune.com.
 
Por su parte, la Federación española de Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública, en su comunicado oficial de enero de 2015 llamado Las guerras de las multinacionales farmacéuticas las paga la ciudadanía, denunció la estrecha relación entre los organismos estatales de control y las corporaciones en Europa, donde -precisan- la Agencia de Evaluación de Alimentos (EMA) es financiada en 80% por las corporaciones, mientras la Administración de Drogas y Alimentos de EEUU (FDA) recibe 75% de aportes de la industria privada.
 
No extraña entonces que el Comisionado Adjunto de Productos Médicos y Tabaco de la FDA, Robert Califf, esté postulado a encabezar la FDA, aun cuando la revista Times, en su edición del 19 de febrero de 2015, señala que “es visto como una amenaza a la autoridad e independencia del ente, por su profunda vinculación financiera e intelectual con la industria farmacéutica”. 
 
 
sduque@grupo-un.com

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