Sí, más adelante hablaremos de la MUD, de los chavistas buenos y los escuálidos malos; le diremos fea a Lilian, perdedor a Chúo y estúpido a Capriles, cómo no. Pero antes quiero echar un ojo sobre un asunto que arropa a todo este tema de los liderazgos, fracasos y cólicos misereres de la política venezolana actual, porque es un tema anterior (iba a decir "superior") a todo esto. Permítanme entonces estos tres parrafitos aburridos, y después vamos a la acción, a la divertidísima faena de tratar de explicar por qué los escuálidos no consiguen un candidato a mesías, por mucho que lo hayan buscado.
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Sobre el papel del héroe en la historia han disertado y teorizado cientos o miles de analistas, incluidos muchos personajes aureolados por el don del heroísmo y la adoración de las masas. Napoleón, Bolívar, Alejandro de Macedonia, César y otros, se asomaron con tratados, discursos o simples sentencias, en ese tema que parece tan fácil de dilucidar en una tasca o café, o en este chinchorro, pero que a la hora de la chiquita, es decir, cuando la historia comienza a pedirles cuentas a sus figuras cimeras, estalla el tema en mil pedazos difíciles de armar.
Cuando Chávez, parafraseando a Bolívar, asumía que él era tan solo "una débil brizna de paja que se la lleva el viento", una pelusa más en el huracán de la historia, mientras mejor explicaba esa posición más desprotegido quedaba en su análisis. A estas alturas nadie (léase bien: NADIE) se ha atrevido a decir ni siquiera en juego que el factor Chávez no torció el rumbo de la historia venezolana. Unos, por supuesto, dicen que lo torció hacia un abismo horrible, y la mayoría dice, siente y sabe que el torcimiento chavista significó un salto adelante, una luminosa conmoción en la triste, vacía e ignominiosa vereda que transitamos los venezolanos en la segunda mitad del siglo XX.
La paradoja a resolver, al menos por quienes hemos entendido qué es la democracia (allá los que creen que eso se come con alternabilidad en el poder, estímulo a la empresa privada y libertad para la prensa burguesa) es la siguiente: si sólo el pueblo salva al pueblo, pero al mismo tiempo le reconocemos méritos y carácter vanguardista a los líderes, estadistas y conductores que promovieron e impulsaron revoluciones, ¿nos quedamos con la sentencia de Bolívar, que indica que un líder no es líder ni nada sin un pueblo que lo acompañe y una historia lista para ser cambiada? ¿Y qué tal la discusión sobre la presunta necesidad que tienen los pueblos de guías y conductores que los lleven por el camino de la emancipación?
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Primera, segunda y tercera lecciones de la historia reciente venezolana: 1) los pueblos (el pueblo-clase históricamente oprimida) producen sus propios líderes; 2) cuando los líderes son impuestos de manera postiza o artificial, puede que ganen un par de elecciones y se ganen algún aplauso, pero jamás alcanzarán categoría de líderes fundamentales, de figuras populares; 3) los líderes que lo logran son aquellos capaces de leer e interpretar a su pueblo, y de actuar en consecuencia.
El punto número 2 explica bien lo que les ha ocurrido toda la vida (y seguramente les va a seguir ocurriendo) a las cúpulas antichavistas (llámense partidos, Coordinadora Democrática, Mesa de la Unidad, etcétera). Desde siempre, la falla de origen o pata coja de la oposición fue su imposibilidad de conectarse emocional y efectivamente con el pueblo más humilde, su empeño en acudir a la televisión para seleccionar a las figuras capaces de mover multitudes. He usado la palabra "figura"; nótese la obvia diferencia con la idea de conductor o líder.
Cuando en 2014 se anunció que Chúo Torrealba iba a ser el jefe, secretario ejecutivo, máximo representante o vocero o mandamás o títere más visible de la coalición proempresarial, él mismo hizo públicos dos o tres detalles más o menos ocultos en ese entonces que revelaban la fragilidad de su jefatura.
En una entrevista que muchos leyeron pero pocos supieron leer, Chúo le mostró a quien la quiso ver la bombita de tiempo que dos años y pico después acaba de borrarlo de la escena mudista: "En los partidos se pierde mucho tiempo en la maraña interna de las organizaciones", decía, en una premonición o anuncio claro de que eso de conciliar posiciones partidistas antes de tomar una decisión le produjo siempre una enorme ladilla. Si Chúo no creía en los partidos, los partidos no tenían por qué creer en Chúo. Pero en aquella alborada de la era chuísta los partidos creyeron en él, a causa de una especie de leyenda o mito autoadjudicado.
Chavistas del mundo, celebremos
De Chúo a Borges (pasando por Ramos Allup)
Ese mito/leyenda cobró forma en un programa de Globovisión titulado "Radar de los barrios", en el que Chúo hacía de reportero y recogía el sentir del pueblo en unas entrevistas que repetían la misma estructura. Con apenas dos o tres variables en el libreto, el programa de Chúo consistía en ir a un barrio a preguntarle a la gente qué le parecían las aguas pestilentes corriendo por las aceras, qué le parecían los derrumbes, qué le parecían los malandros, qué le parecía eso de que la policía hubiera matado a un muchacho inocente, qué le parecía el tráfico de drogas, qué le parecían los huecos en las calles, qué le parecía que, a causa de la incapacidad del gobierno para presentarles opciones a los muchachos, la hija de la señora Gloria haya terminado metiéndose a puta. Y obvio que a la gente todo eso le parece mal, y si el señor de la televisión decía que Chávez era el culpable de todo eso pues en el programa se concluía que Chávez era el culpable.
Ese aparecer en pantalla subiendo a los barrios a los que ningún dirigente de derecha se atrevió a subir configuró en las mentes antichavistas una reflexión que les pareció concluyente: "Si este tipo va por todos esos barrios y la gente pobre le habla de sus problemas, entonces este tipo es un líder actual o potencial entre los pobres". Y de ahí en adelante la yuca completa: "Y como es líder de los pobres entonces cuando él dirija a la MUD se va a traer a todos esos pobres para acá y entonces nosotros vamos a poder tumbar al Gobierno, porque Chúo se va a encargar de lograr que todo el pueblo pobre crea en la MUD".
Ni más ni menos, la misma forma de "pensar" que los ha llevado a creer que Julio Borges, Vanessa Senior, Kico, Nacho, Lilian Tintori, Orlando Urdaneta y todo el elenco de la extinta RCTV califican como líderes o protolíderes de la Venezuela antichavista. ¿Cómo es que no se han dado cuenta de que sus victorias electorales y avances en la calle han tenido lugar después de que fue aplacada la histeria, la enfermedad neurótica llamada Globovisión?
En estos días indagábamos en las andanzas de un viejo héroe de la lucha libre venezolana, el gigante Bassil Battáh. Este luchador ganaba siempre, destrozaba a todos sus contrincantes, era un ídolo de multitudes; el país se detenía unas horas cuando transmitían por televisión la cartelera en la que Bassil Batáh iba a acabar con los malos. Cuarenta y tantos años después de admirar en mi niñez a ese gladiador invicto me vengo a enterar de que Bassil Battáh era en los años de su gloria el presidente y principal financista de la Federación Venezolana de Lucha Libre (pues así cualquiera, ¿no?). Pero hablando del aquí y ahora, ¿será que nadie en ese club de rabipelaos llamado MUD se ha percatado de cuánto estorba una diva, un falso héroe o falso líder, en la importante tarea de hacer política de cara al pueblo? ¿Nadie se dio cuenta de que una cosa es aparecer en las pantallas como el periodista chévere y adorado por todas las viejitas y sufrientes del barrio, y otra cosa muy distinta es ser carne de pueblo y gente de tu gente?
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Así que la MUD se ha despojado de ese lastre llamado Chúo Torrealba, y para tratar de corregir el dislate ha hecho lo que mejor o peor saben hacer los entes burocráticos por excelencia: los partidos saben burocratizar, y la MUD se ha burocratizado. Han designado como hablador principal a un José Luis Cartaya, hombre de bajísimo perfil aunque ganador de elecciones regionales. Pero ya va, que la cosa viene con comisiones o secretarías: una política, una técnica y una social. ¿A qué suena eso de Secretaría Social? A cualquiera le suena lo que en efecto es: la secretaría del contacto con el pueblo y los movimientos sociales. Al frente de esa secretaría colocaron a un Alfredo Padilla y a un Tinedo Guía. Este último, ¿famosísimo por qué? Ni más ni menos que por su aparición diaria durante muchos años en un noticiero de televisión.
Chavistas del mundo, celebremos: estos vergajos que nos han puesto como contendores no han aprendido ni quieren aprender.
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