Hemos visto con estupor la diatriba que se viene dando en los últimos días sobre la yuca amarga, como el tubérculo asesino que envenena gente, la que debe dejar de consumirse de manera inmediata. Pareciera que de la noche a la mañana descubrieron la existencia de la yuca amarga. Que sería similar a decir coloquialmente que descubrieron el agua tibia.
Una pendejada de lo más grande, pero que sin embargo ha logrado meternos en un debate que busca simplemente justificar por qué no se debe consumir este alimento, el cual por cientos de años ha sido parte de la dieta de nuestro pueblo indio y afrodescendiente. Diríamos que sólo les falta expresar abiertamente que debemos dejar de comerla y así completar la estrategia edulcorada con opiniones de científicos, que apuntalan esta campaña, y con ribete político complementan sus "eruditas" opiniones, denunciando que tampoco podemos comer arepa porque la harina pran no se consigue porque no se le entregan los dólares al señorito.
Se trata sin duda de una nueva matriz que busca, además, acrecentar los niveles de ansiedad en un pueblo que pasa por dificultades. El relato del país "hambriento", la intoxicación del discurso ahora en su variante gastronómica. El desasosiego y la incertidumbre como arma, que nos coloca en situación de "peligro inminente", dados los "riesgos" de la silenciosa y sigilosa "yuca venenosa".
Desean impedir que un alimento milenario, como es la yuca en sus distintas formas de consumirla, sea utilizada como base de alimento en momentos en que la población es sometida a una feroz guerra económica.
No tengo registros cuantitativos exactos, pero hasta ahora observar la gran cantidad de camiones cargados de yuca que andan y pululan por las carreteras del país, como un hecho nunca antes visto que demuestra cómo el pueblo fue capaz de rescatar de sus raíces este tubérculo y convertirlo en gran ofensiva popular contra el hambre a la que se nos ha querido someter.
Por ello decimos que esta campaña es una estrategia donde definitivamente el ataque y descrédito de esta fuente de alimento se puede resumir en la expresión coloquial llanera: "…nos quieren meter la yuca…", y donde lamentablemente algunos compatriotas desprevenidos caen en esa trampa.
Todas estas acciones son necesarias enmarcarlas dentro de la guerra psicológica y por supuesto ideológica que ha emprendido la derecha contra nuestro pueblo. Aquí cabría parafrasear la vetusta y desgastada consigna opositora "¡…con mi yuca no te metas!", pero sin el sarcasmo con el que hoy abordamos tal situación. Con esa vaina no se juega, pues se trata de alimento para el pueblo y el cual definitivamente no tiene ideología.
Paradójicamente la harina pran como producto industrial de consumo masivo sí tiene ideología, y aún así, no salimos nosotros a inventar cuentos sobre esta harina de maíz para que la gente deje de consumirla. Sí. Polar rinde la harina con yuca y destina parte del maíz importado por el Estado para venderlo en presentaciones más lucrativas de agroconfites y cornflakes.
Polar sí tiene ideología porque se ha soportado en una relación monopólica y porque su propietario, el oligarca y magnate Lorenzo, desde su nacimiento logró la apropiación de la invención de su proceso por parte de ese insigne investigador venezolano Luis Caballero Mejía, sino porque a través de ella también se apropió de un sentimiento nacional para utilizarlo como un arma de control de la sociedad venezolana, en especial los más humildes.
Pretenden engañar al pueblo con respecto a un alimento milenario y precisamente popular
Para los que no lo recuerdan o son parte de una generación más joven que ha nacido o crecido en revolución, deben saber que hasta su nombre fue copiado de aquel programa de alimentación en la Cuarta denominado "Programa de Alimentación Nacional", las cuales abrevian las siglas "PAN". Una prueba más de su carácter ideologizante al convertirlo en un sello o marca nacional de "obligatorio" consumo. Tan introyectado está en cada uno de nosotros que a cualquier otra marca de harina de maíz precocida la llamamos PAN. En eso debemos reconocer que "nos metieron la yuca".
Por eso merece que analicemos qué es lo que están diciendo y dejando correr por las redes sociales y otros medios de comunicación sobre la yuca amarga. Según estas matrices exaltadas, se habrían envenado e incluso habrían fallecido algunas personas que compraron yuca amarga en un mercado. Allí está la primera gran mentira, porque jamás la yuca amarga se comercializa como tubérculo en ningún mercado, puesto que la misma sólo llega al consumidor como un producto final en forma de casabe o mañoco, y ningún campesino o hermano indígena la cultiva para comercializarla en forma directa. Está implícita la ética de nuestros productores por delante.
Las comunidades desde siempre han sabido procesarla, eliminar o extraer su contenido letal de cianuro de hidrógeno para luego preparar lo que para muchos aún es un sustento básico en su dieta diaria. En muchos de nuestros pueblos de oriente, los llanos o de Amazonas, puede faltar la harina, pero sigue siendo imprescindible el casabe, e incluso el mañoco. El mañoco se consume de distintas maneras y en particular me cuento, desde hace casi dos años, como un asiduo consumidor de este producto amazonense.
Parece imposible adentrarse y lograr compenetrarse con nuestros hermanos indígenas y sus distintos pueblos si no se llegara a compartir una yucuta (que es una bebida que se produce al mezclar mañoco con agua, manaca o jugo de piña u otras combinaciones) en una conversa, reunión o asamblea. Tomarse una yucuta en una misma tasa que va pasando de mano en mano, es una de las manifestaciones de compartir más sentidas por los pueblos indígenas del Amazonas.
Otro aspecto a destacar que se convierte en una de las razones principales por lo que nadie consumiría yuca amarga hervida como se consume la yuca dulce, es porque simple y definitivamente se hace incomible por su fuerte sabor amargo. Aún así, los riesgos de accidente son mínimos pues además durante el proceso de cocción, buena parte de su contenido de cianuro es extraído o degradado, por lo que resulta poco creíble que las concentraciones remanentes puedan llegar a niveles letales de toxicidad.
Esta afirmación la hacemos con toda la responsabilidad del caso, a pesar de creer que puede estar demás dar esta explicación a un pueblo que por cientos de años ha consumido y subsistido gracias a este alimento en sus dos especies, la yuca amarga y la yuca dulce. Así que a la oposición le decimos que se dejen de cuentos chimbos y a los incautos o desprevenidos que no se coman esa coba.
Qué mal momento eligieron los supuestos fallecidos para venir a morirse por comer yuca amarga, valga la incongruencia. Precisamente en los tiempos de guerra económica, cuando la población es bombardeada de manera inclemente por el sabotaje de los sistemas de abastecimiento y precios, y cuando la gente busca alternativas en esa raíz ancestral para burlar los desmanes del boicot.
No hay comentarios:
Publicar un comentario