sábado, 28 de diciembre de 2019

Héroes del 2019: Los ‘Ángeles Chiquinquireños’ que combaten la desnutrición

Priselen Martínez Haullier
@angeleschiquinquirenos
Ver a María del Carmen,  una niña desnutrida en brazos de su madre en la avenida Bella Vista de Maracaibo, en una foto, conmovió hace años a Conchita Torres, una zuliana que hace dos décadas se mudó a Estados Unidos, y que desde allá no ha parado en practicar la caridad con los más necesitados sobre todo en su ciudad natal: Maracaibo.
 Fue tanto el dolor verla casi muriendo que se motivó a buscarla para ayudarla.
“La niña necesitaba una silla de ruedas, y yo tengo una amiga que trabaja en Bandesir. Pero  en mi lista de contactos  tengo a dos con el mismo nombre. Le escribí y le comenté, creyendo que era ella,  sobre el caso y me dijo: “‘Me voy para Bella Vista ya,  con una trabajadora social a buscarla. Me dije: ¡Wow qué eficiencia!”.
“Resulta que era una amiga que estudió conmigo en el colegio con quien nunca converso, y era dirigente un partido político. ‘Ella dijo: nada esta es la mía. Yo con esto reviento las redes’. Consiguió a la niña, la internaron en el  Hospital Chiquinquirá gracias a esa trabajadora social, pero inmediatamente, llamé a otra amiga, Anneliesse Mirabal, que es la que me ayuda con mi labor social allí,  y llevó unos insumos que tenía a la mano”.
“Me dice: ‘esto está grave Conchita’. Yo le dije: anda compra lo que necesita que yo me muevo por aquí (en EE UU). Cuando ella va a llevar las cosas se encuentra que en el piso donde está hospitalizada María del Carmen había 25 casos más. Ella me cuenta que tuvo que dejar todo, y yo le contesté: ‘bueno esta es nuestra próxima misión y así empezamos”.
“A la semana, ya estaba enviando leche, pañales, entre otras cosas, porque yo aquí trabajo como hormiguita. No creas que yo tengo reales, lo que tengo son las maneras para moverme”, comenta en la entrevista hecha vía telefónica.
“Primero empecé ‘a martillar’ a mis amigos directos de Maracaibo, porque había que moverse rápido, y luego comencé desde aquí. Así pasamos meses. En diciembre de ese año (2016), el director (del Chiquinquirá) nos botó. Nos dijo: ‘la leche debe quedarse aquí encerrada (en su oficina), y yo dije: ‘ni muerta’”.
De inmediato se activaron Anneliesse Mirabal, Cristina Lamerinhas e Indira Hansen  y contactando a las madres de los niños, vía telefónica, hacían las entregas en la Basílica de la Chinita.
En ese momento fue una de las mamás, admirada por la obra de caridad,  la que les puso el nombre de  “Ángeles Chiquinquireños”.
“‘Me dije esto no puede ser, estamos tirando la leche para la calle, porque no tenemos un control. En vez de dársela a los niños, se las estamos dando para que las vendan’”.
“Anneliesse, que era la mano derecha de la hermana Francisca, en la Casa de la Misericordia, visita a las monjas y les comenta la situación. Allí trabajan unos médicos ad honorem, entre ellos, un pediatra. Nos permitieron comenzar en enero del 2017 formalmente a trabajar. Con estadísticas, recaudos”.
“Tengo unos ángeles enormes que me ayudan porque me viven enviando cajas de ropa, de todo. Esto a veces no tiene explicación.  Hasta una artista llamó a la compañía de carga que representa y les pidió que enviaran lo recaudado. Ahora nos cobran el envío casi al costo. Todo fluye y sigue fluyendo”.
Al programa asisten unos 40 niños que son evaluados por el pediatra y un nutricionista. La atención en la Casa de la Misericordia son únicamente los martes de 7:30 de la mañana a veces hasta las 3:00 de la tarde, dependiendo de la cantidad que asistan.
Cada dos o tres semanas deben asistir, porque son atendidos por cita, cuenta Indira Hansen, pues anteriormente cuando empezaron a trabajar en el hospital, “íbamos cuatro días a la semana a llevarles todo. Nos apasionamos mucho por esos niños que llegaban. Todo lo que se recogía lo distribuíamos por igual”, acota.
Niños yucpas, habitantes de la Sierra de Perijá, que “llegaban en estado delicado” también  fueron atendidos por los “Ángeles Chiquiquireños”. 
“Al principio fue en una entrega muy apasionada, a pesar de lo feo lo que veíamos, el lugar donde eran atendidos, más las irregularidades que se presentaban con el tráfico de fórmulas”.
La situación cambió cuando muere José, un niño yucpa, “y una de mis compañeras comenzó a reclamar que hubo negligencia en el caso. Un periodista vio lo ocurrido, y lo publicó hasta en las redes sociales. Al llegar, el martes siguiente el director del hospital de ese momento, nos echó”, recordó con nostalgia.
Los pequeños cuando asisten son “pesados y medidos”, luego son chequeados por el médico. Les entregan las fórmulas que le corresponde, según el tratamiento, y los medicamentos con su récipe, “si lo tenemos”, aclara Hansen.
“Hemos tenido tanta acogida que los que no pertenecen a la fundación. las mamás nos dicen que están bajo de peso, y para no darles la espalda les damos el almuerzo, y les explicamos cuando un niño tiene un cuadro de desnutrición”.
Las madres de los pequeños que son atendidos  en la Fundación Ángeles Chiquinquireños deben dar una colaboración. “Es un trabajo en equipo. La Casa de la Misericordia necesita de algunas reparaciones y pagarle a su personal”.
“Las instamos a que hagan un oficio para que puedan la cubrir la colaboración. Les dictamos charlas de autoestima que bastante lo necesitan. Nuestra ayuda no puede quedar solo en la atención al niño (…)”, explicó Hansen, durante la conversación que sostuvo con PANORAMA, en la Casa de la Misericordia, y  quien también es educadora para niños especiales.
“Nosotras tenemos una profesión y otras ocupaciones,  por eso tenemos el voluntariado una vez a la semana. Tienes que vernos como llegamos cargadas con todo lo que traemos para cada jornada desde la comida hasta las donaciones que debemos entregar”, comenta con orgullo.
Cada martes, las voluntarias alistan la comida y las donaciones para los niños y sus madres en la Casa de la Misericordia.
Todos los niños que reciben estas voluntarias son remitidos por los centros de salud como el Hospital Universitario y el Hospital Chiquinquirá.
Adriana Morán, es madre de Geremías, un bebé de 16 meses que está siendo atendido, desde los seis meses, por los Ángeles Chiquinquireños.
Contó que su hijo a los meses de nacido tuvo un virus diarréico muy fuerte que bajó de medida y peso.
 “Estaba prácticamente desnutrido, le daba mucha fiebre. Lo llevé al hospital (Universitario) donde estuvo hospitalizado y de allí lo remitieron a la fundación. Estoy muy agradecida por el trabajo porque poco a poco ha ido recobrando su peso. Cada 15 días o tres semanas le toca su cita”.
 Además de los envíos que Conchita hace desde Houston, también hay colaboradores en Maracaibo.
“Anneliesse, Cristina e Indira son las que merecen los méritos, yo lo que hago es recoger y enviar, pero el madrugón que se dan esas mujeres, todos los martes, para atender a cada muchachito”, reconoce Conchita, quien recibe a diario el ánimo y apoyo de su esposo y de sus dos hijos para seguir con esta obra que busca combatir un mal como la desnutrición.
Si deseas colaborar con la Fundación Ángeles Chiquinquireños puedes seguirlos en sus redes sociales.
En instagram a través de @angeleschiquinquirenos, en facebook en su cuenta: www.facebook.com/angeleschinquirenos/.
Además Gofundme.com por en el siguiente link: https://www.gofundme.com/f/2pneet8?utm_source=customer&utm_medium=copy_link&utm_campaign=p_cp+share-sheet.

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