El jueves celebramos un foro sobre el ajuste del precio de la gasolina, su necesidad y sus efectos, donde participaron expertos de diversas tendencias y actividades, y donde por vez primera el ponente principal, en este caso el ministro de Petróleo y Energía, Rafael Ramírez, estuvo ausente, no obstante que nos habían confirmado su asistencia. Extrañó sobremanera esta ausencia toda vez que el Gobierno nacional había llamado a consulta sobre tan importante materia. Parecía evidente, como lo señaló uno de los ponentes, que Miraflores había dado un paso atrás, y aparentemente renunciaba a la realización de esa consulta, pues no se entendía que pese a la importancia de ese evento y del asunto a discutir y por su actualidad, no hubiese sido posible escuchar la palabra oficial.
Podemos llegar a una conclusión y es que, por lo pronto, está descartado el reajuste del precio de la gasolina. ¿Cómo pudo ocurrir ese cambio en la política gubernamental en torno a una cuestión de tanta trascendencia?
La realidad sigue siendo la misma, como la explica hoy en su artículo Víctor Álvarez (Pág. 32), quien viene sosteniendo la propuesta del incremento desde hace tiempo. Cien mil barriles diarios salen de contrabando, lo que significa 3 mil 650 millones de dólares que pierde la nación cada año. El derroche de gasolina en Venezuela es tan grande que las ocho ciudades más importantes tienen un promedio 6,6 toneladas métricas per cápita, mientras el equivalente en Colombia es de 1,50 y en el gigante industrial Brasil es de 2 toneladas. Con precios tan miserables, quienes ganan directamente son las decenas de miles de dueños de vehículos que se benefician cada vez que llenan sus tanques, pero, en grandes magnitudes, los verdaderos ganadores son las mafias que controlan el contrabando por tierra y por mar.
Hace apenas dos meses, una sólida mayoría de los venezolanos, que oscilaba entre 60% y 70%, se mostraba partidaria de un reajuste del precio en todas las encuestas de la época, incluidas las que hicimos en la web de este diario, pese a la campaña que desde hace años ha sostenido la oposición de que Venezuela regala su petróleo, campaña que, entre paréntesis, nunca fue enfrentada contundentemente.
La consulta anunciada apenas tuvo desarrollo, y pareciera como si esa vacilación que se observó en la política gubernamental fue captada en la oposición y resolvieron emprender una ofensiva contra cualquier aumento del precio de la gasolina, con los más diversos argumentos, menos que no era justo y oportuno. Gradualmente fue cambiando la opinión pública expresada en encuestas. La mayoría devino minoría, y esta en mayoría. ¿Por qué hubo ese cambio de opinión?
Buscando respuestas, según un sondeo que hicimos en la web 45% cree que se produjo por la campaña opositora, 34% por suponer que también subirá el precio del transporte, y 19% dijo que la gente no estaba convencida de que era justo el aumento.
Casi estamos por concluir que fue una victoria de la oposición en esta guerra mediática, si no fuese porque pretendieron hacer lo mismo contra la aplicación del sistema biométrico para evitar las compras múltiples en abastos por encargos de terceros, mediante un cacerolazo que no se escuchó ni en las urbanizaciones más sifrinas, y pese a las ganas, no se han atrevido a intentarlo contra la exitosa guerra al contrabando de extracción, dejando en evidencia su debilidad.
Podemos llegar a una conclusión y es que, por lo pronto, está descartado el reajuste del precio de la gasolina. ¿Cómo pudo ocurrir ese cambio en la política gubernamental en torno a una cuestión de tanta trascendencia?
La realidad sigue siendo la misma, como la explica hoy en su artículo Víctor Álvarez (Pág. 32), quien viene sosteniendo la propuesta del incremento desde hace tiempo. Cien mil barriles diarios salen de contrabando, lo que significa 3 mil 650 millones de dólares que pierde la nación cada año. El derroche de gasolina en Venezuela es tan grande que las ocho ciudades más importantes tienen un promedio 6,6 toneladas métricas per cápita, mientras el equivalente en Colombia es de 1,50 y en el gigante industrial Brasil es de 2 toneladas. Con precios tan miserables, quienes ganan directamente son las decenas de miles de dueños de vehículos que se benefician cada vez que llenan sus tanques, pero, en grandes magnitudes, los verdaderos ganadores son las mafias que controlan el contrabando por tierra y por mar.
Hace apenas dos meses, una sólida mayoría de los venezolanos, que oscilaba entre 60% y 70%, se mostraba partidaria de un reajuste del precio en todas las encuestas de la época, incluidas las que hicimos en la web de este diario, pese a la campaña que desde hace años ha sostenido la oposición de que Venezuela regala su petróleo, campaña que, entre paréntesis, nunca fue enfrentada contundentemente.
La consulta anunciada apenas tuvo desarrollo, y pareciera como si esa vacilación que se observó en la política gubernamental fue captada en la oposición y resolvieron emprender una ofensiva contra cualquier aumento del precio de la gasolina, con los más diversos argumentos, menos que no era justo y oportuno. Gradualmente fue cambiando la opinión pública expresada en encuestas. La mayoría devino minoría, y esta en mayoría. ¿Por qué hubo ese cambio de opinión?
Buscando respuestas, según un sondeo que hicimos en la web 45% cree que se produjo por la campaña opositora, 34% por suponer que también subirá el precio del transporte, y 19% dijo que la gente no estaba convencida de que era justo el aumento.
Casi estamos por concluir que fue una victoria de la oposición en esta guerra mediática, si no fuese porque pretendieron hacer lo mismo contra la aplicación del sistema biométrico para evitar las compras múltiples en abastos por encargos de terceros, mediante un cacerolazo que no se escuchó ni en las urbanizaciones más sifrinas, y pese a las ganas, no se han atrevido a intentarlo contra la exitosa guerra al contrabando de extracción, dejando en evidencia su debilidad.
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