La única derrota electoral sufrida por el chavismo, el referéndum aprobatorio de la reforma constitucional de 2007, tuvo como preámbulo una intensa campaña mediática de manipulación y de guerra psicológica que incluso, según algunos analistas ,confundió a parte de su electorado que se abstuvo e incluso votó en contra.
Por Carlos Machado Villanueva /El Peatón/
27/03/2015
Cada vez parece despejarse más el panorama político en Venezuela, por lo que el injusto decreto Obama y más recientemente la campaña de guerra sucia psicológica utilizando el rumor generador de zozobra y angustia, tendrían el mismo desesperado objetivo que no es otro que impedir la virtual repetición de la victoria electoral legislativa, democrática y pacífica, del chavismo, y la número 19 de un total de 20 elecciones en 15 años de revolución bolivariana.
Tan es así que, ante la imposibilidad la oposición derechista nucleada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) de superar al chavismo en el número de diputados electos, ya el hecho de que ésta aumente su fracción parlamentaria en un número considerable de diputados convendría a sus fines de igual manera, pues su intención es hacerle más complicada la gobernabilidad a éste en el tiempo, por ello tampoco descuida su estrategia de largo plazo de ocasionarle el mayor desgaste electoral posible al chavismo.
Volver, volver
Pertinente es entonces volver sobre lo sucedido desde el punto de vista de los estados de ánimos de los electores en el lapso que abarcó la muerte de Chávez y la elección presidencial extraordinaria del 14 de abril de 2013, para poder atinar sobre el panorama electoral que se avecina.
Recordemos que la diferencia de votos entre el reelecto presidente Chávez y Capriles en las presidenciales del 7 de octubre de 2012, fue de algo así como 1.600 mil votos, brecha que se redujo en tan sólo 6 meses a algo más de 223 mil votos en la elección presidencial del 14 de abril que enfrentó esta vez a Capriles y Maduro por la silla presidencial.
Ante la contundencia de estos resultados, no pocos analistas coincidieron en su momento en que los mismos habían sido producto del impacto tan fuerte en los estados de ánimos de un gran porcentaje de electores chavistas, ocasionado por la desaparición física de Chávez, lo cual los inmovilizó electoralmente.
Sabiendo esto, los expertos en campañas mediáticas, sobre todo de la CIA, orientaron a los sectores empresariales antichavistas y a los grandes medios privados nacionales para que fortaleciesen este estado psicológico de desesperanza, acudiendo, aquellos, a la intensificación de desabastecimiento y escasez programada que también le aplicaron a Chávez; y éstos, a la creación y consolidación de una matriz de opinión cuyo mensaje subliminal a posicionar era algo así como: “Ya sin Chávez nada sería igual”.
La reconfirmación de la efectividad de esta estrategia vendría con las elecciones municipales de diciembre de 2014, no en vano los laboratorios de guerra mediática y psicológica no dudaron en lo correcto de posicionar que esta nueva confrontación electoral había que darle carácter plebiscitario contra la presidencia de Maduro.
Estaban pues seguros que el chavismo sufriría otra considerable pérdida de su votación, esta vez no sólo por el efecto “pérdida de Chávez” sino además por los efectos de la guerra económica que ya habían reiniciado con Chávez convaleciente y por ello impedido de enfrentarlos, sobre todo con la desaparición de papel sanitario y la harina precocida, productos ambos cuya falta en la familia media venezolana golpea duro emocionalmente hablando.
Pues para ingrata sorpresa de estos estrategas, ello no sucedió y el chavismo por el contrario se recuperó y obtuvo 1 millón 500 mil votos por encima de toda la derecha nucleada en la MUD, prácticamente la misma diferencia en votos con la que Chávez aplastó por primera vez las pretensiones presidenciales de Capriles Radonski aquel histórico 7 de octubre de 2012.
Por lo visto, esta recuperación del voto chavista obedeció a lo acertado de la campaña desarrollada por estos que, entre otros aciertos, fijo las elecciones justo para el día del aniversario de la última proclama del presidente Chávez, 8 de diciembre de 2013.
Apelaba pues el chavismo de nuevo a la lealtad que había pedido a su pueblo la noche de aquel 8 de diciembre de 2012 el mismo presidente Chávez antes de su partida a La Habana para operarse del tumor que la aquejaba; ocho días antes por cierto de las elecciones de gobernadores en las que el chavismo se alzó con 20 de las 23 gobernaciones, recuperando incluso las estratégicas Zulia, Táchira y Carabobo.
Reajuste del plan
Todo parecería indicar, ya ubicándonos en lo que viene sucediendo en estos primeros meses y días de 2015, que los estrategas de la derecha venezolana, digitados desde los laboratorios de guerra no convencional u operaciones encubiertas en los Estados Unidos, lo que han hecho al parecer es reajustar el plan que tan extraordinarios resultados electorales les dio en las presidenciales de abril de 2014.
Confían pues que todas las acciones que como en cascada han desatado contra el pueblo venezolano desde el triunfo de Maduro, guerra económica, desabastecimiento, escasez e inflación inducidas artificialmente con la manipulación del ilegal dólar paralelo, el decreto obamista y más recientemente la campaña de falsos secuestros de niños, terminen inhibiendo la histórica votación chavista, y he aquí el detalle.
El voto que lograron inhibir el 14 de abril de 2014, fue el de aquellas personas que venían votando por Chávez producto de una compresión al parecer mágico-religiosa, e incluso mesiánica, que tenían de la irrupción para el bien personal y el de su familia de Chávez en sus vidas.
Cabe destacar aquí que muchos votos del chavismo provendrán por siempre, y por lo menos hasta el 2019, de la estratégica Gran Misión Vivienda por éste creada. Por aquello del agradecimiento recogida en aquella frase martiana a la que Chávez apelaba constantemente, “Amor con amor se paga”.
La derecha venezolana lo sabe, y peor aún: lo sabe el imperio estadounidense, por ello el desespero que les invade al constatar que electoralmente es cuesta arriba derrotar al chavismo y volver a ponerle a mano a nuestra riqueza petrolera, que es a lo que aspiran en definitiva.
El “pote de humo”
Ello no es óbice para que lo intenten, apelando como es evidente hoy a todo el arsenal de guerra no convencional para manipular la conciencia de los electores, justo como lo están haciendo de cara a las elecciones a la Asamblea Nacional previstas para este año.
El objetivo imperialista-oligárquico parece, pues, por un lado atraer mayoritariamente el voto de los indecisos a favor de la derecha; y por el otro, inhibir ese voto que, si bien aún esperanzado con el proyecto bolivariano y chavista, pudiese ser inmovilizado electoralmente, sometido como está hoy a una falsa incertidumbre y stress generados por estas campañas de guerra psicológica y de desestabilización sostenidas, como nunca antes, por tanto tiempo contra la población de país alguno, en este caso Venezuela.
Ante este cuadro y sin negar que la historia demuestra que al imperialismo estadounidense no le tiembla el pulso a la hora de decidirse a agredir militarmente a un país, sería conveniente pasearse por la posibilidad que el objetivo real del decreto de Obama es que el chavismo se obnubile con un “pote de humo” y descuide un frente como es el de derrotar la guerra económica, clave para impedir que los enemigos de la patria venezolana logren su avieso objetivo, torcer la voluntad electoral de las grandes mayorías nacionales a favor de la revolución bolivariana y chavista.
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