Como parte de una tradición cristiana heredada del imperio español, cada 24 de junio pueblos de los estados centrales del país, (Aragua, Miranda, Vargas, Carabobo y Yaracuy) celebran con tambores, danzas y cantos, el Día de San Juan, fecha en la que se conmemora el nacimiento de este santo, ícono religioso relacionado con el bautismo de Jesús de Nazareth.
Las fiestas de San Juan datan de la época colonial cuando a los africanos esclavizados de la población mirandina de Curiepe les otorgaban libres los días del 23 al 25 de junio para celebrar la recolección de las cosechas y el día de San Juan, este último como imposición de la Iglesia Católica en reemplazo de la celebración de Juan Congo, príncipe africano al que le rendían culto.
El mina, la curbata y el cumaco son algunos de los tambores que marcan el ritmo de esta manifestación cultural que comienza con los últimos minutos del día 23 de junio, en los que los sanjuaneros despiden a la Cruz de Mayo y reciben a San Juan con cantos como “Melembe, melembe, melembe no más, si San Juan supiera que hoy es su día" y "San Juan to' lo tiene, San Juan to' lo da".
El nacimiento de San Juan se celebra en otros pueblos del mundo con jornadas litúrgicas y eventos culturales de gran diversidad.
Historia
La pequeña figura del San Juan, la única que se representa en el país como niño, llegó a la familia Corro, en el sector Pueblo Arriba de Naiguatá, estado Vargas, para luego de 1854, cuando el entonces presidente José Gregorio Monagas dictó el ejecútese a la ley de la abolición de la esclavitud.
Según la historia oral del pueblo, todo comenzó a mediados del siglo XVII, cuando los colonizadores obligaban a los negros esclavos adorar a los santos católicos, entre ellos a Juan Bautista, único al que se le celebra su nacimiento, seis meses antes del de Jesucristo.
Pero los negros tenían como deidad a un niño, presumen sea Elegguá, al cual se rehusaban dejar de venerar en fiestas que coincidían con la celebración de Juan Bautista. Consciente de ello, el representante de la corona española Don Juan del Corro, poseedor de la hacienda Longa España en Naiguatá, mandó a hacer en España la imagen de un niño al cual presentó como San Juan.
Cuenta el presidente de la Fundación Tambores de San Juan, Kelvin Romero Cáceres, que la efigie fue mandada a elaborar para que los negros no se mezclaran en las fiestas religiosas de los blancos.
"Los negros ponían sobre la mesa la imagen de Juan el Bautista, la que conocemos con la chiva cuando estaba en el desierto, pero debajo colocaban la figura del niño", comentó.
"Los negros ponían sobre la mesa la imagen de Juan el Bautista, la que conocemos con la chiva cuando estaba en el desierto, pero debajo colocaban la figura del niño", comentó.
Pero esta imagen no contó con el respaldo de la iglesia católica y sus autoridades mandaron a destruirla "porque el único santo niño es el Niño Jesús", explicó. Entonces, los esclavos la envolvieron en hojas de plátano para esconderla cada vez terminado el ritual.
Cerca de 200 años después, en medio de la efervescencia de la Guerra Federal (1859-1863) se registraron saqueos en la hacienda, y la negra Eloina Corro resguardó la imagen en su casa, donde ha permanecido varias generaciones.
Tanto la figura como las fiestas que se desarrollan en torno a ella, fueron declaradas Bien Cultural de la Nación el 30 de junio de 2005.
La víspera
Este martes, a las 12 del mediodía, luego de las doce campanadas de la Iglesia San Francisco de Asís, contadas a coro en forma regresiva por la multitud san juanera, comenzó el repique de tambor en la plaza Bolívar, lo que marcó el inicio de la víspera del nacimiento del santo.
Al igual que en tiempos ancestrales, la muchedumbre coreaba repetitiva y al ritmo del tambor: "Buenos días Juan" y "Alabado sea Dios. Alabado sea Juan".
Mientras caminaba pausadamente, vestida de rojo, la gente subió hasta la calle de las cuatro esquinas, a la casa de Félix Orlando Corro, recinto de la imagen infantil adornada con más de tres kilos de oro en prendas ofrendadas y colocada en un gran altar que este año llenó toda la sala.
"Estuvimos desde el viernes haciendo las cortinas, montando todos los detalles y las flores donadas por la gente. El sábado trabajamos desde las 7:00 de la noche hasta la 1:00 de la madrugada. Y seguimos este domingo desde las 10:00 hasta las 9:00 de la noche. Este lunes estuvimos hasta tarde exprimiendo los limones para la guarapita de los tocadores", contó Yelitza Romero, una de las colaboradoras.
Minutos antes del repique, Carlos Luis Iriarte, encabezó un rosario, rezado por un grupo de devotos. Muchos se acercaban al altar para agarrar un caramelo bendecido, cantarle canciones al niño y elevar plegarias.
"Ya le quité el caramelito bendecido que es una tradición, porque San Juan es un niño que sabe compartir", dijo Maribel Monasterios, habitante de Naiguatá para quien San Juan "es lo máximo después de nuestro Señor Jesucristo, claro. Todos los años estoy aquí desde que tengo uso de razón", expresó.
"San Juan no es de los Corro, es de Naiguatá entera", dijo Alberto Bonilla, quien también es pariente de la familia Corro y tiene cerca de 15 años como colaborador en esas fiestas. Vigila la seguridad del santo "para que nadie se meta con él".
Aderezado por el estallido de cohetones, el repique de tambor de la víspera se extendió hasta las siete de la noche del martes.
San Juan
Este miércoles luego de la misa de San Juan, se prendió el tambor, el sangueo y la fulía en Naiguatá. Luego se sacará al niño en procesión por el pueblo para detenerse en cada altar familiar, mientras que los tocadores repican en la calle.
Los altares exhibirán flores, tortas, velones y frutas que serán comidos por los mismos pobladores luego de la fiesta.
Para este miércoles la presencia de devotos y visitantes será masiva, por lo que los pobladores tomaron las calles para hacer sus acostumbradas ventas de comidas, bebidas, recuerdos y ropa roja, que evoca la sangre derramada por los negros durante la esclavitud.
Se espera que algunas personas vistan a la usanza de la época. Los hombres con pantalón kaki, camisa roja y un pañuelo rojo, y las mujeres con blusas blancas sin descotes, faldas rojas o floreadas, con una pañoleta en el cabello.
"Aunque esta tradición se ha perdido mucho, la intención es rescatarla poco a poco", expresó Félix Orlando Corro.
Como en otros estados costeros, la fiesta de San Juan también se celebra mayormente en los pueblos de Caruao, Caraballeda y Carayaca en el estado Vargas.
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