POR FREDDY FERNÁNDEZ @FILOYBORDE/ILUSTRACIÓN HENRY ROJAS
filoyborde206La frase “La economía, estúpido” salió del comando de campaña de Bill Clinton en 1992. Estaba escrita en una cartelera y tenía la intención de orientar a los artífices de la propaganda electoral. Quería recordar que la estrategia debería tocar directamente la situación de los votantes. Era la respuesta directa a la campaña de los republicanos, quienes orgullosos de sus “éxitos” en política exterior y abanderados por Bush padre, se sentían imbatibles. Aunque no tenía la intención de ser un eslogan, la frase se convirtió en la pieza maestra de la campaña y se popularizó tanto que hasta hoy se utiliza para enfatizar qué es lo esencial en cualquier discusión. “Es la empresa, estúpido”, “Son los votantes, estúpido”, “Son las matemáticas, estúpido”.
La campaña de Bill Clinton funcionó. Para el votante de Estados Unidos fue más importante su situación social y económica diaria que la paranoia anticomunista desplegada por los republicanos. A Donald Trump le funcionó lo mismo. Hay muchos detalles que pueden resultar contrapuestos. Hay promesas que están muy lejos de ser humanistas. Eso es cierto, pero en lo esencial la campaña de Trump se centró en hablar a los sectores que se sienten más afectados por las consecuencias internas de la ideología globalizadora que impera en la élite política de Estados Unidos desde 1970.
Es curioso que cuando en 1992 se impuso la frase “La economía, estúpido”, la visión económica de los dos bandos dominantes no era diferente. Ambos sustentaban que era el “libre mercado”, la disminución de las regulaciones a la economía, el libre flujo de capitales y mercancías, lo que traería consigo el bienestar de los ciudadanos. Ya no hacía falta la noción de país que hasta entonces había imperado en el planeta. El debilitamiento del Estado-nación y el fortalecimiento de las corporaciones privadas era el camino para el crecimiento y el bienestar. El esquema fracasó en todas partes. Ha sido una máquina permanente de fabricar crisis y de engendrar pobreza.
Los países que en este período han mostrado un éxito real en su
desempeño económico son India y China. Justamente dos modelos que han apostado por un desarrollo económico que tiene en su base el férreo control del Estado-nación. En el resto del mundo ha crecido la desigualdad. Los ricos son mucho más ricos y los pobres más pobres. Las filas de los pobres crecen, las filas de los ricos son más pequeñas. Si lo realiza o no, es otra discusión, pero el discurso de Trump, con una visión desde la derecha y desde el capitalismo, fue una propuesta antineoliberal, antiglobalización y en favor del Estado-nación. Parecía decir “Es la ciudadanía, estúpido”.