sábado, 12 de septiembre de 2015

Evan Spiegel, el jefe de Snapchat


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Evan Spiegel, el jefe de Snapchat
Foto: Agencias
En la era de las redes sociales, Evan Thomas Spiegel, cofundador y con 25 años, se cuela en la lista de los emprendedores y millonarios de esta generación  haciendo desaparecer “el mundo” en segundos” bajo el dominio de Snapchat.
La aplicación acaba de reportar que sus vídeos alcanzan las 4.000 millones de visualizaciones diarias, lo que supone más del doble del tráfico de vídeo que tenía hace tres meses.  Hace cuatro años, ya estuvo en boca de todos por rechazar la oferta de Mark Zuckerberg, propietario de Facebook, para comprar su aplicación por 3.000 millones dólares.
Y ya entendemos por qué no la vendió, su imperio se fortalece, la cifra refleja el crecimiento y consolidación de Snapchat como plataforma de vídeo —que   incluyen los vídeos de Live Stories que comparten tanto otros usuarios como los perfiles de las empresas, y excluye los de los mensajes privados entre usuarios y los de Snapchat Discover, una sección diferente de la que forman parte 15 editores de contenido—. 
 
Ahora Evan recoge los frutos. Su idea no nació en un garaje. Rico de cuna, la primera sede de su compañía estaba en una  lujosa mansión valorada en 4,6 millones de dólares en Huntington Palisades, un barrio de clase alta en Pacific Palisades, en la franja occidental de Los Angeles, propiedad de  su padre,  un respetado abogado y  socio de la firma de abogados Munger, Tolles y Olson.  
Él se  crió en un mundo de riqueza, poder y privilegio. Su madre, Melissa, la mujer más joven en graduarse en la escuela de derecho de Harvard, renunció al cargo de socia de Pillsbury,  Madison, para dedicarse a su familia cuando él era un bebé. 
Tiene dos hermanas, Lauren y Caroline, y junto a ellas Spiegel disfrutó de  vacaciones de primavera en Maui, veranos en la playa de La Jolla y Club de Tenis, cruceros por Europa, compras frecuentes y un chef personal. En lo personal, su familia se ha referido a él como un hombre ambicioso. No fue un vago. Antes de entrar en la universidad trabajó  en el periódico Crossroads y en Red Bull. En 2010 entró en el programa de diseño de productos de Stanford.
Siempre fue el más guapo del salón y su belleza física se conjuga muy bien ahora con su faceta de empresario, las maracas se pelean por él. Lo quieren para promocionar productos tecnológicos. Además de joven, millonario y triunfador; ahora es  popular desde que sale  con la modelo Miranda Kerr,  siete años mayor que él y madre de un hijo que tuvo con su exmarido Orlando Bloom. Hasta aquí todo parece un cuento de hadas.
Cuando Spiegel era un adolescente gastó con mucha frecuencia, sus padres se habían  divorciado y él  inicialmente eligió vivir con su padre, quien compró una finca de 4.250.000 dólares en Toyopa Drive, a solo cuatro cuadras de la casa de su infancia donde su madre aún vive. Cuando cumplió 17 años  expolió su cuenta bancaria personal y le pidió a su padre un BMW 535i, un auto de 75.000 dólares. Esto originó una acalorada discusión con su padre y el chico volvió  a tiempo completo a la casa de su madre. Pocos días después de la mudanza, su madre le compro el BMW que quería justo cuando recibió la noticia que estudiaría en Stanford, donde conoció a su socio, durante el segundo año conoció a su socio, Bobby Murphy. Ellos  forman un caso extraño entre los emprendedores del mundo digital que abandonaron los estudios y se hacen millonarios gracias a  la cultura de negocios  única en Silicon Valley.
Lo suyo  comenzó mucho antes de conocer a sus hermanos de fraternidad y socios  Reggie Brown y Bobby Murphy. Su pasión es el  diseño. Cuando tenía 15 años Spiegel, tomó dos cursos de educación continua en la Universidad Otis de Arte y Diseño en Los Ángeles. 
El verano antes de la universidad, él también tomó una clase en el Centro de Artes de la Universidad de Diseño de Pasadena. Pero una vez que llegó a Stanford, Spiegel tenía intereses en conflicto. Él tomó una pasantía remunerada con una compañía biomédica. Más tarde, convencido de que quería ser un maestro, fue a Ciudad del Cabo en Sudáfrica para enseñar a los estudiantes sobre la manera de conseguir un trabajo.
La primera prueba real de Spiegel de tecnología y el espíritu empresarial se produjo cuando se cruzó con Scott Cook, fundador de Intuit, en una clase de la escuela de negocios de Stanford. La historia cuenta que Spiegel rogó por un trabajo. Spiegel se puso a trabajar con Cook y un ingeniero en un proyecto llamado TxtWeb, que tuvo la información disponible en línea y lo hizo accesible a través de SMS a la gente en la India que no tienen acceso a Internet de banda ancha.
Después del trabajo en Intuit, él  y su compañero Bobby Murphy comenzaron FutureFreshman.com, un sitio con una guía para los estudiantes, padres de familia y consejeros sobre la manera de gestionar el proceso de solicitud en la universidad.Nadie, a excepción de sus padres, lo utilizó.
Luego, en la primavera de 2011, Spiegel hizo la llamada que cambió su vida.  Tomó el teléfono y le marcó a  Murphy para discutir el cambio de FutureFreshman a una nueva idea: la desaparición de imágenes en un mensajes.
La historia de la creación real detrás Snapchat es más complicada e implica a Reggie Brown, un hermano de la fraternidad Kappa Sigma, que se le ocurrió la idea de borrar los mensajes con imagen.
Dos años después del lanzamiento de la aplicación, Spiegel y Murphy han movido Snapchat, ahora con un equipo de 28 personas, a una nueva oficina en Venice, California, y han convertido el fabricante de la aplicación de desaparición de fotos en una de las aplicaciones en boca de todos.
Snapchat, que fue valorada en 800 millones de dólares hace solo unos meses,  ahora procesa más de 400 millones de mensajes por día y es un gran éxito entre los preadolescentes y adolescentes, aunque la compañía aún tiene que decir cuántas personas lo utilizan. De cualquier manera, ha atraído la atención de los capitales de riesgo, deseosos de escribir grandes cantidades de dinero en cheques. Aunque por el momento, Spiegel no está bajo ninguna presión para tomar una decisión, si el futuro pasa por una venta o recaudar más dinero para construir una compañía que cree que tiene un futuro aún más grande.
Snapchat le ha dado una vuelta de tuerca al modelo imperante que almacena vídeos y que los reproduce bajo petición del usuario cuando hace clic en “play”. En última instancia, Snapchat se parece más a la televisión en directo que a la reproducción bajo demanda de Facebook y YouTube. Pero el sentido de fugacidad de Snapchat ofrece dos beneficios. Por un lado, crea un sentido de urgencia que obliga a los usuarios a ver algo con atención antes de que desaparezca. Por otra parte, el segundo beneficio, quizás mucho menos valorado y preciado, es que Snapchat no tiene que acarrear con el alto coste de almacenar y servir grandes cantidades de contenido antiguo en granjas de servidores gigantescas.
Snapchat cree que la inmediatez le da precios poderosos para la publicidad. La compañía ha oscilado entre los 2 centavos por reproducción de anuncios de 10 segundos y los 10 centavos por pieza. Esto se traduce en un CPM (coste por cada mil visitas) de entre 20 y 100 dólares, que es extraordinariamente mejor que lo que otras plataformas de medios digitales suelen conseguir. Si Snapchat puede conseguir compradores que paguen por esos altos Cpms es otra historia, aunque se dice que algunos anunciantes han llegado a pagar 10 millones de dólares por una campaña.
La actual base es de más de 100 millones de usuarios de Snapchat. Está sacudiendo los cimientos de las compañías de medios, obligándolas a estudiar un cambio de enfoque hacia un modelo basado en el aquí y en el ahora.

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