viernes, 30 de septiembre de 2016

Los asesinatos de tres sacerdotes en una semana sacuden a México


México, septiembre 30 - Al sacerdote José Alfredo Guillén lo secuestraron en la casa de la parroquia de la zona rural de Michoacán, donde servía para una congregación de productores de maíz y ganaderos. Al día siguiente, descubrieron los restos de su Volkswagen Jetta en las afueras de la ciudad de Quiroga, a 115 kilómetros del lugar en el que había sido robado.

El cuerpo del sacerdote fue hallado el domingo en un solitario tramo de carretera, casi una semana después de su desaparición. Le habían disparado cinco veces en el estómago.

López fue el tercer sacerdote secuestrado y asesinado en México en menos de una semana. Su cuerpo fue encontrado días después de que Alejo Jiménez y José Juárez fueran secuestrados en sus iglesias en la ciudad de Poza Rica y encontrados muertos en el estado de Veracruz, en el Golfo de México.

Estos crímenes son otra señal de la impunidad que afecta a México y una prueba de que en un país profundamente devoto, ni siquiera los clérigos están a salvo de la violencia.

En los cuatro últimos años, 15 sacerdotes han sido asesinados en México. La mayor parte de los casos queda sin resolver, al igual que la mayoría de crímenes que se producen en el país. Una encuesta publicada esta semana por la agencia estatal de estadística mostró que el 93,7% de los crímenes no se denunció o investigó durante el año 2015, lo que supone un incremento del 0,9% con respecto al año anterior.

Los motivos por los que los clérigos mexicanos están sufriendo ataques tampoco están del todo claros. A finales de los años 20, cientos de sacerdotes fueron asesinados durante un periodo de agitación anticlerical descrito por Graham Greene en su novela El poder y la gloria.

Pero los expertos dicen que los ataques recientes no están motivados por un sentimiento anticlerical y que, en su lugar, es un simple reflejo del derramamiento de sangre desatado por las luchas de poder entre los grupos de crimen organizado y el gobierno. Aunque muchos traficantes de drogas dicen ser devotos católicos, aparentemente los sacerdotes han sido asesinados por denunciar la delincuencia o incluso por negarse a bautizar a los hijos de los narcos.

“Asesinando a un párroco en un pequeño pueblo, los narcos reivindican su autoridad de una manera brutal. Ni siquiera se respeta la tradicional y espiritual autoridad del sacerdote: los narcos son los únicos que mandan”, cuenta Pablo Mijangos y González, un historiador en el Centro de Investigación y Docencia Económicas.

Los hombres de la iglesia no son el objetivo “porque ellos creen en dios”, apunta Mijangos. “Se trata de que los sacerdotes son un obstáculo a la hora de conseguir el poder local”.

Antes de los asesinatos de la última semana, el Centro Católico Multimedia de Ciudad de México había contabilizado el asesinato de 28 sacerdotes desde 2006, la mayoría en estados donde las bandas criminales son poderosas como Michoacán, Guerrero y Veracruz.

“Esto no es una persecución hacia la iglesia porque exista un odio hacia la fe. Esto es la destrucción de la comunidad mexicana”, escribió el centro en un editorial. “Estamos enojados y preocupados”, apuntó el padre Alejandro Solalinde, un párroco activista que trabaja en el Centro de Orientación al Migrante en Oaxaca, en la publicación online Sin Embargo.

IGNORAR LA DELINCUENCIA PARA NO GANAR MÁS ENEMIGOS

Solalinde, que ha denunciado haber recibido amenazas por parte de políticos y del crimen organizado, ha criticado abiertamente a la jerarquía católica, la cual ignora la delincuencia generalizada para evitar enemistarse con los políticos poderosos.

Pero el asesinato de López –y la respuesta de las autoridades estatales– ha causado indignación en la iglesia católica. Los clérigos se indignaron cuando el gobernador del estado de Michoacán dijo inicialmente que habían visto al cura en las imágenes de una cámara de seguridad en un hotel del lugar con un adolescente, una información que pronto se demostró falsa.

Las autoridades católicas también enfurecieron cuando los investigadores dijeron a la prensa que los dos sacerdotes de Veracruz habían estado bebiendo con sus atacantes antes de que los mataran. Los responsables clericales creen que esas declaraciones siguen un patrón, en el que se muestra a las víctimas de crímenes violentos como cómplices de alguna manera de los crímenes cometidos contra ellas.

“No es posible que en Veracruz, en menos de 24 horas, lleguen tan pronto a la conclusión de que los sacerdotes fueron asesinados por tomar algo y salir de juerga con personajes oscuros. Hay testimonios que describen cómo cinco personas entraron a la iglesia y se los llevaron con violencia”, explica el padre Hugo Valdemar Romero, portavoz de la archidiócesis de Ciudad de México. “El caso de Michoacán es incluso peor. Se ha publicado un vídeo malévolo e insidioso que intenta decir que este sacerdote era un pedófilo. El gobernador debería pedir disculpas en público”.

El portavoz añade que “lo que ocurre ahora es otra manifestación de esa inseguridad que el gobierno no consigue controlar y que está empeorando cada día”.


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