Foto: Archivo
Caracas, 28 de febrero de 2017.- Tal día como hoy, hace 163 años, falleció en Amotape, Perú, Simón Carreño Rodríguez, uno de los intelectuales americanos más importantes de su tiempo, quien abrió a El Libertador Simón Bolívar, los horizontes del pensamiento libertario, y cuya obra educativa, junto con el análisis de la realidad latinoamericana de su tiempo, se cuentan entre los primeros intentos de reivindicar la especificidad cultural de nuestros países en los proyectos sociopolíticos.
Nacido en Caracas el 28 de octubre de 1769, el sacerdote Alejandro Carreño le dio su apellido pues, en 1793, al contraer matrimonio con María de los Santos Ronco, él mismo se declaró “Expósito de esta feligresía”, término que solía utilizarse para aludir a quienes habían sido abandonados por sus padres. Su madre, Rosalía Rodríguez, era hija de un propietario de haciendas y ganado, descendiente de canarios, reseñó nota de YVKE.
Rodríguez concibió un modelo educativo revolucionario, que intentaba adaptarse a las características de las naciones americanas. Muchos años después, su más ilustre discípulo, Simón Bolívar, refiriéndose a esta enseñanza en carta al general Santander, diría que su maestro “enseñaba divirtiendo”. Este espíritu de superar las rígidas costumbres educativas de la colonia está presente en toda la obra y el pensamiento de Simón Rodríguez.
Partidario de la causa independentista por su contacto con el ideario de la Ilustración, en 1797 se vincula al proyecto emancipador del pedagogo mallorquín Juan Bautista Picornell, en asociación con los venezolanos Manuel Gual y José María España. Al fracasar esta tentativa revolucionaria, Rodríguez se trasladó a Jamaica, donde adoptó el nombre de Samuel Robinson, y luego viajó a Francia en 1801, donde encontraría nuevamente a Bolívar, siendo testigo del famoso juramento del Monte Sacro, el 15 de agosto de 1805.
Tras vivir casi veinte años en Europa, regresó a América en 1823, recuperando el uso de su nombre, Simón Rodríguez. Al año siguiente estableció en Colombia la primera escuela-taller. Atendiendo una solicitud hecha por Bolívar desde Perú, fue nombrado Director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas, así como de Minas, Agricultura y Vías Públicas de Bolivia, con el encargo de crear la estructura educativa del país.
Sociedades Americanas, insistió en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea sintetizada en la tesis de que “la América española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales sus medios de fundar uno y otro. O inventamos, o erramos”.
En 1826, inició una segunda escuela-taller, como parte del proyecto para toda Bolivia, pero dimitiría aquel mismo año, y trabajaría el resto de su vida como educador y escritor, alternando residencia entre Perú, Chile y Ecuador.
Con sus escritos defendió ideológicamente la obra de Bolívar, ejemplo de lo cual es El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de Armas (1830). Hacia el final de su vida ejerció la docencia en Quito y Guayaquil (Ecuador), donde un incendio destruyó gran parte de su obra escrita.
En 1853 viajaría por última vez a Perú, junto con su hijo José y Camilo Gómez, quien le asistiría en su muerte, ocurrida en 1854 en el pueblo de Amotape. Setenta años después, sus restos fueron trasladados al panteón de Perú, y luego a su Caracas natal, hallándose desde 1954 en el Panteón Nacional.   /EM