lunes, 29 de octubre de 2018

¿Cómo las acciones de Trump cavan la tumba del dólar?


No son pocos los economistas y analistas financieros que dan un carácter de crisis o colapso a lo que sucederá prontamente con el sistema financiero basado en el dólar. Algunos opinan que será peor a la Gran Depresión de 1929 debido a las políticas económicas propulsadas por la Administración Trump.
Sin embargo, la actual situación no es responsabilidad exclusiva del actual magnate presidente estadounidense, sino compartida junto con los gobiernos anteriores que impulsaron la desregulación de las finanzas, inflando los mercados de valores por sobre la economía real, creando una burbuja financiera a punto de explotar en cualquier momento.
Los pronósticos son poco alentadores para el sistema basado en el dólar especulativo de Wall Street, que tiene cada vez menos adherentes y mayores deserciones, lo que no significa una muerte súbita aunque las pérdidas se estiman mil millonarias.

La fábrica de imprimir dólares

La Reserva Federal (mejor conocida por sus siglas en inglés, FED), controlada por los principales bancos de Nueva York, pone los límites (y desafueros) del dólar no sólo a escala local sino global. La FED da el tono financiero al resto de la economía global al manipular los niveles en las tasas de interés. Esto es: el costo del dinero; el dólar, en este caso.
Desde que Donald J. Trump tomara las riendas de la Casa Blanca, propuso a Jerome Powell como presidente de la FED, quien arribó al máximo cargo de aquella institución en febrero de 2018. Así, el magnate inmobiliario logró penetrar el burocratismo de la FED para lograr el apoyo que requerían sus planes económicos a distintos niveles.
En el marco de las guerras arancelarias que la Administración Trump lleva a cabo contra algunos países, la FED ha intentado mantener el mercado de valores en alza, dejando que el dinero se mantuviera barato para la especulación de Wall Street y el dólar competitivo para estas ofensivas comerciales.
Así, Trump rompe una de las promesas en su campaña electoral de 2016, en cuanto a la regulación del sistema bancario, pues producía (y sigue produciendo) esta economía especulativa que hace tan ricos a tan pocos en Nueva York. La asunción de Steven Mnuchin, ex Goldman Sachs y amigo cercano del circuito Wall Street, a la Secretaría del Tesoro, fue el primer paso para afianzar la confianza de aquellos sectores de poder con relación a las políticas económicas de la Casa Blanca.
Entonces, más bien los bancos centrales y las grandes instituciones financieras han trabajado juntos para manipular los mercados globales durante la última década, desde la crisis de 2008 que llevó a la tumba a bancos que parecían intocables como Lehmann Brothers. La política actual de los Estados Unidos es una continuación de las anteriores en esta materia.
La repercusión mundial de esta manipulación financiera ha llevado a los principales bancos centrales de Occidente a entregarse a ellas mismas un cheque en blanco con el que resucitarían bancos problemáticos; compra de bonos gubernamentales, hipotecarios y corporativos; y en algunos casos, como en Japón y Suiza, las acciones también. Todas estas instituciones no han explicado (ni lo harán algún día, probablemente) a las poblaciones adónde van esos fondos o por qué.
En consecuencia, sus políticas han inflado burbujas de activos, mientras miman a los bancos y corporaciones privadas con el pretexto de ayudar a la economía real. La fábrica de imprimir dólares, mejor conocida como la FED, ampara esta lógica especulativa con sus tasas de interés.

Aislacionismo y su consecuencia

La periodista Nomi Prins, quien trabajó para Wall Street, asegura que "una postura aislacionista similar (a la de Trump) en la década de 1920 y la consiguiente caída del mercado de 1929 provocó la Gran Depresión global, abriendo el camino a la devastación total de la Segunda Guerra Mundial".
Este escenario se presenta con las guerras comerciales de Estados Unidos con China, Canadá, México y la Unión Europea, con cuyas élites la Administración Trump se ve enfrentada.
Según un memorándum de la Cámara de Comercio estadounidense, unos 2.6 millones de puestos de trabajo están riesgo, o directamente viéndose reducidos, por las afrentas arancelarias de la Casa Blanca, puesto que disminuyen las importaciones y por lo tanto los negocios que conllevan alguna materia prima o productos manufacturados en Estados Unidos. Muchas corporaciones están virando hacia otros mercados a consecuencia.
Asimismo, la expansión económica de las principales corporaciones-financieras estadounidenses ven peligrar sus negocios. Con la actitud aislacionista como política, Estados Unidos encuentra cada vez menos entidades o personas que quieran entablar negocios basados en la confianza, algo que Donald Trump no personifica.
La misma Prins enfatiza que los supuestos aliados y socios de Estados Unidos "sin duda, tratarán de comerciar más entre sí para cerrar las brechas que sus guerras comerciales abren. En última instancia, eso afectará a los Estados Unidos y sus trabajadores, especialmente a la base de Trump. Por ejemplo, el fabricante de automóviles alemán BMW, el fabricante de automóviles japonés Toyota y otras compañías extranjeras de automóviles emplean a 130 mil  personas en los Estados Unidos. Si, en respuesta a las nuevas tarifas de sus productos, comenzaran a trasladar sus operaciones a Francia o México en represalia, los trabajadores estadounidenses saldrían perjudicados".
Es preciso recordar que la base electoral de Donald Trump, en 2016, se encontró, en parte, en aquel proletariado blanco estadounidense que se vio perjudicado precisamente por la deslocalización de fábricas durante la era neoliberal, que buscan mano de obra barata en otras zonas del Sur Global.
Volviendo al tema de los aranceles, los productos de aquellos que exportan hacia Estados Unidos se tornan menos competitivos. La consecuencia de esto es una reducción del comercio global de productos estadounidenses, que combinada a una escasez de dólares, acelera el camino para la explosión de la burbuja de Wall Street. El colapso. 
Una situación similar repercutió directamente durante la Gran Depresión de 1929, pero ahora se torna más lúgubre ante un escenario en el que la economía de los Estados Unidos está plenamente globalizada. Esto deriva en una ecuación de que, a menor cantidad de comercio en dólares estadounidenses, menor flujo para grandes capitales que compiten por mantener su hegemonía sobre China. 

Hacia el caos económico y financiero

Visto el panorama en que se insertan las políticas económicas de la Administración Trump, las consecuencias de éstas no pueden sino llevar al caos. Incluso el barón Jacob Rotschild advirtió este año 2018 que "es probable que los problemas continúen en los mercados emergentes, agravados por el aumento de las tasas de interés y la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos, que ha reducido la liquidez mundial del dólar".
Antes de que el actual presidente estadounidense llegara a su puesto de mando y comenzara su juego de aranceles, las alianzas comerciales globales ya se estaban alejando de la dependencia a gran escala con respecto a los Estados Unidos, sobre todo por la asunción en el escenario mundial de China y otros poderes emergentes como India y Brasil; no en balde se agrupan en los BRICS.
La tendencia de esta suerte de independencia comercial solo ha ganado fuerza a raíz de las acciones económicas de la Administración Trump, que también tiene a las sanciones como arma. Países como Irán han negociado con la Unión Europea canales de transacción financiera alternativos para poder comerciar, debido a los embargos, bloqueos y sanciones que lleva a cargo Estados Unidos.
Hegemones en Eurasia como Rusia y China, en Medio Oriente como Irán y Turquía, y en otras regiones, ya han dejado de usar el dólar como medio de transacción, lo que deja a Estados Unidos con cada vez menos actores para inflar o estacionar cómodamente su moneda basada en la deuda y la especulación bancaria. En el marco de esto, Venezuela creó una criptomoneda estatal, el Petro, que agilizaría los pagos internacionales debido al bloqueo financiero producto de las sanciones contra el Estado.
Miles de millones se invierten entre los países BRICS. China nada más ha invertido más de 50 mil millones de dólares en Brasil, y unos 14.7 mil millones de dólares en Sudáfrica en este año. Naciones donde antes los Estados Unidos tenían las prerrogativas del mercado, hoy no tienen el mismo poderío.
En otras palabras, Donald Trump está promoviendo la creación de un mundo económico en el que Estados Unidos ya no será una entidad tan central. Pero como consecuencia, el caos económico y financiero se avizora más furioso que antaño.
Hasta ahora, la FED ha elevado (o "ajustado") las tasas de interés siete veces desde diciembre de 2015. Bajo la presidencia de Powell lo ha hecho dos veces, con dos aumentos más pronosticados para fines de año. Al parecer, la burbuja financiera se va hinchando más cada vez que Estados Unidos o Wall Street necesitan dólares para costear los déficits de las guerras comerciales de Trump o para que los mercados de valores sigan al alza.
En Norteamérica no importa si el barco se hunde con todos los tripulantes, sólo interesa que se salve el capitán.

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