martes, 24 de septiembre de 2013

El grito de Paula Correa

El grito de Paula Correa

Paula CorreaCuando se traza una meta, un plan, es difícil concebir la vida de otra forma que no esté vinculada con lo que se lleva en el cuerpo y el pensamiento que corresponde a ese plan, que en este caso es el de hacer revolución. Las comunas no son un encargo, sino una proposición histórica, un signo en construcción, el país que soñamos pero que como generación nunca veremos. Si no observamos desde esta óptica el quehacer comunero será puro y profundo desaliento. La utopía entonces carcome, hasta el plan que nos envuelve no encuentra cuenco, sustento. No. Hay que entender la experiencia venezolana de la comuna como una línea que aún se sigue trazando. Pregunto como un convive lo hizo hace poco en conversa: ¿acaso tenemos 40 años experimentándolas? Adhiero: ¿acaso la revolución es un enigma utópico que queremos ver ya o es una semilla que apenas empieza a brotar bajo nuestros propios pies? ¿No somos acaso los agentes de este país revolucionao, en el que los pobres estamos pensándonos, discutiéndonos, juntándonos para el porvenir? Hablemos de futuro, pero sólo si tenemos bien presente el ahora y el que fue.
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En la comuna Paula Correa, entre La Victoria y Las Tejerías, municipio José Rafael Revenga, estado Aragua, hay un montón de gente que entiende la construcción de otro país desde el lento transitar histórico, pero con profundo trabajo de hormiga. Son poco más de 40 consejos comunales que unieron fuerzas en los tremebundos valles aragüeños para construir otra manera de vivir, bajo otras formas de organización política y hasta social. Donde sólo había “monte y culebra” y mucha delincuencia, como dice la vocera de la comuna Neida Espinoza, ahora hay una Casa Zamorana en Trapiche del Medio para la conspiradera comunal. Allí se reúnen, con frondosas montañas de paisaje, los llamados enlaces y vocerxs de las diferentes zonas que hacen vida en el espacio geográfico designado por el Coman en 2010 para la consolidación de la comuna (agroecológica turística Paula Correa, su nombre completo).
“Sembramos sobre todo tomate, maíz, pimentón… este suelo produce de todo, cualquier semilla que se te ocurra echar crece en esta tierra”. Yusmari Rapillosa, tan singular su nombre como su belleza, nos explica todos los recursos que tiene la comuna para trabajar la tierra. Dos casas de cultivo, dos mayas sombras (mediante convenios Cuba-Venezuela y China-Venezuela), un montón de herramientas para el laburo agrícola y campo abierto de sobra. Sesentisiete (67) hectáreas para construir aquella soberanía alimentaria de la que tanto habló Chávez, y que la gente de Paula Correa mantiene como promesa de pecho no sólo por la convocatoria presidencial, sino porque, dicen muchxs de ellxs, “el trabajo con la tierra, con el cuerpo, nos transforma y hasta nos brinda cierta disciplina”, recalca Neida con su negra sonrisa.
La mayoría de lxs comunerxs de acá nunca había agarrado una escardilla en su vida, pero poco a poco le fueron agarrando el gusto. El trabajo cuando no se asume como esclavitud, porque se tributa no a un patrón o jerarquía estatal sino a la comuna en sí, es vivificante. El sudor no es plaga ni la comida sólo consumo. Hay una salud que se construye, que se alimenta.
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Pero, ¿quién fue Paula Correa? El nombre nos sonaba, cuando los comunerxs echaron el cuento: fue la madre de Ezequiel Zamora. ¡Ah! La señora fue aguerrida, insultó hasta el extremo a la oligarquía naciente cuando mantuvieron encarcelado al Jefe del Pueblo Soberano y hasta era capaz de defender el grito ¡Tierras y hombres libres! con su propio cuerpo. “Tenía temple, coraje”, musitan algunas. Y es que de paso, en la Casa Zamorana, hacen vida más mujeres que hombres. Las locas, le dicen. Entre la algarabía organizada, la plenitud caribeña se nota a leguas: son unas locas, pero de esas locas con las que se puede contar para hacer la revolución. En una comuna habría que sospechar de quien se las tira de cuerdo, porque querría decir que el capitalismo lo tiene en su manga. Y estas mujeres están tan a tono con el grito antioligárquico que hasta tienen el decreto nº 5.378, de toma de tierras, que el Coman nos dejó desde el 15 de junio de 2007. Está en forma de letrero y se observa pegado en casi todas las paredes de la Casa Zamorana.
Todxs en la comuna Paula Correa se saben la historia de cómo empezó la experiencia ahí, porque es historia de construcción colectiva. Sin embargo, hay una especial protagonista, la misma vocera de la comuna: Neida. Ella, vecina de La Gruta (barrio cercano a la hoy Casa Zamorana), fue la que se llegó a Trapiche del Medio en 2008, en el que había puro malandro y militares que iban pendientes del guiso. Junto a Betty Vera, se sentaban en la ladera contigua a los terrenos que sería luego jurisdicción de la comuna, como diciendo “aquí estamos y no hay latifundista que nos saque de aquí”. Así fue un tiempo, con cuentos de balas incluidos, hasta que se le adjudicaron aquellas tierras a los seis consejos comunales que hacían vida por ahí. Ojo al dato y recuerdo: ahora hay más de 40 consejos comunales; en este país los pobres se organizan para construir la matria que Chávez convocó.
El Aló Presidente #365 se puede encontrar en YouTube y ver a Neida recibiendo el decreto de tierras de la comuna naciente. Ella impulsó el proyecto comunero, convocó y hasta mandó gente al carajo. “O se montan en el autobús o vayan a ver qué hacen”. Y es que acá están completamente convencidos, porque lo han experimentado en cuerpo y pensamiento, que las necesidades son salvadas porque se juntan para resolver los problemas en colectivo. Se asumen incluso como “cuadros políticos y sociales”, como si de una batalla festiva se tratara. “Acá hay una contradicción de lucha de poderes, de clases, sobre todo contra los terratenientes”, vocifera María Meneses. Esta mujer, negra como el carbón con cierto temple de amazona, nos contó que aquellas tierras eran propiedad de los Vollmer, de la Hacienda Santa Teresa. Si se cruza desde La Victoria hasta Trapiche del Medio se puede atisbar la mentada hacienda, con sus esclavos trabajándole al rico invisible y sendas canchas de rugby donde incluso se celebran campeonatos internacionales. Sale un desagrado en tono de chiste: “y pensar que en Caracas hay una avenida con el nombre de ese patrón”. “Conspiren para derrumbarla”, suelta Meneses con su propio sello.
Paula Correa IILa jurisdicción de la comuna cuenta con 397 hectáreas aproximadamente. Una monstruosidad. Abarca, entre tanto valle, uno de particular belleza natural: Caracatías. El proyecto ecoturístico que tienen pensado se construirá en ese valle. Sólo esperan los recursos necesarios por parte de algunas instituciones. Esto no podría ser ni imaginado antes, cuando “esto era una bomba”. Enoel Oliveros, vocero de Contraloría Social, nos dice que lo que hacían en el municipio Revenga era “quemar cauchos y trancar carreteras para lograr objetivos políticos. Ahora somos diferentes mediante el trabajo comunero: ahora hacemos cosas”. Además, los chamos del barrio iban pendientes de “la mala vida”, como muchxs dicen.
Cuando subíamos por La Gruta, “la zona más peligrosa del municipio”, dice Neida, vimos a los convives jugando baloncesto en la calle y saludando a la vocera, señoras preguntando cosas a lxs comunerxs, tranquilidad. “Claro, ahora es zona de paz”, vuelve a sonreír la negra. La comuna tiene su trabajo de formación constante, “porque aquí cada uno tiene su saber, y ese saber hay que compartirlo”. Escuelas campesinas, le han llamado a esos espacios de formación. Hacen talleres de compostaje, por ejemplo, que se concretan en huertos familiares en algunos patios de las casas en los barrios. Aseguran que la eficiencia es uno de sus menesteres: “proyecto que ha llegado, proyecto que se ha ejecutado”, comenta Iraida Montilla, y termina: “nos dicen las drupis porque andamos en todos lados”.
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Algo insólito pasa en materia comunicacional en el lugar: desde los espacios de la radio comunitaria del municipio hablan feo de lxs comunerxs, y ellos no pueden incidir porque no es de su jurisdicción. “Hace falta que nos activemos más en materia comunicativa, que nosotros mismos comuniquemos lo que estamos haciendo”, dice Aychell Ramírez, enfermera de la Casa Zamorana. Los pobres estamos haciendo la Historia, sí, pero hace falta que tomemos por asalto las armas de la palabra y la imagen para escribirla desde el nosotros, nuestro habla e identidad de clase, y no desde el apoltronamiento burgués y académico. No somos objetos de análisis sino sujetos en llamas, gente en viva revolución.
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La comuna, con atardecer incluido, tiene manto de alegría. Los valles dan formaPaula Correa IIIgeográfica al ánimo de estas locas que conciben en este momento la organización popular como revulsivo político inmediato. Y eso está bien, pero están conscientes de que no hace falta congregar una comuna para hacer eso. Han tenido dificultades, saben que ese nuevo país no nacerá de súbito sino como aquellos valles de Aragua, de a poco.
Asumían la escardilla como herramienta identitaria, pero un acontecimiento cambió su sino comunero. Aviso: viene la parte chimba del cuento.
En 2011 se le entregó la mayoría de las tierras cultivables a la Empresa de Producción Social (EPS) Valle Las Tacariguas IV y V, bajo la jefatura del coronel Leonardo Raymond. Lo que antes era la Unidad de Producción Social Paula Correa ahora es una empresa más dirigida a la manera burguesa por el Estado. Vaina pa’ injusta. Porque ni siquiera dejan a lxs comunerxs acercarse a las casas de cultivo, que ahora son siete. Dicen que ya no producen como antes, cuando se cultivaba desde la construcción colectiva, “cuando las tierras estaban en manos del pueblo”. En algunas fotos se nota el bosque de maizales, el trabajo con las manos, cajas llenas de pimentones bien grandes. Al ingreso de las casas de cultivo también se nota el trabajo, ya listo para la cosecha. Pero dicen que no es lo mismo con respecto a entonces.
Nadie sabe la razón exacta por la que no dejan entrar en esos terrenos a la gente de la comuna. Meneses cuenta que ella habla regularmente con el coronel Raymond por teléfono, pero que el tipo es displicente a sus réplicas. La negra salta con lírica rabiosa y tristona, y nadie la culpa por ello. “El Comandante dijo que el Estado tiene que trabajar con y para el pueblo, entonces ¡cómo es posible que se nos cierren las puertas de algo que amamos como estas tierras que antes trabajábamos con seriedad! Nosotras llevábamos esas cosechas a las comunidades del municipio para que todos tuvieran, pa’ que nadie pase necesidad”. Y es que llega hasta puntos álgidos la indignación: la EPS contrata como mano de obra a la gente de la comuna, salario y cestatickets incluidos, como si la lógica capitalista fuera necesaria en campo revolucionao. Además, el fruto de las cosechas, dicen, nadie sabe adónde va. “Probablemente pa’ Caracas o Los Teques”.
Dos años han pasado desde el desplace. Les arrancaron las escardillas de las manos. Sin embargo, aún pelean para que vuelvan las manos a la siembra comunera.
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La construcción de comunas en Venezuela es de lento transitar. No es pan comido ni cuento de hadas. La lógica del capitalismo dicta que todo nos tiene que ser dado con la condición de ser libres como ricos o esclavos como pobres. Que es una gran fábrica, el mundo fue y será una porquería, tango mediante. Será si no entendemos que las comunas en formación tienen que tener mucho trabajo de hormiga, de experimento, discusión y desmontaje gradual del capitalismo, que es sistema y es cuerpo adentro también.
Existe una revolución no porque un Estado (burgués y hasta cuasigomecista como el venezolano) lo permite, sino porque los pobres hemos dado el grito necesario, el ya basta que se alzó en el ’89 y que se legitimó con Chávez en vida. En la comuna Paula Correa se forma gente que hilvana otro país, que entiende la vida como un engranaje histórico que respira y no flaquea. “Invitamos a todos los revolucionarios del país a que se constituya en comunas, porque comuna es unión, es juntarnos para construir otra cosa”, grita y convoca Nérida Torres, quien con sus manos campesinas entrelaza sus dedos.
En Paula Correa se grita con dignidad. Se ha acudido al llamado del Coman: que no seamos reacios espectadores de la Historia, que vamos a construirla juntos.
Texto: Ernesto Cazal / Fotografías: Verónica Canino

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