No hay rondalla que se respete que no la tenga en su repertorio. Es la pieza más esperada del set romántico serenatero.El himno del amor cuando se toca guitarra.
La canción “Motivos” llega, este 1 de diciembre, a sus 50 años enamorando, anónimamente, a multitudes alrededor del mundo. Y aunque en México muchos creen que nació allá, la pieza es venezolanísima.
Ítalo Pizzolante Balbi, oriundo de Puerto Cabello, fue su autor. El mismo de “Puerto Cabello”, interpretada por la Billo´s Caracas Boys con la inigualable voz de Felipe Pirela.
Él fue el creador, además, de unas mil piezas románticas, muchas de ellas sin grabar, guardadas celosamente por su hijo mayor, homónimo.
“Nunca se ha escrito con tanto detalle lo que me preguntas sobre la canción”, dice su hijo.
Pizzolante, un ingeniero civil, egresado de la Universidad del Zulia, quien hablaba italiano, francés, inglés, alemán y portugués, apenas tenía 36 años cuando compuso, apurado, la canción que le daría la vuelta al mundo. Él, aparte de ser docto con los números era un músico y poeta nato. A los siete años, su maestra de música quiso iniciarlo en el arte de leer pentagramas, pero, confesó en vida: “Me suspendieron por indisciplina. Porque yo me sabía en el piano todas las melodías de moda, menos las que la maestra quería enseñarme”.
El compositor nadaba en mares de poesías para crear piezas que le encantaban a sus amigos, como los cantantes Anita Arismendi, María Teresa Chacín, Pedro Vargas, y el mismo Armando Manzanero.
En el caso de “Motivos”, cuando la inspiración le llegó a Ítalo manejaba su Mustang azul, y conducía, solo, la carretera Morón-Puerto Cabello, unos 35 minutos de travesía y de pensamiento libre, con la costa al lado. Venía de su trabajo como inspector de obras, en Morón, donde se construía la obra civil de la Planta de Explosivos en la Petroquímica El Palito. El poeta retornaba a casa, una quinta en la urbanización Cumboto, de Puerto Cabello, que había bautizado con el nombre: Quinta Sinfonía.
Su mente estaba inquieta, porque el jueves, primero de diciembre de 1965, debía estrenar, en una fiesta en su honor, una canción inédita.
Es que su amiga Anita Arismendi lo había llamado días antes y le lanzó un compromiso implacable: “Te invito a mi casa para una fiesta de cumpleaños para tí. En ella estrenarás tu nueva canción. La fiesta será el primero, para que, a la medianoche, te cantemos el cumpleaños. Porque tú naciste el dos”, le dijo.
Ítalo aceptó la invitación y sonreía, porque sabía que tenía un reto al frente. La canción ni siquiera había sido compuesta. No existía.
De travesía por toda la costa, pensaba en cuáles eran las razones y los motivos para componer una pieza. Detrás de una tarjeta de presentación, con un bolígrafo con tinta azul, empezó a escribir la letra de lo que se convertiría, “en una de las clásicas y eternas canciones románticas del idioma castellano”, dijo Alfredo Sadel cuando la grabó.
La primera expresión que se le ocurrió para el poema que escribía, y al que luego le colocaría música, fue el sueño de lo imposible, representado para él en una rosa pintada de azul, la que no existía entonces. Esa rosa, que ahora sí colorean, pero para 1965 no existía, porque todas las rosas eran rojas, era el concepto más sublime que encontró para dibujar una expresión de amor y cariño de una forma que no fuera racional, le confesó a su hijo mayor, luego.
Después, empezó a pensar en frases. “Bueno, unos ojos bañados en luz son un motivo”, decía, y anotaba. Miraba el mar y recordaba cuando de niño jugaba con las estrellitas que tanto le gustaban. “Una simple estrellita de mar, también es un motivo”. “Unos labios queriendo besar también son un motivo”. Cada una de las frases eran caminos para construir la canción.
“Con todos estos motivos, tengo para hacer una canción”, se decía. Cerrando el poema con un sencillo pero profundo: “Yo diría que mi motivo mejor eres tu”.
Solo su familia sabe que parte la inspiración inicial de la letra no decía: “Escribir un poema es fácil, si existe un motivo...”. Por el contrario, decía: “Todo el mundo escribe poemas, cuando algo lo inspira...”
Pero la letra sufrió cambios, marcados con bolígrafo a tinta negra, hechos antes de tocarla en la casa de su amiga Anita.
“Yo tenía ocho años cuando mi papá llegó a la casa, en Puerto Cabello, y me contó que ninguna canción le había salido tan rápido y tan fácil como esa. Le puso la música en un momentito”, recordó su hijo, Ítalo, desde España, para PANORAMA.
Llegada la noche del primero de diciembre de 1965, Ítalo fechó la tarjeta con bolígrafo, a tinta azul, en la parte superior derecha.
Y esa tarjeta la llevó guardada en un bolsillo a la fiesta para recordar la letra de la canción cuando la tocara en el piano de Anita. Al presentarla, la lluvia de aplausos no se hizo esperar en los presentes, entre ellos Renny Otolina, su buen amigo, con quien estudió en el Colegio Salesiano San José de Los Teques.
En medio del festejo, Ítalo dejó la tarjeta sobre el piano. Y Anita la tomó y guardó como recuerdo, sin pensar siquiera que la canción que pidió componer le daría la vuelta al mundo.
Ítalo, quien pese a su juventud ya era conocido músico y compositor, porque 10 años antes había escrito “Puerto Cabello” (la canción que más adoró), grabó “Motivos” en un disco de 45 revoluciones, de la mano del maestro Karavallo Branco, sin mayor trascendencia. La pieza fue tomada más tarde por la voz de Rosa Virginia Chacín. Pero al grabarla la Rondalla Venezolana fue un bombazo en Venezuela y el exterior.
A partir de allí fue acariciada por la voz de Don Pedro Vargas, Los Panchos, Chucho Avellanet, Armando Manzanero, Alfredo Sadel, Vicente Fernández, Luis Miguel, entre una lluvia de artistas que suman más de 200 versiones hechas del tema.
Ante el revuelo de la canción, Anita le mandó a hacer un arte especial a la tarjeta que conservaba. Pidió que le pintaran una rosa azul en la izquierda, y una estrellita de mar en la derecha. En ambos lados le escribió la insignia: “Celosamente conservada por Anita Arismedi”. Y le puso un marco de plata. Nadie sabía que ella guardaba esa reliquia.
No sería sino hasta más de 30 años después que la devolvería. Ella sufrió de un cáncer agresivo que le consumió la existencia en rapidez, y en las visitas que le hacía su buen amigo Ítalo para darle ánimo, Anita le dijo en la agonía: “Tengo algo para tí que he guardado por años”. Y le entregó la letra original de la canción que le dió loores a él.
Cuando ella cambió de paisaje, al encuentro con Dios, su amigo Ítalo mandó a colorear una rosa de azul. Y cuando el ataúd era bajado a la hoyanca, él le entonó la canción y le puso la rosa sobre el cofre, para que la acompañara siempre. Un homenaje a quien, por una travesura, promovió el primer encuentro con “Motivos”.
Nunca hubo espacio para que su esposa, Nelly Negrón, tuviera celos de esa amistad tan viva. Porque, aunque “Motivos” no fue compuesta para ella, sino por un compromiso, Ítalo le regaló a su Nelly la pieza “Así, maravillosa”, y otras más.
Antes de morir, Ítalo nunca dio una única respuesta sobre cuál versión de cantante le gustó más.
“Siempre cambiaba de nombre. Porque una versión sobrepasaba la otra escuchándola en diferentes momentos de su vida. Así que, hubo muchas. No tuvo respuesta única para una sensación tan múltiple”, dijo su hijo.
Sin embargo, cuando Luis Miguel confesó que era la preferida de su mamá, y se la cantaba a él cuando niño, sintió mucha emoción. Se impactó, porque no lo esperaba.
El tema fue registrado por Ítalo en la Asociación de Derechos de Autor de México. Hasta el sol de hoy, siguen pidiendo permiso para grabarlo. Y Nelly sigue recibiendo cheques por concepto de autoría.
No ha faltado quien ha pretendido ser el autor de la pieza o atribuirse ser la musa de una de las canciones más amada entre los hispanoparlantes.
Habiendo sido invitados por la Asociación de Ejecutivos a Colombia, una artista cantó en el evento ‘Motivos’. Antes de empezar ella dijo que conocía íntimamente al autor y se la había compuesto a ella.
“Por supuesto, los amigos de papá lo miraron y le dijeron: ‘¿Pero bueno? ¡Qué bien la pasaste con esta belleza!’. Y Papá ni siquiera conocía a la mujer”.
Él se quedó callado por cortesía. Después se le presentó y dijo: ‘No recuerdo haberte visto antes. Pero, para que tu historia sea verdad, lo que tenemos es que concretarla’, le soltó Pizzolante, con pícardía, a la dama.
“Nunca supe como terminó esa noche” contó su hijo entre risas.
En otra oportunidad, una mujer le escribió carta a Pizzolante exigiendo los derechos de autor.
“Yo recibí la carta. La señora decía que su esposo, desde el más allá, porque había muerto desde hace años, se le presentó en sueños y le exigió solicitar el derecho de autor de la canción, porque él, en vida, la había compuesto en su mente, pero nunca la escribió. Papá comenzó a reirse. ¡Toda una locura!”, agregó su hijo mayor.
Pizzolante fue un eterno enamorado de la vida y del amor. Aunque asumió cargos recios, como ser profesor de la UCV, presidente del Concejo Municipal de Puerto Cabello entre 1969-71, de la Asociación de Ejecutivos, presidente del Ateneo, director del Puerto, y de la Cámara de Comercio en Puerto Cabello, dijo del amor:“Sabes lo que es el amor, no porque estás amando, sino porque sientes que alguien te ama”.
Maravillosamente, a lo largo de los años la música y la poesía de Pizzolante fue testigo del amor y las emociones de otros.
Por eso, recibió muchos homenajes en vida. Y cuando murió, Puerto Cabello lo despidió entre lágrimas y música, con un concierto romántico, a cuerpo presente, en su Teatro Municipal.
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