martes, 28 de marzo de 2017

Puse en el Señor toda mi esperanza

Salmos 40Nueva Versión Internacional (NVI)

Al director musical. Salmo de David.

40 Puse en el Señor toda mi esperanza;
    él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Me sacó de la fosa de la muerte,
    del lodo y del pantano;
puso mis pies sobre una roca,
    y me plantó en terreno firme.
Puso en mis labios un cántico nuevo,
    un himno de alabanza a nuestro Dios.
Al ver esto, muchos tuvieron miedo
    y pusieron su confianza en el Señor.
Dichoso el que pone su confianza en el Señor
    y no recurre a los idólatras
    ni a los que adoran dioses falsos.
Muchas son, Señor mi Dios,
    las maravillas que tú has hecho.
No es posible enumerar
    tus bondades en favor nuestro.
Si quisiera anunciarlas y proclamarlas,
    serían más de lo que puedo contar.
A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas,
    pero has abierto mis oídos para oírte;
tú no has pedido holocaustos
    ni sacrificios por el pecado.
Por eso dije: «Aquí me tienes
    —como el libro dice de mí—.
Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad;
    tu ley la llevo dentro de mí».
En medio de la gran asamblea
    he dado a conocer tu justicia.
Tú bien sabes, Señor,
    que no he sellado mis labios.
10 No escondo tu justicia en mi corazón,
    sino que proclamo tu fidelidad y tu salvación.
No oculto en la gran asamblea
    tu gran amor y tu verdad.
11 No me niegues, Señor, tu misericordia;
    que siempre me protejan tu amor y tu verdad.
12 Muchos males me han rodeado;
    tantos son que no puedo contarlos.
Me han alcanzado mis iniquidades,
    y ya ni puedo ver.
Son más que los cabellos de mi cabeza,
    y mi corazón desfallece.
13 Por favor, Señor, ¡ven a librarme!
    ¡Ven pronto, Señor, en mi auxilio!
14 Sean confundidos y avergonzados
    todos los que tratan de matarme;
huyan derrotados
    todos los que procuran mi mal;
15 que la vergüenza de su derrota
    humille a los que se burlan de mí.
16 Pero que todos los que te buscan
    se alegren en ti y se regocijen;
que los que aman tu salvación digan siempre:
    «¡Cuán grande es el Señor
17 Y a mí, pobre y necesitado,
    quiera el Señor tomarme en cuenta.
Tú eres mi socorro y mi libertador;
    ¡no te tardes, Dios mío!

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