viernes, 20 de julio de 2018

De cómo Guaicaipuro sí resistió hasta la muerte


Clodovaldo Hernández

En tiempos de Guaicaipuro también había líderes nacidos en estas tierras, pero rabiosamente pro imperialistas. Los tipos iban a reunirse con los conquistadores y les rogaban que aplicaran sanciones a sus rivales, es decir, contra los dirigentes indígenas que, en cambio, estaban defendiendo su territorio, su organización política, su cultura y su religión.
Estos indios precursores de la palabra vendepatria iban con los españoles y les daban ideas sobre qué caminos bloquear para rendir por hambre a los pueblos rebeldes. También les sugerían a qué guerrero calentarle la oreja para que traicionara al gran jefe.
¿Por qué lo hacían? Bueno, porque esos grupos defensores de la soberanía indígena los habían derrotado mucho y muy seguido antes de que llegaran los intrusos. Entonces, los indios pro españoles acumulaban ambiciones de poder, arrastraban mucha rabia, así que pensaron que si se aliaban con los invasores, estos les iban a hacer el favor de derrotar a sus enemigos y, luego, los pondrían a ellos a mandar. ¿Les suena familiar?
Esta versión -un tanto caricaturesca de la historia- demuestra que hay pocas cosas nuevas bajo el sol. Por ejemplo, la vocación traidora de ciertos grupos, -solo comparable con su idiotez- no ha cambiado mucho en cinco siglos.
Continuemos: los aguerridos defensores del dominio indígena sobre las tierras de lo que ahora es Venezuela eran, principalmente, los pertenecientes a la macrofamilia de los caribes (palabra que destacados antropólogos, como Esteban Emilio Mosonyi, prefieren escribir con k y en singular: los karibe). Mientras que los que arrastraban el resentimiento contra estos y querían echarlos del poder -aunque para ello fuera necesario aliarse con el conquistador-, eran de la rama arawak.
Guaicaipuro era karibe. De hecho, era el guapotori o jefe máximo de todos los grupos de esta familia que gravitaban en la zona centro norte de lo que luego sería Venezuela. Según los historiadores que reconstruyeron los hechos, en ese alto cargo fue el sucesor de Catuche y tuvo bajo su mando directo a Chacao, Naiguatá, Catia, Baruta (que era su hijo con la cacica Urquía), Paramaconi, Terepaima, Paramacay y Urimare.
Dentro de la rama karibe, Guaicaipuro era, específicamente, de la etnia de los teques (nuevamente, según los antropólogos debe decirse “los teque”), pero, dada la existencia de una coalición, su dominio abarcaba un amplio territorio que se extendía hasta Mariara y una amplia franja costera, e incluía a un puñado de pueblos diferentes.
Guaicaipuro se había constituido en un escollo tremendo para los planes españoles de establecer una ciudad en el hermoso valle del Waraira Repano. Lo consideraban un sitio ideal porque el portentoso cerro serviría de barrera natural contra los huracanes, las marejadas y los piratas. Sí, porque los ladrones de territorio no querían que viniera otro ladrón y se los robara.
También había una razón más concreta para apoderarse de la región: se suponía que en ella existían minas de oro, y estas estaban no propiamente en el valle de lo que luego sería Caracas, sino justamente en la zona donde Guaicaipuro tenía su residencia y centro de poder: los actuales Altos Mirandinos.
Los afanes de colonizar el valle y toda la región aledaña habían fracasado uno tras otro. Fieros militares españoles, formados en la guerra contra los árabes, lo intentaron y fallaron. También lo intentó un mestizo, Francisco Fajardo, quien montó un embrión de ciudad llamado San Francisco, pero las fuerzas de la resistencia indígena arrasaron con ella. En la Cuarta República le hicieron el favor de lavarle la imagen, poniéndole su nombre a la principal autopista de la ciudad, pero la verdad sea dicha: Fajardo fue otro traidor a su estirpe.
La racha victoriosa de Guaicaipuro se interrumpió en la batalla de Maracapana, en las inmediaciones de lo que era la laguna de Catia y ahora es el parque del Oeste Alí Primera. Todo parece indicar que el calentamiento de orejas funcionó y terminó por causar esta derrota. Los españoles, a las órdenes de Diego de Losada y con el apoyo de un ejército de arawak, derrotaron a los integrantes de la alianza karibe y se creó Santiago de León de Caracas.
Guaicaipuro no se quedó con esa. Se replegó, estudió muy bien lo que había ocurrido -que tenía un fuerte tufo a traición, desorganización e improvisación- y luego volvió a asediar a la naciente urbe. Entre 1567 y 1569, los españoles instalados en el valle no podían pegar un ojo, pensando en la amenaza de un asalto aborigen.
En ese estado de angustia vivieron hasta que lograron matar al gran jefe. Los historiadores aseguran que Francisco de Infante salió desde Caracas hacia el enclave de Guaicaipuro, ubicado entre los actuales San José de los Altos y Paracotos, con ochenta hombres, incluyendo unos “indios fieles”, que les servirían de baquianos. Llegaron de noche a las cercanías del bohío del guapotori.
Quisieron apresarlo, pero Guaicaipuro respondió como lo que era: un echao pa’lante, lo mismo que todos sus lugartenientes y el pueblo teque en general.
La versión española de la historia dice que los conquistadores, asesorados por sus amigos indígenas, decidieron aplicar unas astutas técnicas de guerra, consistentes en incendiar el bohío al líder, que se vio obligado a salir y murió combatiendo con valientes soldados. La versión de la Resistencia Indígena coincide en que –cobardemente- le incendiaron la choza, pero difiere en que le lanzaron perros entrenados para asesinar humanos porque nadie era suficientemente arrojado como para presentarle combate. Guaicaipuro hizo que la frase “resistir hasta la muerte” tuviera un sentido literal.
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Cacique con mala prensa

El pueblo de Guaicaipuro, los caribes (o karibe), siempre han tenido mala prensa. Desde los tiempos del gran cacique tomaron cuerpo las versiones según las cuales eran unos asesinos sanguinarios e, incluso, practicantes del canibalismo. De haber existido Twitter en esa época, habrían circulado fake news de pobrecitos españoles hirviendo en una enorme paila y Guaicaipuro bailando alrededor del fogón.
De hecho, la historia oficial de la colonia ha sido un fake news de medio milenio. Lo pintó no como lo que era: el jefe de los que se resistían a ser despojados de sus posesiones, sino como un bárbaro, salteador de caminos y asesino en serie. Y no fue solo la historia que se leía en aquellos tiempos. También en los actuales. Por ejemplo, en el Diccionario de Historia de la Fundación Polar dice que el español Pedro de Miranda estaba explotando su mina de oro (dando por legítimo que era suya) “y fue atacado por Guaicaipuro”.
También cuenta que en otra oportunidad atacó a traición la referida mina, mató a todos los trabajadores, incluyendo a tres hijos del conquistador Juan Rodríguez Suárez y, no contento con eso, invadió un hato cercano, asesinó a los peones, quemó las casas y dispersó el ganado.
Uno va leyendo esas líneas y, a menos que esté muy apercibido contra las matrices de opinión, termina jurando que Guaicaipuro era un demonio. Así eran y así son los fake news.

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