martes, 24 de febrero de 2015

La transfiguración

Mateo 17 Nueva Versión Internacional (NVI)


17 Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, el hermano de Jacobo, y los llevó aparte, a una montaña alta. Allí se transfiguró en presencia de ellos; su rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. Pedro le dijo a Jesús:
—Señor, ¡qué bien que estemos aquí! Si quieres, levantaré tres albergues: uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías.
Mientras estaba aún hablando, apareció una nube luminosa que los envolvió, de la cual salió una voz que dijo: «Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!»
Al oír esto, los discípulos se postraron sobre su rostro, aterrorizados. Pero Jesús se acercó a ellos y los tocó.
—Levántense —les dijo—. No tengan miedo.
Cuando alzaron la vista, no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban de la montaña, Jesús les encargó:
—No le cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del hombre resucite.
10 Entonces los discípulos le preguntaron a Jesús:
—¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?
11 —Sin duda Elías viene, y restaurará todas las cosas —respondió Jesús—. 12 Pero les digo que Elías ya vino, y no lo reconocieron sino que hicieron con él todo lo que quisieron. De la misma manera va a sufrir el Hijo del hombre a manos de ellos.
13 Entonces entendieron los discípulos que les estaba hablando de Juan el Bautista.

Jesús sana a un muchacho endemoniado

14 Cuando llegaron a la multitud, un hombre se acercó a Jesús y se arrodilló delante de él.
15 —Señor, ten compasión de mi hijo. Le dan ataques y sufre terriblemente. Muchas veces cae en el fuego o en el agua. 16 Se lo traje a tus discípulos, pero no pudieron sanarlo.
17 —¡Ah, generación incrédula y perversa! —respondió Jesús—. ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme acá al muchacho.
18 Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquel momento.
19 Después los discípulos se acercaron a Jesús y, en privado, le preguntaron:
—¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?
20 —Porque ustedes tienen tan poca fe —les respondió—. Les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: “Trasládate de aquí para allá”, y se trasladará. Para ustedes nada será imposible.
22 Estando reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. 23 Lo matarán, pero al tercer día resucitará.» Y los discípulos se entristecieron mucho.

El impuesto del templo

24 Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Capernaúm, los que cobraban el impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron:
—¿Su maestro no paga el impuesto del templo?
25 —Sí, lo paga —respondió Pedro.
Al entrar Pedro en la casa, se adelantó Jesús a preguntarle:
—¿Tú qué opinas, Simón? Los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos: a los suyos o a los demás?
26 —A los demás —contestó Pedro.
—Entonces los suyos están exentos —le dijo Jesús—. 27 Pero, para no escandalizar a esta gente, vete al lago y echa el anzuelo. Saca el primer pez que pique; ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mi impuesto y por el tuyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario