Un hombre con un sombrero de paja hace señas inquietantes con sus manos, al mismo tiempo que con sus dedos junta el número ocho. Está cazando a plena luz del día camionetas, camiones y carros grandes repletos de combustible para comprarla y almacenarla en una “caleta” al borde de la Troncal del Caribe en Sinamaica.
Es el empleado del depósito de gasolina y quien la negocia para la compra y la venta. Paga el llamado “punto” (25 litros) en 800 bolívares, el precio varía según el día, comentan los propios contrabandistas.
Rápidamente, salen de los árboles cuatro hombres más a vaciar el tanque de una camioneta bronco.
Descargaron del carro 100 litros en cuatro “pimpinitas” de 25 litros cada una. Por la carga, los contrabandistas pagaron 3.200 bolívares.
PANORAMA hizo un recorrido por la Troncal del Caribe y contabilizó más de 200 puntos ambulantes de venta de combustible en garrafas. Solo de Sinamaica a Los Filúos hay 60.
En Los Filúos está la mayor caleta y pertenece a la banda más fuerte. El lugar sigue siendo un centro para el contrabando; venden a sus anchas las garrafas y “pimpinitas”.
En el mercado de Los Filúos el olor asfixiante de la gasolina supera al del queso y carnes que venden en los tarantines.
Cerca de cincuenta hombres, mujeres y niños están en fila por la calle esperando que llegue un comprador.
Entre Sinamaica, Paraguaipoa, El Moján y Los Filúos hay, al menos, 10 “zonas de descargas” en caletas que, por lo general, son galpones amurallados con un portón de hierro grande. También hay casas que sirven como escondite, lo que representa una verdadera “bomba de tiempo”, ya que se almacena sin ningún tipo de control o medida de seguridad.
A las 11:00 de la mañana la estación automatizada de servicio San José de Paraguaipoa tiene una larga cola de carros, en su mayoría Caprice, Malibú, camionetas y camiones que parecieran una postal de los ochenta.
Luego que esperan más de una hora para llenar el tanque, la mayoría “oferta” de forma insólita la gasolina en una caleta que está diagonal.
Todo el contrabando converge a 20 minutos de la frontera con Colombia, la cual se mantiene abierta. Hace diez días fue cerrado el paso con el vecino país entre Táchira y Cúcuta.
“Hemos golpeado con fuerza las caletas de gasolina, pero los contrabandistas siempre se las ingenian y si los atacamos por un lado se van por el otro. Las llamadas ‘moscas’ dificultan el trabajo. Sin embargo, la inteligencia comunal es una gran ayuda para el desmantelamiento de estos depósitos”, asegura una fuente militar.
Lo más paradójico es que los contrabandistas comentaron que hay motorizados que sirven de “moscas” para alertar la presencia de funcionarios cerca de las caletas.
“Se comunican por teléfono cuando ven pasar a una patrulla o tienen la información de que hay una comisión de inteligencia por la zona”, dijo una fuente ligada al caso.
En la Troncal del Caribe también se vende “a granel” y con descaro el combustible venezolano en garrafas de cinco litros. Es una especie de “bomba de gasolina a cielo abierto” a la vista de policías y militares que transitan y patrullan por la vía que comunica a Venezuela con Colombia.
Desde Puerto Caballo, en Maracaibo, hasta Paraguachón, en el municipio Guajira se ofrece el litro de la gasolina que se compra en la estaciones a 0,097 bolívares hasta en Bs. 60.
Hombres y mujeres se apuestan en las carreteras agitando las pequeñas mangueras con un embudo improvisado hecho con una botella plástica de refresco, mientras que las garrafas de gasolina las exhiben en mesas, las colocan en el piso y las guindan en una mata.
Los niños y adolescentes son usados por sus padres para vaciar la garrafa en los tanques del vehículo.
Están entrenados, corren cuando un automóvil se detiene y su conductor baja el vidrio para preguntar.
Responden los precios y si hay algo que no entienden llaman a un adulto que está sentado a lo lejos observando cada movimiento.
El precio de la gasolina va en aumento a medida que se está más cerca de la frontera. En Sinamaica la ofrecen en 170 bolívares los cinco litros, en Los Filúos está en Bs. 200, mientras que en La Paila Negra y Guarero, los cartones marcan 250 y 300 bolívares.
“Al día puedo ganarme hasta 8 mil bolívares y los días buenos puedo embolsillarme unos 12 mil; ahora que la frontera por el Táchira está cerrada la gasolina está más cara”, dice uno de los contrabandistas sin identificarse.
El combustible es comprado por colombianos que cruzan la frontera y por venezolanos que se ven en la necesidad de pagarla a ese precio por la falta de estaciones de servicio en la Troncal.
La venta llega hasta Colombia sin control, donde la gasolina venezolana se paga en pesos y la Policía Nacional de Colombia se hace de “la vista gorda”.
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