viernes, 17 de febrero de 2017

Ecuador: entre batallas políticas y comunicacionales

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16/02/2017
Opinión
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En la recta final de la campaña electoral ecuatoriana arden las redes sociales, se abarrotan los espacios mediáticos y una avalancha de promesas electorales busca invadir mentes y corazones.  Aquí, en sentido contrario a la deslegitimación mundial que afecta al neoliberalismo, siete de los ocho contendientes ofrecen su retorno, encumbrándolo como el nirvana en el que podrían concretarse todas las libertades y opciones, para dejar atrás el igualitarismo de lo público, gratuito y universal, avanzado en 10 años de Revolución Ciudadana, signada por una propuesta de superación del neoliberalismo, planteada como transición hacia el Socialismo del Buen Vivir.

Son días en los que los elogios a la liberalización de la economía, al individualismo y al libre mercado, esgrimidos por la oposición ecuatoriana como receta para el cambio, asombrarían hasta a los mismos Chicago Boys que son pilares del neoliberalismo, embelesarían a Friedman y a Hayek sus teóricos y remozarían al dictador Pinochet pionero regional en su experimento.

Las dificultades, imaginarias o reales, se imputan al Estado redistribuidor, calificado de obeso, corrupto y populista, mientras se prefigura que el paraíso soñado arribará de la mano del sector privado, de la banca y del emprendimiento individual, olvidando que esa modalidad ya existió en un aciago pasado reciente, del que el país no se ha liberado aún.

Volviendo a las libertades, en la gama de “opciones” que resultarían de la reprivatización, figura la de escoger el retorno al trabajo flexible, precario y quién sabe hasta esclavo, o la de volver a la libre elección de la seguridad, salud o educación privadas, que ya mostraron ser onerosas y por ende inaccesibles para la mayoría.  La propiedad privada se presenta en este marco como un ícono intocable, que llega incluso a englobar al cuerpo y al pensamiento como primigenios territorios de propiedad privada.

Pero si hay una libertad que se aúpa como ninguna, esa es la “libertad de expresión”,  reivindicada como consustancial a la libertad empresarial y expuesta en los medios de comunicación como la antítesis de la democratización y del derecho a la comunicación, actualmente garantizados por ley.

Y justamente es en el espacio comunicacional -digital y mediático, privado y público- que se  cristaliza una difusión sin precedentes de la perspectiva neoliberal, a la vez que se despliega una desigual e impune campaña sucia contra la Revolución Ciudadana y, por ende, contra la candidatura de Alianza País, liderada por Lenin Moreno.  

La voz del candidato Moreno es casi ausente de los medios de comunicación y de las redes sociales, pero aún así, se mantiene a la cabeza de las encuestas electorales, sondeos y testimonios de movilización. 

Moreno tiene a su favor el caudal de un legado de 10 años que cambiaron al país y vindicaron la vida de su gente pues, en ese cortísimo ciclo, el país transitó de la lista de los primeros afectados por el analfabetismo, la pobreza, las desigualdades, la privación de soberanía, la corrupción, la fragilidad de su institucionalidad y otros, hacia prácticas ejemplares de planificación e instrumentos de transparencia, reconocidos internacionalmente, como es el caso de las compras públicas y de control tanto de la gestión pública como del poder del mercado.

Un indicio de estos cambios, explícito en los discursos de la campaña electoral, son los debates sobre educación superior e investigación científica y tecnológica, que se producen en un país que hace diez años apenas tenía la prioridad de disminuir los índices de analfabetismo.  En esa misma línea, para citar otro ejemplo de un centenar: si hace diez años el pueblo luchaba en las calles contra la carestía de la vida o por el acceso a los servicios de salud, ahora en la campaña electoral las arengas de la oposición tratan de las marcas de los medicamentos gratuitos, o focalizan en los plazos para las citas con especialistas médicos en un sistema de salud pública, también gratuito. 

Así, mientras la candidatura de la Revolución Ciudadana se afana en documentar sus proyecciones para la profundización del proceso, a más de visibilizar lo tangible que se inaugura a diario, el coro de las siete candidaturas de oposición abogan al unísono por el retorno al neoliberalismo duro, empequeñeciendo la perspectiva de bien común para posicionar la visión de un cambio aparentemente abstracto, pero altamente vindicador del capitalismo en crisis como única vía.

Pero si bien no es nueva la perspectiva, ni la complicidad política entre los actores de la oposición, la frontalidad con la que exhibe su estrategia de “cambio” para volver al pasado, muestra unos intereses que estuvieron en disputa durante todo este decenio, pero que se beneficia de una recomposición política regional e internacional.  Es una disputa por los sentidos de sociedad, que busca reposicionar e imponer el capitalismo como ideología irrebatible. 

Se han revelado también, ya sin ambages, alianzas políticas que transparentan una multiplicidad de “movidas” e intereses, perceptibles en las candidaturas legislativas de dirigentes del movimiento indígena y otros movimientos sociales presentes en los partidos de la derecha y subsumidos a sus contenidos. 

Es ese combo variopinto que, en entrevistas mediáticas interminables, posicionan en siete a uno (siete partidos de oposición vs. Alianza País) argumentos de “cambio” para volver al pasado: atraer a la inversión extranjera, restablecer la presencia de transnacionales y de la banca internacional, abolir la legislación de conocimientos, ciencia y tecnología y su institucionalidad, así como la ley de comunicación y un gran etcétera demoledor de los avances sociales. 

Pero también han colocado otros pasos inmediatos, tales como expulsar a Julian Assange de la Embajada de Ecuador en Londres y entregarlo.  Y, claro está, un giro estructural en la política internacional y regional, explícita en iniciativas tales como la de cerrar la sede de la UNASUR en Quito, salir del ALBA y adherir a la Alianza del Pacífico.

En otras palabras, la oposición ecuatoriana lo ha dicho todo y está dispuesta a todo para recuperar el poder del Estado y sus sentidos.   La campaña sucia con sus mentiras y chantajes, la disputa por reconquistar mentes y corazones, los más experimentados asesores internacionales en marketing político, y otros, han movilizado de todo para lograr un balotaje, es una disputa por el segundo lugar en las elecciones del 19 de febrero próximo, pues el primer puesto lo mantiene la candidatura de la Revolución Ciudadana, Alianza País.


http://www.alainet.org/es/articulo/183586

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