jueves, 11 de enero de 2018

El imperio pretende invadir a Venezuela con la invitación de la contra


Carlos E. Lippo

“Toda traición es indigna y bárbara”
Voltaire
Desde que José Antonio Páez, héroe de la guerra de independencia librada contra el imperio español en los inicios del siglo XIX, solicitase en el año 1848 una intervención militar de los EEUU que le devolviese el poder político que se sabía incapaz de recuperar legítimamente por sus propios medios, no han sido pocos los connacionales miembros de algunas de nuestras oligarquías que han hecho igual solicitud al imperio norteamericano o a algunas de las potencias europeas, para la mayor vergüenza de nuestro gentilicio.

Es el caso que Páez, quien había traicionado alevosamente al Libertador en medio de su crisis terminal de salud en 1830, después de su rompimiento con el presidente José Tadeo Monagas quiso desatar la guerra civil, pero como no estaba en condiciones de hacerlo se prestó para ser el instrumento político-militar de los EEUU, en sus rivalidades con la Gran Bretaña por el dominio de Venezuela (1); en concreto, en carta dirigida a Benjamín Shields, encargado de negocios en Venezuela, suscrita por uno de sus lugartenientes, solicitó la ayuda norteamericana para invadir a su propio país y propiciar la intervención de los EEUU en los asuntos internos de Venezuela.

Pero no terminó con esto el lamentable y vergonzoso episodio entreguista del otrora prócer independentista, ya que posteriormente, por medio de su secretario y representante Hermenegildo García, solicitó ayuda para invadir a Venezuela al mismísimo reino de España, en carta dirigida al gobernador colonial de Puerto Rico Juan Pezuela y Ceballos. La respuesta del funcionario colonial arroja un terrible baldón sobre el patético peticionario, al señalarle que su deberes “lo obligan a no mezclarse en las disensiones que afligen a ese país desventurado desde que sus naturales se rebelaron contra el gobierno de los Reyes que por tanto tiempo los había hecho felices” (2).

Años más tarde, en 1861, en medio de aquella formidable y traicionada insurrección popular que inició Ezequiel Zamora, “General del Pueblo Soberano”, al calor de sus incendiarias consignas de: “Horror a la oligarquía”“Tierra y hombres libres”; y “La tierra es de todos”, un grupo de oligarcas viejos y nuevos a la cabeza de los cuales se encontraba el diplomático Pedro Gual, suscriben una carta dirigida a la reina Victoria solicitando la intervención militar de Inglaterra en Venezuela; pero como si esto no fuera de por sí suficientemente grave, con la mayor impudicia le ofrecen entregarle todo el territorio de la Guayana venezolana situada al sur del río Orinoco, como una forma de estimularle su proverbial apetito colonial (3).

Probablemente más conocidos por ser de más reciente data, son los casos del banquero Manuel Antonio Matos, cabecilla de la mal llamada “Revolución Libertadora” (1901-1903) que pretendía defenestrar al presidente Cipriano Castro, con el financiamiento mayoritario de la New York & Bermúdez Co., subsidiaria de la General Asfalt de Filadefia y la comprobada anuencia y complicidad del gobierno estadounidense, como se demuestra por su ruptura de relaciones diplomáticas con el país, a propósito del caso (4); así como el de Juan Vicente Gómez, que al solicitar el apoyo del imperio para perpetrar su golpe de estado en contra de Cipriano Castro en diciembre de 1908, fue auxiliado por los buques de guerra estadounidenses USS North Carolina, USS Maine y USS Dolphin, que con apoyo británico y francés impidieron el ingreso a aguas jurisdiccionales venezolanas del vapor Guadalupe, a bordo del cual pretendía regresar el legítimo presidente Castro (5).

Otro caso que en verdad no puede menos que generar una gran pena ajena es el del todavía llamado por algunos de sus acólitos “padre de la democracia venezolana”, Rómulo Betancourt Bello, quien fue el primer presidente de la era de la supuesta democracia representativa vivida por nuestro país entre 1958 y 1998, previo al advenimiento de la revolución bolivariana. Dado que para las segundas elecciones de esa era, a celebrarse el 1° de diciembre de 1963 el partido de Betancourt (Acción Democrática) se encontraba en inminente riesgo real de perderlas por haberse dividido dos veces y por el llamado de la izquierda revolucionaria a la abstención, este apóstol de la “democracia made in USA”, sin pudicia alguna concertó con el imperio una invasión militar de sus propias fuerzas junto a las de los otros países bolivarianos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá y Perú), que tendría lugar en caso de producirse tal eventualidad. El dispositivo invasor al que se dio el nombre de “Operación América”, concebido como una extensión de las Maniobras Navales UNITAS IV, celebradas en el Caribe colombiano, a escasos 200 km. de la línea fronteriza con Venezuela, ha sido descrito de forma magistral por el Profesor Simón Sáez Mérida, autor del libro “La Cara oculta de Rómulo Betancourt: El proyecto invasor de Venezuela por tropas norteamericanas”, citado como referencia para algunos de los hechos anteriormente señalados.

El primero de los nacionales vendepatria en solicitar la intervención militar del imperio en la era de la revolución bolivariana fue el general Raúl Salazar, egresado de la Escuela de las Américas, antiguo agregado militar de la embajada venezolana en Washington y primer Ministro de Defensa del Comandante Chávez, quien lo hiciese en ocasión de la crisis generada por el deslave de la cadena montañosa del Guaraira Repano, que modificase de manera irreversible toda la topografía del estado Vargas, a causa de las extremadamente intensas lluvias caídas en la región el 15 de diciembre de 1999, día en el que se celebraba el referendo de aprobación de la nueva Constitución Nacional, haciéndolo de manera absolutamente inconsulta y prevalido de su elevada posición (6). Muy cerca estuvimos en esa oportunidad de ser invadidos por el imperio con la excusa de prestarnos una supuesta asistencia humanitaria, labor que fue satisfactoriamente ejecutada por la Armada venezolana y los diversos organismos nacionales de protección civil de la época.

No alargaremos innecesariamente estas notas haciendo mención a la caterva de miembros de la contrarrevolución que hasta han salido de nuestras fronteras para ir a solicitar personalmente una intervención armada del imperio en nuestro país durante los últimos años, ya que la canalla mediática nacional e internacional ha sido en extremo pródiga en la reseña de sus patéticos periplos y petitorios. Nos referiremos si a la solicitud hecha por el venezolano (¡?) Ricardo Hausmann, “reputado” profesor de ese conocido criadero de agentes de la CIA que es la Kennedy School de la Universidad de Harvard, en la que también es “destacado” profesor, según la Wikipedia,  ese personajillo felón que recientemente fuese presidente de Méjico de nombre Felipe Calderón (7)

En un artículo fechado el 3 de enero del presente año (8) el “destacado profesor”, basándose en una argumentación harto falaz y en extremo deficiente, hasta para un estudiante de pregrado en economía de cualquier universidad latinoamericana de mediana categoría, presenta su propuesta-petitorio en los siguientes términos: “… si se trata de soluciones, por qué no considerar la siguiente: la Asamblea Nacional podría destituir a Maduro y al narcotraficante de su vicepresidente, Tareck El Aissami, sancionado por la OFAC y a quien el gobierno estadounidense le ha embargado más de US$ 500 millones. Dado este vacío de poder, la Asamblea, nombraría de forma constitucional a un nuevo gobierno, el que a su vez podría solicitar asistencia militar a una coalición de países amigos, entre ellos, latinoamericanos, norteamericanos y europeos. Esta fuerza liberaría a Venezuela de la misma forma en que canadienses, australianos, británicos y estadounidenses liberaron a Europa en 1944-1945. Más cerca de casa, esto sería semejante a la liberación de Panamá de la opresión de Manuel Noriega por parte de Estados Unidos, la que marcó el inicio de su democracia y del crecimiento económico más rápido de América Latina”. ¡Resulta prácticamente imposible hacer gala de mayor servilismo para hacer tan impúdica petición; los propios Departamentos de Estado y de Defensa del imperio han debido sentirse incómodos ante tamaña apología de una de sus más cruentas intervenciones!

Y continúa este genio de la política y la ciencia económica, como si estuviese inventando la pólvora, señalando: “De acuerdo al derecho internacional, nada de esto requeriría la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (que Rusia y China podrían vetar), puesto que la fuerza militar sería invitada por un gobierno legítimo en busca de apoyo para defender la constitución de su país”.

No resulta ocioso el decir que la propuesta en cuestión, en lo atinente a la defenestración simultánea de presidente y vicepresidente de la república, como tantas veces ha intentado hacer infructuosamente la Asamblea Nacional opositora, actualmente inhabilitada por desacato a una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, es absolutamente inconstitucional, tal como lo han reconocido públicamente, por primera vez y de manera expresa, conocidos líderes opositores tales como: Juan Manuel Raffalli, Maruja Tarre y Colette Capriles (9); siendo oportuno señalar que la última de las citadas es una reputada politóloga, docente de la Universidad Simón Bolívar, asesora de la Mesa de la Unidad Democrática y que ha sido integrante de la comisión de representantes de la sociedad civil encargados de asesorar a la oposición política en las reuniones con el gobierno nacional en República Dominicana, en diciembre de 2017.

No deja de sorprender la forma como algunos conocidos opositores han criticado duramente la propuesta-petitorio de Hausmann, a través de sus cuentas Twitter, en especial Colette Capriles (@cocap)
y el profesor José Luis Fernández Shaw (@La Divina Diva). La profesora Capriles lo hace con unas frases tan lapidarias que yo no tendría el más mínimo reparo en hacerlas mías: “Violar dignamente la Constitución, imponer dignamente un gobierno de los dignos y suplicar dignamente una intervención militar. Todo es posible en el reino de la dignidad”; y el profesor Fernández, con lo que a mi juicio debería ser parte de la sentencia de un juicio que se le siguiese por traición a la patria: “Las declaraciones de Hausmann son inaceptables. Si yo fuera diputada de la Asamblea Nacional solicitaría una investigación y se consideraría retirarle la nacionalidad”.

Ya casi para terminar considero necesario decir que la propuesta de Hausmann carece totalmente de originalidad pues según ella se trataría de repetir, casi al calco, lo hecho por aquel Consejo Nacional de Transición de Libia, que establecido en Bengasi en marzo de 2012, solicitó la invasión del imperio con la excusa de defender los derechos humanos de los libios, logrando controlar parte de la ciudad hasta que fue consumada la terrible intervención de las fuerzas armadas de la OTAN.
Si hemos hecho de su consideración y análisis el objetivo central de estas notas ha sido por las siguientes razones:

·         Siendo la Kennedy School de Harvard, a cuya nómina pertenece Hausmann desde hace muchos años, un conocido centro para el reclutamiento de agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los EEUU, entre aquellos alumnos escogidos por sus profesores, es más que presumible que la planificación actual de esa agencia para la pretendida intervención militar sobre Venezuela pase por la generación de un escenario de esta naturaleza, descrito ya por nosotros en una media docena de artículos anteriores.
·         La inusitada reacción adversa que ha generado la propuesta en el seno de lo que podríamos llamar el liderazgo académico de la MUD, que por primera vez en estos casi 19 años de revolución se ha atrevido a manifestarse en contra de la intervención militar imperial, cualesquiera que sean las causas que la hayan motivado, y así se encuentre entre ellas su convicción de que las tales “bombas inteligentes gringas” no lo son tanto como para poder discriminar entre chavistas y  opositores, nos da pie para especular que existe un sector de la oposición que está decididamente en contra de la intervención militar extranjera, siendo tarea perentoria el tratar de identificarlo y caracterizarlo en detalle.

Ya para finalizar y con base en la consideración anterior, queremos reiterar una propuesta una propuesta formulada hace ya tiempo en un artículo titulado:“¡A mirarnos en el espejo de Siria!”  (10), consistente en intentar la incorporación de sectores de oposición a las tareas de defensa de la soberanía nacional, por más difícil que ello pueda resultar, ya que lo que está en juego es la integridad de la patria.

¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!

(1)    “La cara oculta de Rómulo Betancourt”, Simón Sáez Mérida, Fondo Editorial Al Margen, Caracas diciembre de 1997, página 52.
(2)    Ibidem (1), página 54.
(3)    Ibidem (1), páginas 55 y 56.



Caracas, enero 11 de 2018


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